Un Tolstoi americano

Francis Ford Coppola cree en el cine como b¨²squeda de nuevos caminos. Esa concepci¨®n le ha tra¨ªdo un sinfin de problemas con los mastodontes del mercado y de la industria, y llev¨® a la ruina a su propia productora, Zoetrope: la eterna pugna de Coppola por recuperarse de ese batacazo constituye en s¨ª misma una epopeya. Quiz¨¢ ¨¦l la ruede alg¨²n d¨ªa, pero de momento prefiere seguir haciendo pel¨ªculas que tiendan al desider¨¢tum: ser legibles para los grandes p¨²blicos, sin dejar de ser experimentales.Coppola pertenece a una generaci¨®n formada ya en inacabables estanter¨ªas de pel¨ªculas, pero, por fortuna para ¨¦l, no llega a ser una rata de videoteca, tipo Spielberg, Lucas y herederos. Es un cineasta nunca inocente, pero que donde otros ponen ret¨®rica ¨¦l pone riesgo. Coppola ha visitado todos los g¨¦neros -pi¨¦nsese en las diferencias que hay entre Rumblefish (La ley de la calle), One from the heart (Corazonada) o Tucker- no como diletante, sino como explorador: pertenece a la especie del Joseph Conrad que escribi¨® El coraz¨®n de las tinieblas.

Ha llevado el realismo a la cumbre, en las dos partes de El padrino. Tiene otras muestras m¨¢s que notables de dominio de ese g¨¦nero, como The rain people (Llueve sobre mi coraz¨®n) o La conversaci¨®n. El padrino desmiente el t¨®pico de que el cine de Estados Unidos huye de las pel¨ªculas de clarificaci¨®n hist¨®rica: a trav¨¦s de los Corleone, Coppola pinta un fresco a lo Tolst¨®i.