El ¨²ltimo dandi
Va a cumplir dentro de poco 80 a?os y sigue tan vivaz y alerta como siempre. El mejor elogio suyo que se me ocurre es que no puedo imagin¨¢rmelo profesor: ha nacido sin c¨¢tedra lo mismo que otros la llevan en la jeta desde peque?itos. "C¨¢ndido y diab¨®lico" le llam¨® el escritor italiano Pietro Citati tras hacerle una visita, ampliando despu¨¦s as¨ª su retrato parad¨®jico: "Elegante epic¨²reo, imita los furores b¨ªblicos; nutrido de aspiraciones m¨ªsticas, es el m¨¢s esc¨¦ptico de los individuos. Mundano y eremita, punzante y cort¨¦s, reposado y col¨¦rico, profeta y tolerante, dividido entre la avidez de la vida y el sentido de la irrealidad de las cosas". Un perfecto diletante trascendental, como lo fueron Montaigne, Pascal o el propio Nietzsche. El ¨²ltimo dandi en el sentido menos cursi del t¨¦rmino, el que corresponde a bohemios insustituibles como Baudelaire o Villiers, capaz de darse el lujo de rechazar la invitaci¨®n de Bernard Pivot a Apostrophes arguyendo: "No quiero que a la gente le suene mi cara y se me estropee el mayor placer de mi vida, los paseos por el jard¨ªn de Luxemburgo...".
Vive en el coraz¨®n del barrio Latino de Par¨ªs, a pocos pasos del teatro Ode¨®n. Su pisito es min¨²sculo, poco m¨¢s que una chambre de bonne, con el retrete comunitario en el descansillo de la escalera. El esp¨ªritu sopla donde quiere y all¨ª est¨¢ uno de los altos lugares de peregrinaci¨®n intelectual de Europa. Pronto har¨¢ 20 a?os que lo frecuento, y al entrar me llevo la primera sorpresa: han puesto ascensor. Pero prefiero cumplir el ritual y trepo los escarpados cinco pisos con la jadeante ilusi¨®n de siempre. ?Encontrar¨¦ otras novedades? Cuando le telefone¨¦ para concertar esta entrevista me sent¨ª en la obligaci¨®n de avisarle, medio en broma: "Cioran, que me dicen que debo intentar mostrar un lado nuevo e ins¨®lito de su personalidad". "?Pues d¨ªgales que ahora creo en el progreso!", respondi¨® riendo. "Es que como apareci¨® un art¨ªculo suyo en mi peri¨®dico", le record¨¦ t¨ªmidamente, "con motivo de la ca¨ªda de Ceaucescu..., un art¨ªculo pol¨ªtico y hasta optimista...". "Cosas que uno hace, ya sabe, la propensi¨®n al rid¨ªculo. En realidad, hemos cambiado de cat¨¢strofe". Y le o¨ª re¨ªr otra vez, pero ahora casi seriamente.Pregunta. Cioran, usted antes nunca hab¨ªa hablado p¨²blicamente de la situaci¨®n en Rumania. Pero ahora ha hecho varias declaraciones sobre los ¨²ltimos acontecimientos de su pa¨ªs natal. ?Por qu¨¦?
Respuesta. No pod¨ªa hacerlo, compr¨¦ndalo. Tengo familia all¨ª, mi propio hermano. En cambio, yo estaba aqu¨ª. en Par¨ªs, a cubierto... Pero hace unos meses yo estaba en una comida y se ha blaba de los acontecimientos en Hungr¨ªa, en Polonia, en Checoslovaquia, en todos esos pa¨ªses. Un tipo muy insolente me pregunt¨®: "?Y de Rumania, qu¨¦?". Le dije: "No quiero decir nada". El tipo se puso furioso y yo en el fondo le comprend¨ª, porque tambi¨¦n sent¨ªa rabia. Entonces decid¨ª escribir un art¨ªculo contra los rumanos. Lo iba a titular: La nada v¨¢laca. Cuando estaba a punto de hacerlo, ocurrieron todos los sucesos de Rumania. Confieso que sent¨ª cierto entusiasmo: ?era la primera vez que los rumanos despertaban en los ¨²ltimos 50 a?os!
