?Morir por Kuwait?
?Guerra o paz en el Golfo? Los embajadores occidentales en la regi¨®n opinaban en septiembre que si Estados Unidos hubiera querido destruir el potencial militar iraqu¨ª habr¨ªa tenido que atacar en los primeros d¨ªas del mes de agosto, antes de que Sadam Husein hubiera instalado a los rehenes en los lugares estrat¨¦gicos. Una vez pasada esa oportunidad, los pron¨®sticos para una eventual intervenci¨®n se?alan como fechas probables las comprendidas entre el 15 de octubre y el 15 de diciembre.El 15 de octubre, porque el dispositivo defensivo, especialmente americano, estar¨ªa en condiciones de actuaci¨®n, al menos para lo esencial, a partir de esa fecha en que, adem¨¢s, comienza a disminuir el calor t¨®rrido. El 15 de diciembre, porque es el inicio de las noches glaciales, de las tormentas de arena y de los corrimientos de dunas, que har¨ªan muy peligrosas las operaciones a¨¦reas y terrestres.
El International Herald Tribune ha revelado que el presidente Mitterrand habr¨ªa confiado a algunos visitantes que su pron¨®stico para una intervenci¨®n lo situaba en las probables fechas que van del 25 de octubre al 6 de noviembre, fecha de las elecciones norteamericanas. No se sabe bien si se trataba de una informaci¨®n o de una hip¨®tesis. Los polit¨®logos han estrechado a¨²n m¨¢s este margen, dej¨¢ndolo entre el 1 y el 4 de noviembre, explicando que la operaci¨®n, sobre todo si sal¨ªa mal, no tendr¨ªa tiempo de afectar a los posibles resultados de la consulta electoral norteamericana. ?sta es la l¨®gica de la guerra.
Y, al contrario, los estrategas favorables a la l¨®gica de la paz, como el general Pierre Gallois, consideran que desde el 2 de agosto Estados Unidos ha tenido tiempo de mesurar mejor los riesgos que ocasionar¨ªa un posible ataque. Seg¨²n los objetivos que se fijaran -¨²nicamente objetivos estrat¨¦gicos iraqu¨ªes o bien la liberaci¨®n de Kuwait-, sus p¨¦rdidas oscilar¨ªan entre los 10.000 y los 50.000 muertos. En Riad se barajan cifras sensiblemente superiores.
Por otra parte, seg¨²n fuentes fiables, la poblacion saud¨ª no ve con buenos ojos la presencia de fuerzas extranjeras, especialmente las norteamericanas. M¨¢s a¨²n: algunos miembros del Gobierno saud¨ª, entre ellos el pr¨ªnc¨ªpe heredero, Abdallah, se han mostrado desde un principio hostiles a la decisi¨®n del rey Fadh de pedir ayuda a Estados Unidos, aunque al final se han inclinado por no romper p¨²blicamente el consenso que tradiocionalmente prevalece en la familia real.
Dos ser¨ªan las razones principales de su oposici¨®n. En primer lugar, contrariamente a lo que cre¨ªa Washington, ellos no estaban convencidos de que Irak deseara atacar Arabia Saud¨ª. Por otro lado, temen que la presencia norteamericana, mal aceptada en el mundo musulm¨¢n, ser¨¢ perjudicial a la larga para la dinast¨ªa, pues acarrear¨¢ cr¨ªticas a su legitimidad. La insistencia con que Margaret Thatcher afirma que las fuerzas aliadas permanecer¨¢n durante mucho tiempo en la regi¨®n no hace sino avivar sus temores.
Ya se han apreciado algunas se?ales inquietantes. Algunos movimientos islamistas, como el Frente Isl¨¢mico de Salvaci¨®n, en Argelia, por lo dem¨¢s aliados de Riad, han preconizado que hab¨ªa que confiar la salvaguardia de La Meca y de Medina a un consejo de ulemas (sabios religiosos), y no a la familia de los Saud. Lo mismo reclamaba constantemente Jomeini mientras vivi¨®. El rey Fahd opuso entonces algo que no era de recibo, como fue retomar el t¨ªtulo ca¨ªdo en desuso de servidor de los dos santos lugares.
