Universalismo 'versus' unanimidad
En su ¨²ltimo art¨ªculo en este diario (?Bombardeada por unanimidad?, EL PA?S, 25 de octubre de 1990), Rafael S¨¢nchez-Ferlosio plantea una serie de objeciones a la unanimidad internacional contra la invasi¨®n de Kuwait por Irak (tan un¨¢nime y tan internacional es la condena que deber¨ªamos hablar de onunimidad) y sobre todo a la posible euforia despertada por este consenso en almas fuenteborreguiles partidarias de un orden mundial ¨²nico y efectivo por encima de las soberan¨ªas de los Estados nacionales. Como soy mencionado en se?alada compa?¨ªa entre estas ¨²ltimas y como el inter¨¦s del tema me parece prioritario, a?ado esta nota a lo ya dicho, no para zanjar la pol¨¦mica, sino, por el contrario, para azuzarle -a ¨¦l y a otros- a proseguirla.En el art¨ªculo de Ferlosio creo que hay un malentendido que me gustar¨ªa disipar y vanos bienentendidos cuyas implicaciones quisiera discutir. Consiste el primero, que ya viene arrastrando de alg¨²n art¨ªculo anterior, en su animosidad contra el universalismo ¨¦tico, entendido como coartada legitimadora de la imposici¨®n de la f¨¦rula de unos pocos pa¨ªses (encabezados por Estados Unidos) sobre la totalidad y diversidad de las gentes del planeta. Frente a semejante apisonadora moral, los adversarios -pierden hasta el ¨²ltimo derecho que se concede al peor enemigo, el de considerarse buenos seg¨²n su. leal saber y entender, Pues bien, no digo que semejante intento de autolegitimaci¨®n no exista en la ret¨®rica gubernamental de muchos, pero, desde luego, no debe ser confundida con la propuesta de universalismo ¨¦tico. No es este ¨²ltimo un reci¨¦n llegado al ¨¢mbito de la reflexi¨®n moral ni ha sido inventado ahora por causa de las urgencias b¨¦licas de la crisis del golfo P¨¦rsico. La conciencia ¨¦tica se pretende universal al menos desde los estoicos y todo el desarrollo moral durante los siglos que nos separan de ellos ha consistido, ante todo, en el intento de profundizar y adecuar hist¨®ricamente esa pretensi¨®n. Pero la universalidad no es una reclamaci¨®n a los otros, sino una exigencia para con uno mismo: la ¨¦tica no es universal porque uno quiera impon¨¦rsela a todos, sino porque uno decide impon¨¦rsela a s¨ª mismo para con todos. Lejos de ser la coartada de la unarlimidad forzosa, es el compromiso de respetar la libertad ajena y estar dispuesto a razonar el uso de la propia.
La unanimidad que alarma a Ferlosio, sin embargo, no proviene del universalismo ¨¦tico, sino de la posibilidad de que se imponga un orden pol¨ªtico mundial. Y de que tal orden no provenga del limpio acuerdo asambleario de todos los humanos, sino de juegos de intereses y del resultado de victorias militares. Tambi¨¦n la ONU, nos recuerda, es un fruto del derecho de guerra. Pues s¨ª, tiene raz¨®n: ?y qu¨¦? ?No provienen todas las democracias parlamentarias modernas de los intereses de burgueses contra nobles, precedidos por las reclamaciones de los nobles contra la realeza absoluta? ?No han surgido todas de revoluciones sangrientas y enfrentamientos armados? El derecho de sindicaci¨®n, la jornada laboral reducida, el voto femenino, la abolici¨®n de la esclavitud o de la pena de muerte, ?acaso no proviene todo ello de apasionados intereses reclamados muchas veces por las malas cuando no se pod¨ªa por las buenas? En m¨²ltiples ocasiones, concesiones hechas a rega?adientes por pol¨ªticos nada altruistas para cortocircuitar amenazas a su poder han a?adido conquistas irreversibles a la emancipaci¨®n pol¨ªtica de la mayor¨ªa. ?Vamos ahora a horrorizarnos de medios que nos han dado a unos cuantos derechos que es decente exigir para todos? ?No son algunas circunstancias hist¨®ricas, por turbias que las sepamos, m¨¢s prometedoras que otras en lo tocante a extender privilegios civilizadores, como la desmilitarizaci¨®n de los conflictos, la participaci¨®n pol¨ªtica, educaci¨®n, etc¨¦tera? En una palabra: el hecho de que ambas brotasen del derecho de guerra, como apunta Ferlosio, ?confiere id¨¦ntico rango pol¨ªtico a la dictadura de Franco y a la invenci¨®n de la ONU?
