El debate militar
EL TRADICIONAL sorteo de los mozos, que se celebrar¨¢ ma?ana, domingo, y que afecta a algo m¨¢s de 200.000 j¨®venes, actualiza el debate nacional en tomo al servicio militar cibUgatorio. Una pol¨¦mica siempre vigente que incorpora tambi¨¦n las protestas activas de los objetores y los insumisos y las pasivas de las asociaciones contrarias a esta forma de leva. En el de este a?o se a?ade el dato tr¨¢gico de la muerte de un recluta -anteayer-,en el hospital militar G¨®mez Ulla, de Madrid, consecuencia al parecer, de la costumbre de las novatadas, sin duda uno de los usos sociales que rezuman mayor desprecio por el ser humano y sus circunstancias.La mayor¨ªa de la opini¨®n nacional dice estar en contra del servicio militar obligatorio: en principio, por la presunci¨®n democr¨¢tica de que nadie debe ser forzado a nada, y menos a la entrega de su vida durante un tiempo determinado. Pero hay otros datos a?adidos: su inutilidad ante el desarrollo t¨¦cnico de la guerra moderna; la humillaci¨®n de una disciplina que se impone sin discusi¨®n posible y que con alguna frecuencia se confunde con el servicio dom¨¦stico; la peligrosidad que supone el manejo de armas o m¨¢quinas sin entrenamiento previo; el n¨²mero elevado de suicidios, mayor que el que se produce en capas de edad similares en la vida civil, y los abusos de poder que persisten en algunos niveles del mando, no suficientemente castigados o incluso tolerados, como lo demuestra la lenidad judicial en el reciente caso del recluta golpeado por su negativa a hacer la instrucci¨®n.
El debate, en cualquier caso, exige propuestas diferentes. Muchas opiniones militares, y algunas civiles, entienden que la mift es una forma de participaci¨®n imprescindible en una instituci¨®n que puede necesitar de los hombres en cualquier momento. Se oponen quienes dudan que en la situaci¨®n actual de Espa?a se pueda requerir en alg¨²n momento esa participaci¨®n, y cu¨¢l ser¨ªa su eficacia si llegara el caso. El Gobierno vacila ante este problema por muchos tipos de razones, pero urge su renovaci¨®n.
Lo cierto es que ha llegado otro sorteo sin que haya una ley. Las opiniones que recibe el Ejecutivo de los sectores de su propio partido, como las que emiten las Juventudes Socialistas, son variadas y a menudo voluntaristas y poco orientadoras; el Consejo Nacional de la Juventud, por su parte, dec¨ªa recientemente que el servicio militar obligatorio deb¨ªa sustituirse por prestaciones civiles gratuitas de los j¨®venes de ambos sexos. Tampoco est¨¢ claro por qu¨¦ los j¨®venes deben trabajar casi gratuitamente en el servicio al Estado, que tiene ya cerca de dos millones de personas que cobran por trabajar como funcionarios.
La sustituci¨®n del ej¨¦rcito de leva por uno de profesionales parece una soluci¨®n adecuada o, cuando menos, un arranque razonable para la discusi¨®n, tanto por la eficacia que se conseguir¨ªa en el aprendizaje de lo que ya no puede ser m¨¢s que una profesi¨®n como por una justa selecci¨®n democr¨¢tica. Las dificultades -esencialmente de ¨ªndole econ¨®mica- deben ser demostradas. En cualquier caso, no se entiende por qu¨¦ el precio han de pagarlo los reclutas y sus familias. El peso de la defensa nacional habr¨¢ de recaer sobre los defendidos, y no sobre los hipot¨¦ticos defensores.
La oposici¨®n cotidiana aumenta: el n¨²mero de objetores va creciendo anualmente. El peligro de guerra en el golfo P¨¦rsico ha provocado que s¨®lo en el mes de septiembre cerca de 5.000 j¨®venes hayan alegado objeci¨®n de conciencia, y se calcula que al finalizar el a?o su n¨²mero sobrepasar¨¢ los 25.000. El n¨²mero aumenta en el Pa¨ªs Vasco -donde algunos ayuntan-¨²entos se han negado a suministrar los censos previos al servicio- y en -Catalu?a. Tampoco la cuesti¨®n nacionalista debe prevalecer sobre lo que es com¨²n para todo el pa¨ªs. El tan ,necesario debate nacional, basado en un proyecto gubernamental y en una amplia discusi¨®n parlamentaria, resulta imprescindible para resolver una situaci¨®n que se va envenenando a?o tras a?o. Posponerlo sin fecha fija ser¨ªa aceptar en la pr¨¢ctica que los m¨¢s de 200.000 mozos cuentan menos que cero.
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