Acuerdos y conflictos
El autor aboga por una mayor racionalizaci¨®n de las relaciones entre los distintos actores del sistema agroalimentario: productores agrarios, subsistema transformador y administraciones p¨²blicas. A ,su juicio, una pol¨ªtica de acuerdos favorece a los agricultores y fortalece a las organizaciones que los suscriben.
Hace escasas semanas, dos organizaciones profesionales agrarias, UPA y ASAJA, y la Confederaci¨®n de Cooperativas Agrarias de Espa?a firmaban sendos acuerdos con el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentaci¨®n -COAG lo hab¨ªa hecho en julio- en materia de contratos agrarios, mejora de estructuras y fomento del asociacionismo agrario. Al mismo tiempo ten¨ªa lugar una importante protesta de ganaderos l¨¢cteos, convocada por aquellas organizaciones, en demanda de un mayor precio para su producto.Si bien, en una primera aproximaci¨®n, ambas noticias aparecen como contradictorias, una segunda lectura hac¨ªa concebir esperanzas de que se estuvieran dando pasos positivos hacia una mayor racionalizaci¨®n de las relaciones institucionales y econ¨®micas entre los distintos actores del sistema agroalimentario: productores agrarios, subsistema transformador y administraciones p¨²blicas. Al car¨¢cter plural de estas ¨²ltimas se volver¨¢ m¨¢s adelante.
La firma de acuerdos sobre asuntos concretos aparece como la ¨²nica v¨ªa razonable para superar el falso y esterilizador dilema del todo o nada. El camino as¨ª emprendido y la progresiva ampliaci¨®n del margen de confianza entre las partes podr¨ªan conducir a una multiplicaci¨®n de los acuerdos y, lo que aparece como m¨¢s importante, a establecer mecanismos de consulta y trabajo permanentes entre la Administraci¨®n y los diferentes representantes del sistema alimentario.
Una pol¨ªtica de acuerdos con las administraciones p¨²blicas favorece a los agricultores, fortalece a las organizaciones que los suscriben y da solidez a su proyecto aut¨®nomo de representaci¨®n de intereses econ¨®micos y profesionales. Por el contrario, una pol¨ªtica de enfrentamiento permanente y reivindicaci¨®n desmesurada debilita a las organizaciones y las deja a merced de la manipulaci¨®n pol¨ªtica for¨¢nea, cualquiera que sea la voluntad y el deseo de sus dirigentes.
Nuevas realidades
La pol¨ªtica de acuerdos es hoy m¨¢s necesaria que nunca, a la vista de las nuevas realidades que se dibujan en el horizonte econ¨®mico internacional, especialmente las derivadas de los pr¨®ximos acuerdos del GATT.
El reciente conflicto l¨¢cteo ha supuesto cierta evoluci¨®n en relaci¨®n, con otras movilizaciones. A diferencia de protestas precedentes, que sol¨ªan parapetarse en plataformas reivindicativas cuya extensi¨®n las volv¨ªa ineficaces -salvo para exclusivas finalid¨¢des de agitaci¨®n pol¨ªtica inmediata- e incluso dif¨ªcilmente inteligibles, el conflicto de la leche ten¨ªa una motivaci¨®n clara, mayor precio, y un destinatario identificado, la industria l¨¢ctea. Aunque todav¨ªa se dan inevitables referencias a las responsabilidades de la Administraci¨®n -se sobreentiende que la estatal; las aut¨®nomas parecen no existir-, entre los ganaderos y los dirigentes patronales y profesionales m¨¢s responsables hay conciencia de que los problemas, aun siendo m¨²ltiples, exigen momentos procesales distintos; ahora, la cuesti¨®n nuclear es el precio del producto, luego se podr¨¢ hablar de otros temas.
