?Hacia otra cultura pol¨ªtica ¨¢rabe?
La llamada crisis del Golfo nos ha tra¨ªdo el inevitable aluvi¨®n de escritos sobre lo que parece ser la actualidad ¨¢rabe. Obviamente, exponen en su inmensa mayor¨ªa juicios y opiniones sobre el contexto externo de esa posible actualidad; es decir, que ¨¦sta se analiza y valora ante todo en funci¨®n de sus posibles repercusiones inmediatas en nuestras sociedades. Brillan por su ausencia -como casi siempre- los an¨¢lisis internos. O, cuando m¨¢s, quedan ¨¦stos reducidos al tortuoso juego de la pr¨¢ctica pol¨ªtica. Poco importa saber, por ejemplo, en qu¨¦ medida puede estar influyendo este oscuro acontecimiento en la configuraci¨®n de la cultura y del pensamiento ¨¢rabes, y especialmente en la zona del Maxrek o Pr¨®ximo Oriente. Y conviene hablar tambi¨¦n algo de ello, y atendiendo tan s¨®lo, de momento, al esfuerzo de reflexi¨®n en el terreno de la teor¨ªa pol¨ªtica.Desde hace algunos a?os gran parte de ese esfuerzo de reflexi¨®n ten¨ªa dos objetivos fundamentales: reelaborar la idea unionista ¨¢rabe y plantear, cada vez con menos vacilaciones y cautelas, el debate intelectual sobre la democracia. Todo esto puede sonar como una especie de m¨²sica celestial para la mayor¨ªa de los ciudadanos de nuestro ¨¢mbito cultural, dada la progresiva imagen deteriorada que el mundo ¨¢rabe ha ido adquiriendo. Pero es lo cierto que se trata de preocupaciones fundamentales entre muchos de sus intelectuales m¨¢s prestigiosos y l¨²cidos, menos mimetistas tambi¨¦n. Al respecto, valga como muestra lo que afirmaba Samir Am¨ªn, hace pocos a?os, en su libro sobre la crisis de la sociedad ¨¢rabe: "La democracia es uno de los puntos m¨¢s importantes en el programa de reformas y cambios necesarios, para progresar en la reconstrucci¨®n de esa sociedad conforme a las exigencias de nuestro tiempo". Esta conciencia de la importancia de la democracia, de su condici¨®n de primer¨ªsima prioridad, era al menos "una nota optimista que aclaraba el sombr¨ªo cuadro", como manifestaba Ismail Sabri Abdallah.
Reg¨ªmenes temerosos
Se ven¨ªa dise?ando, asimismo, otro punto de amplia convergencia: el debate resultaba cada vez m¨¢s urgente y necesario ante la casi absoluta incapacidad de los reg¨ªmenes para abordar eficazmente la cuesti¨®n. Quiz¨¢ haya pocas afirmaciones tan duras, en torno a este asunto, como las del soci¨®logo Saadedd¨ªn Ibrahim: "En toda su extensi¨®n, desde el oc¨¦ano hasta el Golfo, la patria ¨¢rabe est¨¢ gobernada por reg¨ªmenes temerosos, aterrados, y tal temor tiene por origen la mutua desconfianza existente entre ellos y sus pueblos, entre unos y otros, entre ellos y una o m¨¢s fuerzas externas". Eran frases pronunciadas durante una reuni¨®n celebrada en Chipre a finales del a?o 1983. En marzo de 1989, y en un coloquio similar organizado en Amm¨¢n, se permit¨ªa ya se?alar c¨®mo "algunos Gobiernos ¨¢rabes hab¨ªan empezado a percibir que la democracia y la participaci¨®n constitu¨ªan el primer punto de partida para la legitimaci¨®n y la confrontaci¨®n de los desaf¨ªos planteados".
Con frecuencia, y significativamente, la discusi¨®n de estos dos grandes temas se ven¨ªa haciendo a base de planteamientos conjuntos o al menos parcialmente relacionados, por considerar que tanto los aspectos positivos como negativos les resultaban ampliamente comunes. Constituye un fundamento ideol¨®gico del problema planteado sumamente importante y que trasciende a la simple coyuntura, seguramente. De su discusi¨®n a fondo y sin concesiones, de la rigurosa redefinici¨®n que en este sentido se propicie la idea unionista, y que indudablemente est¨¢ buscando, derivar¨¢ esencialmente su posible cristalizaci¨®n eficaz o su nuevo y seguro fracaso. Tampoco el pensador marroqu¨ª Muhammad Abid al-Yabiri deja muchas dudas al respecto cuando afirma: "Est¨¢ claro que el establecimiento de la unidad por esta v¨ªa democr¨¢tica exige que los sistemas de Gobierno en los pa¨ªses ¨¢rabes sean sistemas democr¨¢ticos. Y como la democracia est¨¢ ausente, el camino hacia la unidad tiene que abrirse por s¨ª mismo sendas e itinerarios, en el marco de cada pa¨ªs, dentro del combate por la democracia. Esto no significa, sin embargo, que se demore la reflexi¨®n sobre la unidad, o que se aborde solamente una vez que la democracia se haya realizado ya en todos los pa¨ªses ¨¢rabes". Para a?adir seguidamente: "Yo prefiero llegar a la hegemon¨ªa democr¨¢tica por medios democr¨¢ticos, y s¨®lo esto es lo que la hace hegemon¨ªa leg¨ªtima. Porque los otros caminos no conducen, en nuestra situaci¨®n, sino a la vana repetici¨®n del despotismo".
Trance
As¨ª, pues, se iba creando, con grandes dificultades evidentemente, entre pa?ales a¨²n, una nueva cultura pol¨ªtica quiz¨¢ en el mundo ¨¢rabe. Aunque se diera en el marco de la reflexi¨®n intelectual principalmente, y la propia pr¨¢ctica no la secundara sino de manera muy tibia y sin renunciar al control. C¨®mo va a influir en su desarrollo, de inmediato, la llamada crisis del Golfo, que supone una fractura real en la entidad ¨¢rabe, en trance permanente de recomposici¨®n, es algo sumamente dif¨ªcil de prever.
Si sirve al menos para que esta cultura y pensamiento pol¨ªticos renuncien definitivamente a algunos de sus vicios rad¨ªcales, como la excesiva generalizaci¨®n y la renuncia a la confrontaci¨®n directa de la realidad, brindar¨¢ parciales resultados positivos. Y cuyo beneficio alcanzar¨¢, de seguro, a toda la cultura ¨¢rabe de hoy. Y del futuro inmediato, sobre todo. No pocos intelectuales ¨¢rabes son conscientes de ello.
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