Ya s¨¦ que la expresi¨®n "orden mundial" no suena precisamente exaltante a o¨ªdos poco ordenancistas, que son los mejores. Raz¨®n ten¨ªa Julien Benda al desconfiar de la palabra orden apelando a que nunca los hombres, que han levantado estatuas a la libertad o a la justicia, han tenido el ministerial capricho de elevar un monumento al orden. Por otra parte, pensadores pol¨ªticos de nuestro siglo tan destacados como Hanna Arendt han aborrecido la idea de un supra-Estado mundial porque, a su juicio, acabar¨ªa con la acci¨®n pol¨ªtica, desarrollada por la b¨²squeda de la excelencia de las ¨¦lites antag¨®nicas en los diversos Estados nacionales. Y el propio Ferlosio protesta porque Sadam Husein (o cualquier otro conculcador de la onunimidad vigente) sean asimilados a "delincuentes" y tratados con represiva consecuencia por la gendarmer¨ªa internacional. Ahora bien, ?no es este camino el ¨²nico por el que puede advenir alguna transformaci¨®n positiva que vaya realizando efectivamente los ideales revolucionarios de la modernizaci¨®n democr¨¢tica? Por muy partidista e injusta que sea en sus comienzos (como lo fueron en su d¨ªa y hoy lo son a¨²n en gran medida las democracias nacionales), ?no es una autoridad internacional la ¨²nica posibilidad hist¨®rica de ir concluyendo la carrera de armamentos, de aliviar el hambre en el mundo, incluso de asegurar la supervivencia ecol¨®gica del planeta? ?Puede imaginarse otra esperanza para el Africa cada vez m¨¢s subdesarrollada, para Am¨¦rica Latina, para la India, para el inacabable contencioso entre palestinos y jud¨ªos? Me reprocha Ferloslo despachar de un plumazo la "rnitolog¨ªa" de las soberan¨ªas nacionales, amparo -le recuerdo- de la impunidad represiva de Shamir, de las atrocidades de Etiop¨ªa y Liberia, de la intangibilidad hasta ayer mismo de Ceausescu y compa?¨ªa. Pero ?no es la interdependencia econ¨®mica mundial la gran realidad contempor¨¢nea que la supuesta independencia pol¨ªtica nacional no hace sino enmascarar del modo m¨¢s da?ino y m¨¢s perpetuador del juego sucio? Si nos "dejamos por imposibles" unos a otros como buenos hermanos, seg¨²n el consejo del poemilla de Ferloslo, ?nos salvaremos as¨ª como babilonios o nos condenaremos como libaneses?
Algunos descubren con notable agudeza que los derechos hunianos son "abstracciones": un esfuerzo mental suplementario les revelar¨¢ que en eso se asemejan a todos los conceptos jur¨ªdicos y morales por medio de los cuales los hombres intentan, con mediocre resultado, racionalizar su convivencia. La universalizaci¨®n de unas directrices pol¨ªticas m¨ªnimas no tiene por qu¨¦ suponer la unanimidad de criterios en todos los conflictos concretos Posibles, es esto precisamente lo que Vilene demostrando la crisis del golfo P¨¦rsico. Reclamar para las dern¨¢s situaciones de esa misma ¨¢rea geopol¨ªtica y de otras id¨¦ntica voluntad de legalidad internacional implica aceptar la oportunidad de lo ya acordado en esta guerra iniciada por el soberano Hussein. Tambi¨¦n aqu¨ª la supuesta redicalidad de principios es enemiga del avance hacia lo mejor. De igual forma que las bobadas sobre la timidez de conformarse con reclamar un ej¨¦rcito profesional no colaboran al desarme final, sino al mantenimiento del servicio obligatorio actual, las diatribas sobre los pel¨ªgros de un monote¨ªsmo estatal a escala planetaria no sirven m¨¢s que para perpetuar la falsa diversidad del despotismo sin control. Pues, desde luego, lo ¨²nico que puede: hacer superfluo el recurso a los dictados inapelables del dios ¨²nico de la fuerza es el acuerdo compensatorio y pol¨¦mico de la pluralidad de los hombres reunidos.
es catedr¨¢tico de ?tica de la Universidad del Pa¨ªs Vasco.
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