Camioneros
Inesperadamente, cuando este pa¨ªs se sent¨ªa part¨ªcipe de la opulencia occidental y el dinero corr¨ªa a es puertas por las ca?er¨ªas bancarias, nos ha sobrevenido el terror de las neveras vac¨ªas. De pronto, unos fornidos camioneros de irritaci¨®n tatuada nos obligan al findus y al atasco y nos sobreviene el at¨¢vico miedo a la peque?a hambre de los hartos esa hambre que nos reconcilia con el garbanzo y la patata y nos trae re cuerdos literarios de restricciones y racionamiento, de caf¨¦ de achicoria y de hatillos de matute. Si los transportistas siguen as¨ª, ?cu¨¢ntos bol¨ªgrafos Cartier daremos al pescadero a cambio de una lubina fresca? ?Nos alcanzar¨¢ media docena de corbatas de Moschino para pagar la fabada en lata que nos ofrecer¨¢n como plato ¨²nico en los mejores restaurantes? Cre¨ªamos ser medianamente ricos y ahora resulta que el dinero es s¨®lo una convenci¨®n in¨²til cuan do los camiones se detienen. Ahora resulta que todo el montaje se sustenta sobre unos cuantos se?ores que llevan cosas de un lado a otro. Y ahora, los pobres y despistados pro gres no sabemos si estar a favor del derecho de huelga de unos trabaja dores o en contra de unos sabotea dores del sistema.Con esta huelga de efectos estrat¨¦gicos no hacemos otra cosa que re coger el descr¨¦dito y el desinter¨¦s con que la derecha y tambi¨¦n el Gobierno vienen obsequiando a las grandes centrales sindicales. Duran te los ochenta, unos y otros se han ensa?ado, por motivos distintos, en un tenaz desprestigio de los sindica tos de clase. En vez de considerarlos una pieza fundamental del sistema se los ha relegado al ostracismo. Bien poco se ha hecho para dignificar la cultura sindical y para fortalecer el papel did¨¢ctico de las grandes centrales. Ah¨ª lo tenemos: peque?os sindicatillos corporativos surgen por todo el pa¨ªs sin m¨¢s tradici¨®n que la del espontane¨ªsmo y la acci¨®n televisable. S¨¦ quiso aislar al enemigo y hoy somos un pa¨ªs de aislados.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.