En la medida en que los conflictos, inevitables en cualquier sociedad econ¨®mica compleja, se planteen en tomo a reivindicaciones concretas, haciendo esfuerzos cada una de las partes por entender el margen real de maniobra de la contraria -l¨¦ase restricciones econ¨®micas y otras-, se estar¨¢ avanzando hacia la consolidaci¨®n en el sistema agroalimentario de un moderno modelo de relaciones industriales e institucionales que permitir¨¢ ir dando salida progresiva a los diferentes problemas planteados. Es evidente que la vuelta atr¨¢s en este proceso no est¨¢ descartada en absoluto, e incluso parece inevitable a corto plazo -resulta imposible arrojar de inmediato por la borda todas las servidumbres del pasado y los extrav¨ªos del presente-, pero el futuro pertenece a quienes apuesten por aquella v¨ªa, y no por la del enfrentamiento permanente.
Para que el proceso se acelere es necesario ser consciente de las nuevas realidades. En primer lugar, la descentralizaci¨®n pol¨ªtica que implica el ?stado auton¨®mico conlleva una espectacular redistribuci¨®n del gasto p¨²blico a favor de las administraciones aut¨®nomas y locales. Es evidente para cualquiera que recorra Espa?a que esa redistribuci¨®n ha beneficiado en gran medida a la poblaci¨®n agraria espa?ola -parte decisiva del poblamiento rural dominante en la mayor¨ªa de las comunidades aut¨®nomas-, en cuanto consumidores y usuarios de mejores servicios p¨²blicos e infraestructuras de toda ¨ªndole. Cualquier an¨¢lisis sobre la situaci¨®n del sector que ignore: este doble car¨¢cter de sus agentes econ¨®micos resulta insuficiente y explica muchas decepciones pol¨ªticas.
La redistribuci¨®n del gasto ha tenido un reflejo especial en los presupuestos de agricultura, pesca y alimentaci¨®n, donde las comunidades aut¨®nomas disponen de plena competencia. El esfuerzo desarrollado por la Administraci¨®n central en materia de gasto agroalimentario y pesquero durante los ¨²ltimos a?os -s¨®lo el presupuesto de inversiones ha aumentado un 70% en el ¨²ltimo quinquenio- no ha impedido que el gasto conjunto de las comunidades aut¨®nomas alcance ya el 54% del presupuesto del Estado, y este porcentaje tender¨¢ todav¨ªa a incrementarse.
El hecho precedente obliga a un doble ejercicio de responsabilidad. Los dirigentes agrarios deben asumir, en la teor¨ªa y en los hechos, que su interlocuci¨®n sectorial se ha multiplicado por 17, sin contar a la Administraci¨®n comunitaria. Ya no es posible hablar s¨®lo del ministerio a la hora de resolver o achacar determinados problemas, lo cual, entre otras cosas, obliga a complicados equilibrios intemos de coordinaci¨®n territorial dentro de cada organizaci¨®n.
Los responsables de otras administraciones, por su parte, han de aprender y practicar que la pol¨ªtica de exportar los conflictos a Madrid, a fuer de est¨¦ril para la resoluci¨®n de problemas profesionales, es, en el m¨¢s optimista de los supuestos, s¨®lo posible a corto plazo. La inevitable tempestad que acompa?a a la siembra de vientos demag¨®gicos termina por afectar al aprendiz de brujo, siempre m¨¢s a mano que Madrid a la hora de exteriorizar una protesta.
Limitaciones econ¨®micas
Por ¨²ltimo, una referencia a las limitaciones econ¨®micas. Cualquier sector, no s¨®lo el agroalimentario, ha de entender que si sus reivindicaciones pueden ser infinitas, como productores y consumidores de bienes y servic¨ªos p¨²blicos, los recursos para satisfacerles son inevitablemente escasos en comparaci¨®n con la magnitud de aqu¨¦llas. Ello obliga a jerarquizar prioridades; es decir, a elegir unos programas en dem¨¦rito de otros y a dilatar la resoluci¨®n de los problemas.
Un esfuerzo adicional debe hacerse -y reclamarse- en la mejora de la gesti¨®n de todas las administraciones p¨²blicas. Por buena que ¨¦sta fuere, siempre resulta perfectible, y en ocasiones esa mejora libera excedentes econ¨®micos insospechados que pueden paliar en gran medida la distancia, inherente a todo problema econ¨®mico, entre recursos existentes y necesidades a satisfacer.
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