La huelga dej¨® a Madrid sin taxis durante seis horas

Viene de la p¨¢gina 1Numerosos ciudadanos expresaron su protesta por los, perjuicios que les ocasion¨® la huelga de taxis, sobre todo en las estaciones de autobuses y ferrocarril de la ciudad y en el aeropuerto de Barajas, donde los viajeros cargados de voluminoso se afanaban en buscar un medio de transporte alternativo. Otro sector especialmente afectado por el paro fueron los enfermos y ancianos que acuden a tratamiento en los hospitales y ambulatorios que, por su edad o dolencias f¨ªsicas, no pueden utilizar otros medios como el metro o el autob¨²s.

El aeropuerto de Barajas fue, sin duda, el enclavo m¨¢s afectado. Desde las seis de la ma?ana, grupos de conductores que se negaban a ser considerados piquetes de huelga "informaban" a sus compa?eros de la convocatoria de paro hasta las doce de la ma?ana. Durante los primeros momentos de la huelga se registraron enfrentamientos verbales entre estas personas y los taxistas que intentaban recoger a los pasajeros que los requer¨ªan. Algunos se fueron con la luna rota.

A medida que avanzaba la ma?ana, se hac¨ªa imposible para los cientos de viajeros que iban llegando encontrar un taxi dispuesto a llevarles a su destino en la capital. Los autobuses de la l¨ªnea especial Barajas de la EMT, conocidos como los amarillos, no daban abasto, a pesar de que la direcci¨®n de la empresa hab¨ªa aumentado su frecuencia con vistas al desastre, a recoger a los numerosos viajeros que, una vez comprobada la seriedad de la situaci¨®n, se resignaban a cargar con su equipaje y aterrizar con ¨¦l en la plaza de Col¨®n -fin de trayecto del ¨®mnibus- con la esperanza de que la cercan¨ªa de la civilizaci¨®n urbana (metro y autocares) resolviese sus problemas de transporte.

En el fin del mundo

Las cabinas telef¨®nicas del aeropuerto comenzaron a rebosar de impecables ejecutivos que, viendo perdida la ma?ana de gestiones en Madrid, venc¨ªan el reparo de llamar a sus familiares, amigos o conocidos en la capital y les rogaban que fueran a recogerlos al fin del mundo que se hab¨ªa convertido Barajas para ellos. No eran pocos los que, pegada la oreja a su predecesor en la cola del tel¨¦fono, se apuntaban al viaje.

Cada vez m¨¢s cercana la hora de la reanudaci¨®n del trabajo, muchos viajeros apa?aban el viaje con los ociosos taxistas que paseaban por la v¨ªa de servicio del aeropuerto y se iban despu¨¦s a quemar la espera delante de un caf¨¦ o una copa en.el bar del recinto. A pocos minutos de las doce, como por ensalmo, las hasta entonces desiertas ¨¢reas de aparcamiento de taxis comenzaron a llenarse y, justo al mediod¨ªa, dispuestos como en la parrilla de salida de los grandes premios automovil¨ªsticos, cientos de coches blancos con el cartel de libre ondeando en el parabrisas se abalanzaron sobre la fila de ansiosos pasajeros que les esperaban a cien metros. La huelga hab¨ªa terminado.