P. ?Y qu¨¦ opina de la situaci¨®n actual?
R. Como no he ido all¨ª, no tengo un contacto directo con la realidad presente. Hace poco vinieron unos j¨®venes a verme, en torno a los 20 a?os, y me causaron muy buena impresi¨®n por su nivel intelectual. Por lo que s¨¦, los j¨®venes son la ¨²nica realidad de Rumania. En cuanto a lo dem¨¢s, los viejos, la situaci¨®n pol¨ªtica, no tengo buena opini¨®n. No ha habido al parecer un verdadero cambio tras la ca¨ªda de Ceaucescu. Las cosas siguen siendo bastante parecidas, salvo en un punto importante: ahora hay libertad de expresi¨®n, se puede criticar al Gobierno, etc¨¦tera. ?sa es la ¨²nica novedad realmente positiva. Por lo dem¨¢s, los intelectuales est¨¢n bastante decepcionados. Y veo que todo el mundo que viene de all¨ª a Par¨ªs quiere quedarse en Francia, lo cual, como usted comprender¨¢, no es posible. Se imaginan que en Occidente todos los problemas est¨¢n resueltos.
P. Hablemos un poco de la nueva Europa que se est¨¢ gestan do. Por ejemplo, la uni¨®n de Alemania. ?Se trata de una esperanza o de una amenaza?
R. Rotundamente , no es una amenaza. Ya s¨¦ que mucha gente ve esa uni¨®n con miedo, sobre todo en Francia, pero mi opini¨®n es que se equivocan. No hay peligro en Alemania, porque los ale manes, finalmente, han comprendido. Ha hecho falta un monstruo como HitIer para que aprendiesen la lecci¨®n, pero ya es un hecho, y no creo que pueda haber vuelta atr¨¢s.
Xenofobia
P. Tambi¨¦n preocupa hoy el ascenso del racismo y la xenofobia.
R. Mire, la realidad es que Francia, por ejemplo, se siente invadida. Hace tiempo me atrev¨ª a hacer una profec¨ªa: dije que dentro de 50 a?os la catedral de Notre Dame ser¨ªa una mezquita Hace poco, un hombre pol¨ªtico importante me coment¨® que yo era un optimista, que se habr¨ªa convertido en mezquita mucho antes... Como usted sabe, soy ap¨¢trida, una condici¨®n que con viene mucho con mis ideas. Todos los a?os debo ir a renovar mis papeles a una oficina situada en una barriada perif¨¦rica de Par¨ªs y es un tr¨¢mite r¨¢pido y sencillo. Este a?o he encontrado colas inmensas de ¨¢rabes, negros y gentes de todas partes. Hab¨ªa mucha polic¨ªa, peleas, etc¨¦tera Son cosas que crean un malestar muy cierto. Naturalmente, este malestar es aprovechado luego por la extrema derecha, pero, m¨¢s all¨¢ de la derecha o de la izquierda, el problema subsiste. Se nota una sensaci¨®n de impotencia, y nadie es capaz de ver una salida. La realidad es que en Francia, como en el resto de la Europa occidental, nadie quiere ya dedicarse a trabajos manuales, y por eso han debido recurrir a gente de fuera. Pero cuando una civilizaci¨®n renuncia al trabajo manual est¨¢ perdida. En mi juventud le¨ª mucho a Spengler, a quien ahora ya nadie cita. Desde luego, sus opiniones pol¨ªticas eran bastante sospechosas, pero creo que su diagn¨®stico era fundamentalmente justo, aunque estuviese muy condicionado por la decadencia de la Alemania de su ¨¦poca. Nuestra civilizaci¨®n est¨¢ cansada... Por mi parte, sigo este asunto con aut¨¦ntica fascinaci¨®n. ?A fin de cuentas, no a todo el mundo les es dado presenciar una decadencia!
P. Ha citado usted a Spengler, una antigua lectura. Me pregunto qu¨¦ lee usted ahora. ?Obras nuevas o m¨¢s bien se dedica a la relectura?
R. Ahora leo con mayor libertad que antes, porque he renunciado a escribir. Ya no tengo ning¨²n proyecto, de modo que puedo leer lo que se me antoje, cosas que se me hab¨ªan ido acumulando durante a?os en la biblioteca. Por ejemplo, un estudio en cuatro vol¨²menes sobre Pascal y su siglo. Cosas as¨ª. Pensamiento filos¨®fico, pero sobre todo filosof¨ªa de la historia. Y tambi¨¦n muchas biografias. Otro signo de fatiga, ?ve usted?, la afici¨®n a las biograf¨ªas.
P. Perm¨ªtame una pregunta que quiz¨¢ le parezca algo tonta. Si pudiera usted firmar una obra de las que admira, apropi¨¢rsela, ?cu¨¢l elegir¨ªa?
R. La de alguno de esos tipos que han vivido con esperanza una revoluci¨®n y luego han sido decepcionados por ella.
Decepci¨®n revolucionaria
P. ?Chamfort, por ejemplo?
R. ??se es un ejemplo perfecto! Amo a esos personajes que han vivido la ilusi¨®n y la decepci¨®n revolucionaria, cualquiera que sea su orientaci¨®n pol¨ªtica. La revoluci¨®n francesa produjo muchos, desde luego. Son gente que han tenido ocasi¨®n de entender por fin.
