El reparto del bot¨ªn liban¨¦s
Varios grupos se disputan el antiguo reducto cristiano de Meten
Las calles de Meten, en L¨ªbano, est¨¢n vac¨ªas. Las persianas de las tiendas, bajadas, aunque no es domingo ni hay convocada una huelga. Los habitantes del ¨²ltimo reducto de los partidarios del general cristiano Michel A¨²n tienen miedo, a pesar de que haya terminado la batalla. Miedo a los excesos que pueda cometer el Ej¨¦rcito sirio, miedo al asalto de milicias rivales, miedo a la venganza de quienes no compartieron su sue?o al lado del militar derrotado y que hoy les imponen una idea de la legalidad en el pa¨ªs.
ENVIADA ESPECIALDe momento, ¨¦sta no les convence. A la sombra de la fuerza sirio-libanesa que ha tomado la regi¨®n, numerosos grupos han entrado a repartirse el bot¨ªn Desde la vecina barriada shi¨ª los militantes de Hezbol¨¢ (el partido de Dios) han intentado penetrar en Hadath y Hazmiye Los hombres de Elie Hobeika, una escisi¨®n prosiria de la milicia cristiana Fuerzas Libanesas (FL), les han disputado ese derecho ampar¨¢ndose en su anterior presencia en la zona. En otras ¨¢reas de la regi¨®n han sido milicianos del Partido Social Nacional sirio los que se han instalado.Ante esta imagen de caos y falta de seguridad, la poblaci¨®n mayoritariamente cristiana, de Meten echa de menos a su general. "Mejor 60 a?os de tiran¨ªa que uno de anarqu¨ªa", dice un proverbio ¨¢rabe. Y con A¨²n se respetaba la ley y el orden. "?Para qu¨¦ vamos a abrir nuestras tiendas, para que venga una pandilla de milicianos y nos lo robe todo?", se lamenta ante su comercio destruido una mujer de mediana edad.
Apenas unos pocos puestos de frutas y verduras hacen negocio en esta soleada ma?ana levantina. Ese abastecimiento y el descenso del precio de la gasolina son las ¨²nicas ventajas aportadas por la invasi¨®n. Por lo dem¨¢s, la destrucci¨®n, que se ha a?adido a las anteriores, ha dejado perplejos a los vecinos, que miran todav¨ªa incr¨¦dulos sus veh¨ªculos calcinados. Mas so rpren den tem ente, algunos ciudadanos sacan fuerzas para empezar enseguida las reparaciones, e incluso una mujer barre cuidadosamente la acera delante de su casa.
"Los soldados sirios, en Sin el Fil, ?te imaginas?". Los beirut¨ªes de uno y otro lado de la l¨ªnea verde, que hasta ahora divid¨ªa la capital entre el sector cristiano y el musulm¨¢n, no salen de su asombro. No s¨®lo durante los ¨²ltimos meses, sino desde hace a?os, comentaban tal posibilidad, pero, deseada o temida, no se la terminaban de creer. Hoy, los hombres de Damasco patrullan orgullosos las calles desde las que antes se les bombardeara.
Beirut se supera a s¨ª mismo tras cada batalla. Mientras "el poder", como denomina a la Administraci¨®n la prensa franc¨®fona libanesa, se empe?a en la reunificaci¨®n, los habitantes de la capital contin¨²an su lucha por la supervivencia. Hartos de la incomunicaci¨®n a que les conden¨® la guerra intercristiana de la pasada primavera, que acab¨® con las ¨²ltimas l¨ªneas de tel¨¦fono y t¨¦lex de que dispon¨ªa el pa¨ªs, se han abonado a la Telef¨®nica chipriota.
El general
Como la instalaci¨®n de generadores resulta demasiado ruidosa y requiere molestarse en buscar gas¨®leo, los beirut¨ªes han inventado el enganche. Hoteles u otras empresas con un gran generador se han convertido en suced¨¢neo de centrales el¨¦ctricas y alquilan cables a 75 d¨®lares (7.500 pesetas) al mes por 12 horas de electricidad diarias. A falta de cable, Encarna y Naserat han instalado en su casa un timbre de pilas para evitar que las visitas pasen de largo. Para Roger, si el pa¨ªs no deja de funcionar con pilas en el plazo de un a?o, ser¨¢ ¨¦l quien pase y emigre, incapaz de soportar otra batalla.
La obligada compa?¨ªa de los soldados libaneses les legitima. ?stos, con una cinta blanca en el brazo izquierdo para diferenciarse de sus compa?eros de armas leales a A¨²n, hubieran preferido hacer solos el trabajo, pero, como reconoce un capit¨¢n en la sede de la presidencia, "su ayuda era necesaria".
Los sirios, satisfechos
En el paso de la galer¨ªa Seman, que une la barriada shi¨ª con el sector cristiano de la capital, a los sirios se les ve satisfechos, a pesar de las 40 bajas que tuvieron durante el asalto al palacio de Baabda. Dan paso a los veh¨ªculos como si fueran guardias de tr¨¢fico vocacionales, e incluso paran a uno de sus furgones de transporte de tropas. Pero lo m¨¢s incre¨ªble es que a ambos lados de la calle, en las ruinas desmoronadas de lo que alg¨²n d¨ªa fueron edificios de apartamentos, se asoman sonrientes inquilinos que, por primera vez en siete a?os, ven pasar a alguien bajo sus balcones.
[Una pr¨®xima cumbre siriolibanesa deber¨¢ examinar en Damasco la reestructuraci¨®n del Gobierno liban¨¦s, la disoluci¨®n de las milicias y la continuidad del proceso de reunificaci¨®n de Beirut y de sus alrededores, indic¨® ayer una fuente oficial a France Presse.]
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.