Aviso de bomba
Hay una hora en Madrid en que cientos de ociosos piensan en lo mismo, marcan un tel¨¦fono y avisan de que han puesto una bomba inexistente. Los polic¨ªas reciben el recado tembloroso de las taquilleras, de los telefonistas o de alg¨²n empleado que a esa hora hace un tiempo extra en la oficina, y acuden cansinos al lugar de los hechos ficticios. Lo hacen rutinariamente, y el jueves pasado, a las nueve y media de la noche, lo hicieron por en¨¦sima vez con la falta de entusiasmo que da el conocimiento previo del desenlace de los acontecimientos.La taquillera de un cine del centro de Madrid hab¨ªa recibido una amenaza: hay una bomba en el edificio. Ella colg¨® y llam¨® a los guardias. Estos hicieron lo que est¨¢ mandado: desalojamos si lo pide el empresario. El empresario lo pidi¨®, y en cinco minutos los dos centenares de espectadores estaban en el calle. Inmediatamente, entre los espectadores desalojados y los espectadores de los espectadores desalojados la calle era un hervidero.
A un se?or lo hab¨ªa tomado el incidente mientras daba marcha atr¨¢s con el coche, y se lo contaba a su amigo Paco como si ese hecho pusiera un punto de inflexi¨®n en la historia:
-Estaba yo dando marcha atr¨¢s con el coche cuando...
El amigo Paco miraba atentamente a la puerta del cine para verificar que de momento no pasaba nada. Los guardias, con la experiencia que atribu¨ªa Antonio Machado a los que ejecutan lo m¨¢s solemne con la displicencia del que tiene oficio, se comunicaban por radio para decir claves que la gente escuchaba como si estuviera asistiendo a la historia:
-Dos a uno: no pasa nada. Verifica tres. Cuatro a la escucha.
Un guardia trataba de llevar una pizca de realismo a la situaci¨®n ficticia creada por la amenaza falsa:
-Desaloje, le digo que desaloje: ah¨ª usted empieza a correr peligro.
-Pero si muchas veces todo es falso.
-S¨ª, siempre es falso, pero acu¨¦rdese de Hipercor.
La gente, pues, hace un poco de caso y empieza a hacer un cord¨®n m¨¢s lejos de la puerta del cine. Dos adolescentes se quejan de que fueron desalojadas cuando empezaba a sonar la m¨²sica de la pel¨ªcula:
-Empezaron a poner los carteles de cr¨¦dito y la m¨²sica de la pel¨ªcula y son¨® una voz para que desaloj¨¢ramos.
-No entiendo por qu¨¦ amenazan mientras dan una pel¨ªcula como Pretty woman. Si la pel¨ªcula se llamara, por ejemplo, La resurrecci¨®n de Mar¨ªa...
Una se?ora hab¨ªa sacado su propia ense?anza sobre la actitud que se debe adoptar cuando se produce un desalojo:
-Lo peor es asustarse. Yo me levant¨¦ muy tranquila de mi butaca y dije: si hay que desalojar pues se desaloja.
Alrededor del cine todo empez¨® a ser simb¨®lico. Mientras los guardias deambulaban misteriosos, los vecinos empezaron a mirar de reojo y comenzaron a alejarse de los cubos de basura contiguos al local amenazado. De pronto, un motor hace una explosi¨®n que se convierte en seguida en la evidencia de que algo malo est¨¢ pasando. Y la se?ora que conven¨ªa en que lo peor que hay que hacer es asustarse grit¨® desde la luna de un escaparate:
_ ?Uy, algo ha explotado por ah¨ª!
-Se?ora, que ha sido una moto, le dicen las adolescentes.
Poco a poco el espect¨¢culo se ha instalado en la calle. En la confusi¨®n se escucha el sonido solemne de un coche que choca contra otro: un taxista y un turismo se han encontrado en el paso de paso de peatones y un conductor pide explicaciones al otro. El sonido de una sirena viene en direcci¨®n contraria.
-Aqu¨ª hay tomate -se hace ilusiones un motorista.
La ambulancia pasa de largo: no tiene nada que ver con la amenaza de bomba.
Los guardias miran con displicencia el reloj. A las diez dan por concluidas sus averiguaciones, la gente se va dispersando y cada uno se va a su casa como si acabaran de ver una pel¨ªcula.
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