P. Actualmente se dice que los intelectuales est¨¢n demasiado pendientes de los medios de comunicaci¨®n, la televisi¨®n, etc¨¦tera. Usted se ha mostrado reacio a esas seducciones, pero no puedo negar que ahora es muy conocido. Yo tuve el privilegio de encontrarle cuando a¨²n muy pocos sab¨ªan de su existencia.
R. ?Entonces yo no exist¨ªa! Y cr¨¦ame, era perfecto. Pienso que no es bueno para un escritor saberse conocido. En mi caso, la explicaci¨®n es muy sencilla: se debe al libro de bolsillo. Desde luego, no estoy contra el libro de bolsillo, porque es lo que leen los j¨®venes. Desde que aparec¨ª en bolsillo recibo muchas cartas de j¨®venes, muchas m¨¢s de las que puedo contestar. Pero el periodo m¨¢s interesante de mi vida, al menos para m¨ª, fue cuando nadie me conoc¨ªa. Yo iba a las cenas, a los c¨®cteles, y la gente preguntaba: "?Qui¨¦n ser¨¢ este tipo?". Sab¨ªan que era amigo de Beckett, de Ionesco, etc¨¦tera, pero en el fondo no sab¨ªan nada de m¨ª. Ahora, ya
El ¨²ltimo dandi
ve usted... Cansa eso de que le conozcan a uno. Pero, en fin, otras desgracias mayores hay.P. En Espa?a y en Latinoam¨¦rica hay una notable pol¨¦mica en la actualidad en torno a la celebraci¨®n de? V Centenario del Descubrimiento de Am¨¦rica. Unos dicen que fue un gran acontecimiento civilizatorio y otros hablan de las matanzas, etc¨¦tera. ?Cree usted que se puede celebrar la historia?
R. ?No, por favor, la historia es una matanza! Es lo mismo que ha ocurrido aqu¨ª el a?o pasado con motivo de la revoluci¨®n francesa. Si uno lee los grandes estudios' abstractos, las teor¨ªas, las proclamas de la ¨¦poca, muy bien; pero cuando se leen las memorias de quienes vivieron esos acontecimientos se da uno cuenta de que fueron espantosos. Lo que es bueno para la historia es malo para los individuos: hay que leer memorias para comprender eso. En la revoluci¨®n francesa comenz¨® el h¨¢bito de la delaci¨®n, que los franceses han conservado luego, como se vio durante la II Guerra Mundial.
P. Hablando de Francia, parece que hay un perceptible declinar en la influencia de la lengua francesa frente al auge del ingl¨¦s y del espa?ol.
R. S¨ª, es la gran perdedora. Se trata de una verdadera cat¨¢strofe. F¨ªjese, cuando los franceses han llegado a Rumania tras la ca¨ªda de Ceausescu para prestar su ayuda econ¨®mica se han encontrado con que todo el mundo sabe hablar franc¨¦s. ?Sabe usted por qu¨¦? Porque la dictadura comunista les ha mantenido separados del resto del mundo. En Rumania siempre hubo pasi¨®n por la cultura francesa, todo el mundo quer¨ªa leer en franc¨¦s e ir a Francia. ?Algo casi morboso! Tras Francia y B¨¦lgica, ha sido el tercer pa¨ªs en la difusi¨®n de libros en franc¨¦s. La dictadura ha conservado ese entusiasmo al separar a la gente del resto del mundo. Pero ahora los m¨¢s j¨®venes empiezan ya a aprender ingl¨¦s. ?Ve usted? Eso es la historia: el devenir de lo irreparable.
El primer libro
P. Siempre me ha llamado la atenci¨®n que, a pesar de su tono pesimista, sus libros siempre tienen algo parecido a la alegr¨ªa, al humor, una especie de alacridad en la domilici¨®n.
