El desorden est¨¢ detr¨¢s del escenario
Aunque ahora hay ocho miembros m¨¢s en la ejecutiva, y en el escenario, por lo tanto, han tenido que pone, m¨¢s pupitres, la exquisita simetr¨ªa del decorado sigue intacta. Quiz¨¢ el n¨²mero de ejecutivos se decida as¨ª, por mor de la est¨¦tica, para que sea una cifra que se adapte a la capacidad de los m¨®dulos/ pupitre y as¨ª quepan todos sin que se descabale el tenderete. Porque est¨¢ claro que aqu¨ª el tenderete no se puede descabalar, ni decorativamente ni de ning¨²n modo. Ha triunfado el orden, o eso parece. Y es un orden tan viejo, y lo llevan tan hincado en el alma, que la c¨²pula siempre se sienta en r¨ªgida formaci¨®n jer¨¢rquica, incluso cuando est¨¢n abajo, en el patio de butacas, a la espera de que les llamen a los pupitres: Rubial en medio, Gonz¨¢lez a su derecha, a la izquierda Guerra. El congreso socialista ha vuelto a proclamar el dogma de la sant¨ªsima trinidad.Chaves lee los nombres de los nuevos ejecutivos junto con los votos recibidos, y los mentados van saliendo del patio de butacas y subiendo a ocupar esos pupitres tan disputados. La lista empieza por abajo, esto es, va de los vocales a los secretarios de ¨¢rea, terminando, claro est¨¢, con los figurones, de modo que la emoci¨®n y la jarana van a m¨¢s, talmente como en el Festival de San Remo, por poner un ejemplo. Y hay momentos en los que una casi cree o¨ªr decir a Chaves eso tan sentido de: "And the winner is... " ("Y el ganador es..."). Dentro del anfiteatro todo es unidad.
Fuera, en cambio, es otra cosa. Fuera ha quedado el enfado de Solchaga o el disgusto, cercano a las l¨¢grimas, de Dolors Renau, a quien han echado de la ejecutiva. Otros resplandecen de j¨²bilo, como Acosta, a quien una militante grit¨® en el vest¨ªbulo: "?Viva la unidad, viva el PSOE!", frase que ¨¦l contest¨®, la mar de marcial, con otro "?Viva!". Pero esto, el enardecimiento del triunfo, parece menos extendido de lo que una se hubiera imaginado: en el vest¨ªbulo se ven bastantes rostros alica¨ªdos. "Muchos socialistas queremos m¨¢s apertura. Pero lo malo es que el sistema interno de representaci¨®n y funcionamiento es muy r¨ªgido", te susurran. Recordemos que la gesti¨®n de la ejecutiva, por ejemplo, la aprueban s¨®lo 21 personas. Ser¨¢ por eso por lo que Felipe Gonz¨¢lez, o eso dicen, quiz¨¢ se vea obligado a forzar la apertura desde el Gobierno.
Pero dentro, en el anfiteatro, se juega el juego de la unanimidad y la fortaleza. La clausura es siempre una ceremonia de catarsis, el renovar de votos, una demostraci¨®n de fuerza hacia el exterior. Y, por eso, cuando le toca el tumo a Guerra, los militantes pueden soltar al fin esa ovaci¨®n fren¨¦tica que le ten¨ªan guardada y que no le pudieron dar el primer d¨ªa, porque Felipe Gonz¨¢lez (y ¨¦sta es una omisi¨®n a tener en cuenta) no le brind¨® esa oportunidad en su discurso. Y, as¨ª, hoy aplauden y aplauden al vicepresidente, que, de pie en su pupitre, inclina el rostro al suelo con modestia muy fina. En el anfiteatro, en fin, todo resulta consolador y terso. Pero en primera fila, como para recordarnos que existe el desorden, Nicol¨¢s Redondo se obstina en permanecer imp¨¢vido y no se levanta ni ovaciona. S¨®lo le veo aplaudir, muy brevemente, tras la Internacional. Pero eso debe de obedecer a un impulso irrefrenable del coraz¨®n y de la memoria.
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