Un bomb¨®n
Stephane Grappelli opina que hay dos clases de ambientes en los que el jazz se desenvuelve mejor: o muy triste, o decididamente alegre. Este es el que se encontr¨® el decano de los jazzmen en su concierto del Festival de Madrid, servido por un p¨²blico que le recibi¨® calurosamente y le despidi¨® con entusiasmo, agradeci¨¦ndole un concierto lleno del swing que s¨®lo parece f¨¢cil en los aut¨¦nticos maestros.El palmo de escenario donde se situaron Grappelli; su fiel escudero, el guitarrista Marc Fosset, y el joven contrabajista Jean Philippe Viret, parec¨ªa un vergel. Todos los componentes vest¨ªan camisas llenas de flores que ten¨ªan su justificaci¨®n, porque anunciaban un hermoso repaso a canciones que todav¨ªa tienen gotas de roc¨ªo prendidas de sus notas; lozanas y frescas como el primer d¨ªa, parec¨ªan salir de esas cajitas de m¨²sica que no se cansa uno de escuchar.
Stephane Grappelli
Festival de Jazz de Madrid. Auditorio Nacional. Madrid, 10 de noviembre.
Emotivo, rom¨¢ntico como si tuviera todav¨ªa fuerzas para el cortejo amoroso, Grappelli fue desgranando sus sempiternos homenajes a Gershwin (Someone to watch over me y Liza), a su amigo del alma Django Rinhardt (Nuages, Daphne), a Cole Porter (Anything goes), a Jerome Kern (All man rider) y a todos los que no merecen caer en el olvido.
T¨¦cnica
En Chicago demostr¨® que no le intimida el repertorio de las grandes orquestas, y hasta se atrevi¨® a hacer una versi¨®n de You are the sunshine on my life. Cualquier material parece apropiado para su prodigiosa t¨¦cnica, intacta con el paso de los a?os, que le permite jugar con el ritmo y adornar las melod¨ªas con travesuras tan atractivas para ¨¦l mismo como para el p¨²blico. Otro juego bastante menos divertido se trajo Fosset, un guitarrista inestable que puede cambiar de humor seis o siete veces en un minuto.
Mientras mantiene el ritmo regularmente se hace perdonar, pero cuando le dan alguna oportunidad pasa de la enso?aci¨®n al frenetismo con el mayor desparpajo y, lo peor de todo, no termina de quitarse de encima su inviable vocaci¨®n de crooner. El contrabajista Viret pas¨® m¨¢s inadvertido, hizo un par de solos discretos y acompa?¨® con sobriedad.
A Grappelli los acompa?amientos deben traerle sin cuidado porque es tan buen m¨²sico que podr¨ªa tocar sobre un fondo estruendoso de zambombas y panderetas navide?as y todav¨ªa evocar la m¨¢s risue?a primavera.
La concepci¨®n del jazz de Stephane Grappelli, dulce como un bomb¨®n, sigue teniendo sitio entre otras tendencias de sabor m¨¢s agresivo y amargo.
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