Las dos decisiones de Julian Besteiro
La reacci¨®n de la opini¨®n espa?ola ante el 502 aniversario de la muerte de Juli¨¢n Besteiro se ha caracterizado por una dignidad y buen sentido que merece elogio. La prensa nacional en particular, incluidos algunos diarios justamente criticados desde perspectivas pol¨ªticas e intelectuales identificadas con el proyecto socialdem¨®crata espa?ol, han tratado con rigor y extensi¨®n la figura del dirigente socialista. Lo mismo puede decirse de la televisi¨®n estatal. Desde una perspectiva acad¨¦mica, hay que anotar la reedici¨®n corregida y aumentada del notable estudio de E. Lamo de Espinosa, publicado ahora con la colaboraci¨®n de M. Contreras, as¨ª como la celebraci¨®n del simposio de Carmona bajo el impulso de la Fundaci¨®n Sistema. Estas y algunas cosas m¨¢s dejan en muy segundo plano el lamentable error del Partido Popular en el Congreso de los Diputados. Un error que no hace sino poner de manifiesto la capacidad de algunos hombres de la derecha espa?ola para ponerse a la cabeza de cualquier iniciativa pol¨ªtica que tenga como objetivo perjudicar sus intereses.Las sugestivas ponencias presentadas en Carmona (las de J. Marichal, J. de Zulueta, E. D¨ªaz, S. Juli¨¢, V. Zapatero y las de los ya citados E. Lamo y M. Contreras), adem¨¢s de algunas de las intervenciones de otros asistentes, subrayaron en distinta medida dos decisiones de enorme importancia en la vida p¨²blica del dirigente socialista: una fue su adhesi¨®n a la iniciativa protagonizada por el coronel Casado en los momentos finales de la guerra civil; la otra, su postura ante la llegada de la II Rep¨²blica espa?ola.
En la reuni¨®n de Carmona se habl¨® bastante de la primera decisi¨®n. El tema fue planteado por J. de Zulueta, y muy especialmente por El¨ªas D¨ªaz. Por decirlo en pocas palabras, mi opini¨®n al respecto es que no debe insistirse en las disculpas al error de Besteiro por resultar sumamente dudosa la existencia misma del error. Alcanzada la ¨ªntima convicci¨®n acerca del car¨¢cter inevitable de la derrota republicana, no s¨®lo resultaba obligada la b¨²squeda de la paz, sino que, a la altura de marzo de 1939, era exigible negociar la rendici¨®n. La decisi¨®n de Besteiro implicaba grandeza moral y prudencia pol¨ªtica, aunque indudablemente dejaba abierto el problema de los medios para su puesta en pr¨¢ctica. Juli¨¢n Besteiro no pod¨ªa actuar dentro de la legalidad en defensa de su leg¨ªtimo punto de vista por la simple raz¨®n d¨¦ que, al fin de la guerra civil, la legalidad republicana se encontraba lo suficientemente desfigurada como para amparar procedimientos de excepci¨®n del tipo a los que se sum¨® el dirigente socialista.
Entender y justificar el proceder de Besteiro obliga a un pronunciamiento respecto a la posici¨®n de los que, representados por Juan Negr¨ªn, se opusieron a su l¨ªnea de actuaci¨®n. Se?alaba muy justamente Santos Juli¨¢ la predisposici¨®n a condenar a Negr¨ªn de quienes han cre¨ªdo necesario salir en defensa de Besteiro. Y lo mismo podr¨ªa decirse en sentido contrario.
Sin ning¨²n ¨¢nimo de condena a lo que Negr¨ªn represent¨®, acaso todo lo contrario, deben recordarse los serios obst¨¢culos que se interpon¨ªan entre el fin de las hostilidades y la persistencia de su Gobierno. Es cierto que el pol¨ªtico canario intent¨® la paz. Tan cierto como que junto a esos intentos estaban presentes otras circunstancias que dificultaban la eficacia de esos intentos. Las m¨¢s o menos reales esperanzas en la definitiva internacionalizaci¨®n del conflicto se daban la mano con las igualmente confusas, pero no imaginarias, estrategias estalinistas. Y junto a ello, acaso por encima de ello, se encontraba la l¨®gica militar, la exaltaci¨®n belicista de un ej¨¦rcito derrotado pero no aniquilado. Una prioritaria b¨²squeda de la paz desde el Gobierno de Negr¨ªn hubiera debido empezar por lo que nunca se hizo: dar paso a interlocutores pol¨ªticos en mejores condiciones para lograr la empresa. Si a esto se une la evidencia de que buscar la paz no era exactamente lo mismo que negociar la rendici¨®n en las condiciones menos adversas para los vencidos, creo que sobran argumentos en favor de la decisi¨®n de Besteiro sin que ello fuerce a ignorar las razones de Negr¨ªn y sus soportes pol¨ªticos.
La segunda decisi¨®n de Juli¨¢n Besteiro, la actitud a tomar ante la II Rep¨²blica, es menos dram¨¢tica, pero seguramente mucho m¨¢s importante para la pol¨ªtica de aquellos a?os. Sobre ella se habl¨® menos en Carmona. La negativa de Besteiro a la colaboraci¨®n gubernamental en el bienio aza?ista ser¨ªa superada ampliamente dentro de su partido. Sin embargo, esa negativa, a la que andando el tiempo se sumar¨ªa la del socialismo caballerista por razones bien diferentes, est¨¢ en la ra¨ªz de los problemas del r¨¦gimen republicano. El fracaso de un proyecto socialdem¨®crata espa?ol, al que se sumar¨ªa el a¨²n m¨¢s grave fracaso del sistema democr¨¢tico, es inseparable de las desconfianzas de todo signo acumuladas en el momento en torno a la situaci¨®n creada a partir de abril de 1931.
La particular desconfianza de Juli¨¢n Besteiro no es atribuible, cuando menos sustancialmente, a la alegada hondura ¨¦tica de su personalidad, circunstancia que le dificultar¨ªa la colaboraci¨®n con los republicanos. Por el contrario, creo que esa desconfianza hay que buscarla en la no superaci¨®n -en contraste con lo que estaba sucediendo ya en el periodo de entreguerras- de algunos de los escollos doctrinales generados en el seno de la II Internacional. Viejos prejuicios del marxismo vulgar se fusionaron en Besteiro con la fidelidad a determinados componentes del pablismo, seguramente tambi¨¦n con rasgos profundos de su propia personalidad, para rechazar un leal y expl¨ªcito proyecto de colaboraci¨®n con cuantos estaban interesados en 1931 en el asentamiento de una democracia progresista.
Su razonable actitud ante octubre de 1934 no parece que supusiera la sustancial rectificaci¨®n de una tendencia al aislamiento, inevitable en quien no ten¨ªa argumentos pol¨ªticos sustanciales que oponer a un proyecto socialdem¨®crata que hubiera podido esperarse ¨¦l mismo encabezase. Quiz¨¢s no sea trabajo del polit¨®logo ni del historiador someter ajuicio al protagonista pol¨ªtico. Pero no parece gratuito subrayar, algo m¨¢s de lo que se ha subrayado, el alcance de una decisi¨®n pol¨ªtica de Besteiro que afectar¨ªa gravemente al destino pol¨ªtico de Espa?a.
Andr¨¦s de Blas Guerrero es catedr¨¢tico de Teor¨ªa del Estado de la UNED.
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