Iniciativas espa?olas
EN LOS ¨²ltimos meses, Espa?a ha tomado dos iniciativas en pol¨ªtica exterior que merecen reflexi¨®n. Por un lado, el ministro Fern¨¢ndez Ord¨®?ez present¨® ante la conferencia de Mallorca sobre los problemas ecol¨®gicos del Mediterr¨¢neo una propuesta de conferencia de cooperaci¨®n entre los pa¨ªses de la cuenca de este mar inspirada en la experiencia de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperaci¨®n en Europa (CSCE). Por otro, el rey Juan Carlos se ha dirigido a los jefes de Estado de los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina para convocarles a una cumbre que tendr¨¢ lugar en Espa?a en 1992. El Mediterr¨¢neo y Am¨¦rica Latina, tan estrechamente asociados a Espa?a durante largas etapas de nuestra historia, adquieren ahora un rango superior, y m¨¢s articulado, en las perspectivas de nuestra pol¨ªtica exterior.El proyecto de una conferencia sobre seguridad y cooperaci¨®n en el Mediterr¨¢neo es muy ambicioso, y su realizaci¨®n s¨®lo puede concebirse con una visi¨®n de futuro. Existen hoy problemas acuciantes -Palestina, la agresi¨®n iraqu¨ª- que afectan directamente a los pa¨ªses mediterr¨¢neos y que requieren los m¨¢ximos esfuerzos para resolverlos. En este clima no es peque?a cosa que un grupo importante de pa¨ªses -Francia, Italia, Portugal, Espa?a y las cinco naciones de la Uni¨®n Magreb¨ª- hayan acogido positivamente la idea, en la reuni¨®n celebrada en Roma, y, sin compromiso formal por ahora, hayan previsto estudiar conjuntamente sus diversos aspectos.
Desde el principio se han manifestado ciertas discrepancias francesas a la propuesta espa?ola, sin duda por cierto af¨¢n de protagonismo y por un deseo -por otra parte leg¨ªtimo- de centrar los esfuerzos en la parte occidental del Mediterr¨¢neo. Sin embargo, no parece que esas discrepancias puedan da?ar su desarrollo. Por otra parte, no es atendible la objeci¨®n de que el momento no era adecuado para lanzar la idea, en plena crisis del Golfo. Por el contrario, si hay un dato de la pol¨ªtica europea que llama la atenci¨®n con motivo de dicha crisis es precisamente la insuficiente atenci¨®n a los pa¨ªses de la otra ribera del Mediterr¨¢neo, es decir, a las relaciones con el mundo ¨¢rabe. En cambio, lo que las realidades del momento s¨ª aconsejan es no simplificar la comparaci¨®n entre la CSCE y el proyecto mediterr¨¢neo. Las diferencias culturales y econ¨®micas son mucho m¨¢s acusadas en este segundo caso, lo que deber¨ªa estimular desde ahora el estudio de los campos en que una cooperaci¨®n es posible, y no s¨®lo centrarse en los econ¨®micos.
En todo caso, los aspectos de cooperaci¨®n econ¨®mica y tecnol¨®gica son decisivos. Y ello obliga a subrayar que se trata de preparar una cooperaci¨®n verdaderamente europea. S¨®lo con la CE ser¨¢ posible asumir el tipo de cooperaci¨®n necesaria para que el proyecto de conferencia mediterr¨¢nea pueda tener viabilidad. Para Espa?a no hay incompatibilidad entre colocar a Europa en el centro de su pol¨ªtica y dinamizar a la vez las otras dos zonas de nuestra actividad internacional: el Mediterr¨¢neo y Am¨¦rica Latina.
El contenido de la reuni¨®n convocada por el Rey deber¨¢ ser concretado por v¨ªa diplom¨¢tica en el tiempo que queda hasta 1992. Pero es importante que, ya desde ahora, el objetivo de una mayor cooperaci¨®n latinoamericana haya recibido una acogida positiva. Incluso la demanda de M¨¦xico, ulteriormente aceptada, de una primera reuni¨®n en dicho pa¨ªs en 1991 ayuda a perfilar lo que debe ser la actitud espa?ola: huir de todo lo que pueda parecer paternalismo, consciente de que la modestia es la virtud del que est¨¢ seguro de las razones de su iniciativa. Hace falta evitar desde ahora la reca¨ªda en una pol¨ªtica obsesionada por el escaparate y la ret¨®rica. Empresa dif¨ªcil que exige sobre todo imaginaci¨®n y esp¨ªritu renovador. En todo caso, las dos iniciativas de nuestra diplomacia confirman un despertar bien orientado de nuestra actividad exterior.
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