P. ?Sabe usted por qu¨¦? Porque escribir es para m¨ª una terap¨¦utica, exactamente eso. He escrito para curarme. El primer libro de mi vida, En las cimas de la desesperaci¨®n (recientemente aparecido en franc¨¦s y en v¨ªas de traducci¨®n al espa?ol), lo escrib¨ª -en rumano, naturalmente- para no suicidarme. Yo soy hijo de un sacerdote ortodoxo, y a los 21 o 22 a?os, cuando acab¨¦ mis estudios en Sibiu, pas¨¦ por una crisis terrible. No pod¨ªa dormir. Creo que el insomnio sistem¨¢tico es algo as¨ª como un aperitivo del infierno... Me pasaba toda la noche paseando por las calles de esa preciosa ciudad de Transilvania, entre las putas, mis compa?eras de nocturnidad. Mis padres estaban desesperados porque no sab¨ªan c¨®mo iba a acabar eso, y yo no pensaba m¨¢s que en el suicidio. Entonces escrib¨ª mi primer libro y as¨ª me alivi¨¦ un poco. Pero creo que lo que me salv¨® del todo fue venirme a Francia. Si hubiera seguido en Rumania, no creo que lo hubiese conseguido. Mi obsesi¨®n era Par¨ªs. ?Vivir en Par¨ªs y no hacer nada! Consegu¨ª una beca por tres a?os que me permiti¨® cumplir ese sue?o. Me vine aqu¨ª sin profesi¨®n, sin trabajo, sin nada, y as¨ª viv¨ª. Lo ¨²nico que hice fue recorrerme Francia en bibicleta.
P. En efecto, ahora recuerdo que ha sido usted un gran ciclista. Hace a?os, en un programa radiof¨®nico sobre el ciclismo en Francia, le entrevistaron a usted. ?Ha llegado a competir alguna vez?
R. No, competir no, pero ya le digo que me recorr¨ª toda Francia en bicicleta. Durante meses, la Costa Azul, Provenza, todo... Era en v¨ªsperas de la Segunda Guerra Mundial. Como no ten¨ªa dinero para ir a hoteles, paraba en los albergues de juventud, que estaban fundamentalmente en manos de cat¨®licos y de comunistas. As¨ª llegu¨¦ a conocer muy bien las opiniones y la disposici¨®n pol¨ªtica de los franceses. Ver¨¢ lo que ocurri¨®, es divertido. Entonces nombraron a mi amigo Mircea Eliade agregado cultural en Londres; al pasar por, Par¨ªs me pregunt¨® c¨®mo ve¨ªa yo el ambiente en Francia ante la guerra que se preparaba. Le dije rotundamente que los franceses no luchar¨ªan. Eliade se lo coment¨® al embajador rumano en Londres, y ¨¦ste se lo comunic¨® a los ingleses. No le creyeron, porque hab¨ªan enviado a un observador, un lord o algo as¨ª, que se entrevist¨® con unos cuantos intelectuales en Par¨ªs y volvi¨® convencido de la disposici¨®n b¨¦lica reinante. ?Claro, no todo el mundo tiene la suerte de dormir en albergues de juventud, que es la forma de enterarse de las cosas! Al final de la guerra recib¨ª una invitaci¨®n a almorzar del embajador rumano, al que yo no conoc¨ªa. Me dijo que los ingleses se hab¨ªan quedado muy impresionados por su clarividencia cuando la guerra comenz¨® y result¨® que los franceses, en efecto, no lucharon. "Pero, ?c¨®mo lo sab¨ªa usted?", le preguntaban. Y ¨¦l respond¨ªa con misterio: "Me lo han dicho mis informadores...". El pobre hombre, un funcionario bastante mediocre, me estaba muy agradecido porque me deb¨ªa su momento de gloria en Londres.
P. ?Piensa usted volver a Rumania?
R. No, nunca. Ahora han intentado llevarme, pero me niego. ?Qu¨¦ sentido tiene volver a mi pa¨ªs despu¨¦s de 50 a?os de ausencia? Toda la gente que conoc¨ªa ha muerto, ser¨ªa como ir a un cementerio. Me gustar¨ªa, eso s¨ª, volver a ver mi pueblecito natal, Rasinari. Pero fui demasiado feliz en ¨¦l durante mi infancia y no soportar¨ªa verlo otra vez. Me gustar¨ªa hablar con los campesinos, con la gente del campo... El pueblo rumano es el m¨¢s esc¨¦ptico que hay: es alegre y desesperado a la vez. Por razones hist¨®ricas, cultiva la religi¨®n del fracaso. Recuerdo de mi infancia a un tipo, un campesino al que le correspondi¨® una gran herencia. Se pasaba el d¨ªa de taberna en taberna, siempre borracho, acompa?ado de un violinista que tocaba para ¨¦l. Mientras los dem¨¢s iban al campo a trabajar, ¨¦l paseaba de taberna en taberna, el ¨²nico hombre feliz del mundo. En cuanto o¨ªa el sonido del viol¨ªn yo corr¨ªa a verle pasar, porque me fascinaba. Se lo gast¨® todo en dos a?os y luego se muri¨®. No, no volver¨¦ a Rumania.
"Ya he escrito mucho"
P. ?Es cierto que no va a escribir nunca m¨¢s? Mire que ya me lo ha dicho antes muchas veces...
R. Ahora va en serio. Desde luego, la expresi¨®n alivia, pero yo ya he escrito mucho. Cinco libros en rumano y diez en franc¨¦s, ?es demasiado! Todo el mundo escribe demasiado, y yo no quiero caer en el mismo vicio. ?Para qu¨¦ multiplicar los libros? Abdico porque nadie quiere abdicar. Lo he dicho m¨¢s de una vez p¨²blicamente: ya he calumniado bastante al universo.
Se empe?a en acompa?arme hasta la plaza del Ode¨®n, como siempre, porque "Par¨ªs de noche es peligroso". Inauguramos juntos el reciente ascensor de su casa. Cuando nos abrazamos para despedimos, le digo que estarnos de aniversario, que ya hace 20 a?os que nos conocemos. "No est¨¢ mal, ?eh?", comenta sonriendo. Y se aleja, y como siempre me quedo sin decirle lo m¨¢s importante, el orgullo y la ense?anza que me ha supuesto su amistad, la alegr¨ªa sin fallo ni ¨¦nfasis de su compa?¨ªa. Pero son cosas que quiz¨¢ no deben decirse. Al menos, no a Cioran.
Amor y muerte
Pregunta. Cioran, para quien piensa de veras, no hay m¨¢s que dos temas esenciales de reflexi¨®n, los m¨¢s t¨®picos, los ¨²nicos imprescindibles: el amor y la muerte. De un modo u otro, usted se ha referido muchas veces a ambos. A estas alturas de su vida, cuando dice que ya no quiere escribir m¨¢s, d¨ªgame una palabra sobre esas cuestiones.Respuesta. Pues la verdad es que yo he sido muy aficionado al trato con las putas. Las de antes, en mi juventud al menos, ten¨ªan una especie de sabidur¨ªa, una experiencia de la vida que no he encontrado en ninguna otra parte. Yo las frecuentaba mucho all¨¢ en Rumania, y aprend¨ª mucho, porque me gustaba hablar con ellas. ?Bueno, no s¨®lo hablar, claro! En mi breve temporada de profesor de instituto dec¨ªa a mis alumnmos que no quer¨ªa verles por el burdel a partir de las nueve de la noche: entonces comenzaba el turno de los profesores... Cierta noche, una me dijo que su marido acababa de morir. Era joven, guapa. Me dijo que cuando hac¨ªa el amor con alguien ve¨ªa su cad¨¢ver en la cama, a su lado. ?Hay que ir a los burdeles para escuchar cosas tan profundas! Por muy dudoso que sea ese romanticismo, siempre se aprende.
P. En ocasiones, usted ha reprochado a la filosof¨ªa occidental ocultar la presencia de la muerte, escamotear el cad¨¢ver.
R. Es curioso, pero hay quien no siente la obsesi¨®n de la muerte, su permanente acecho. Yo la he sentido siempre, sobre todo en los momentos de felicidad. Sobre todo en la felicidad. Es algo que no impide vivir, pero que da un tono distinto a la vida. Curiosamente, con la vejez disminuye esta obsesi¨®n. Marc¨® sobre todo mi juventud.
Budismo
P. Para quien no le conozca, usted puede resultar un personaje solitario, egoc¨¦ntrico, despegado de los dem¨¢s. Pero en realidad es usted una persona muy compasiva, siempre dispuesta a ayudar a los otros, aunque no lo convierta en doctrina edificante. ?No hay un fondo de budismo en esta actitud?
R. Durante mucho tiempo me consider¨¦ budista. Ahora, con la vejez, me he vuelto m¨¢s superficial, pero el budismo ha sido para m¨ª la religi¨®n. Lo del cristianismo me parecen tonter¨ªas, pero no el budismo... No necesito una religi¨®n, pero en caso de tenerla ser¨ªa la budista. S¨ª, no puedo negar que he ayudado a bastante gente. He impedido que muchos se suicidaran, ya ve usted. He defendido la idea del suicidio, pero les he dicho que no corre ninguna prisa... Recuerdo una ocasi¨®n en que durante tres horas pase¨¦ por el Luxemburgo con un ingeniero que quer¨ªa suicidarse. Al final le convenc¨ª de que no lo hiciera. Le dije que lo importante era haber concebido la idea, saberse libre. Yo creo que la idea del suicidio es lo ¨²nico que hace soportable la vida, pero hay que saber explotarla, no apresurarse a sacar las consecuencias. Es una idea muy ¨²til: ?deber¨ªan darse cursos sobre ella en los colegios!
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