Cuando Riad ha dejado de enviar suministros de petr¨®leo a Jordania, el rey Hussein ha reafirmado p¨²blicamente su t¨ªtulo de cherif (descendiente de Mahoma), recordando as¨ª que los hachem¨ªes (familia del profeta, de la que ¨¦l ser¨ªa uno de los descendientes) tuvieron tradicionalmente ese t¨ªtulo y esa salvaguardia. Pues bien, a principios de siglo ellos fueron despose¨ªdos de este honor por los Saud, quienes instauraron el rito mahhah¨ª, un rito que los musulmanes ortodoxos, y tambi¨¦n el orientalista franc¨¦s Henri Laoust (Les schismes dans l'islam. Payot. Par¨ªs, 1965), consideran corno un cisma.
Dos hechos hist¨®ricos, a menudo ignorados, est¨¢n en el centro de esta crisis. Heredero del imperio otomanto en Mesopotam¨ªa, el Irak moderno cree tener derechos sobre Kuwait, que fue hasta 1918 una subprefectura de Basora. Adem¨¢s de esto, tras la ca¨ªda de este imperio, al final de la I Guerra Mundial, el alto comisario brit¨¢nico en Irak, sir Perey Cox, inici¨® negociaciones tendentes a delimitar las fronteras de la regi¨®n.
Estas negociaciones desembocaron el 2 de diciembre de 1922 en la firma del acuerdo de Uqair, el cual daba ventajas a Arabia Saud¨ª sobre Kuwait y a este ¨²ltimo sobre Irak, que se vio privado de las estrat¨¦gicas islas de Warba y Bubiy¨¢n a cambio de una amplia salida al mar y del campo petrol¨ªfero deRumeilab-Sur. Ni la monarqu¨ªa hachem¨ª, instalada sobre el trono de Bagdad por los brit¨¢nicos, ni la rep¨²blica proclamada contra ellos por el general Kassem, en 1958, han renunciado realmente a estos territorios.
?El desenlace? En el m¨¢s perspicaz libro que se haya escrito sobre Irak (L' Irak des r¨¦voltes. Le S¨¦uil. Par¨ªs, 1962), Pierre Rossi dec¨ªa lo siguiente despu¨¦s de que Kassem hubiera reivindicado Kuwait en 1961: "El asunto (de Kuwait) es tan complejo que encierra en s¨ª mismo el futuro destino de Irak: de su conclusi¨®n depende que Bagdad sea la capital de una gran potencia o bien solamente la primera ciudad de la Mesopotamia".
Todos estos elementos aclaran las recientes declaraciones del pr¨ªncipe Sult¨¢n, ministro saud¨ª de Defensa y segundo personaje en el orden de sucesi¨®n al trono: "Nuestro pa¨ªs no ve por qu¨¦ no deberia ofrecer a un pa¨ªs hermano un determinado lugar o una salida al mar; los pa¨ªses ¨¢rabes est¨¢n dispuestos a reconocer a Irak todos sus derechos. Cualquier ¨¢rabe que tenga que hacer valer una reivindicaci¨®n ante su hermano debe hacerlo mediante el compromiso, no por la fuerza. La actual situaci¨®n puede saldarse con concesiones fraternas".
Estas declaraciones, evidentemente, han producido malestar en Washington. El Gobierno norteamericano ha reaccionado inmediatamente ante el temor de que se produjeran fisuras en el campo ¨¢rabe antiiraqu¨ª y, como consecuencia, en el campo occidental. Tres d¨ªas despu¨¦s, el 24 de octubre, el rey Fahd afirmaba con rotundidad que la retirada iraqu¨ª de Kuwait deber¨ªa ser incondicional y sin ninguna contrapartida.
Para salir de la l¨®gica de la guerra es indispensable que Irak, que ha violado la ley internacional y que ha desafiado a la ONU, haga un gesto pol¨ªtico que no se limite a la liberaci¨®n de rehenes. Si Sadam Husein anuncia su intenci¨®n de retirarse de Kuwait, como ha preconizado el presidente Mitterrand en su discurso ante las Naciones Unidas, ?servir¨ªa este gesto para cimentar la l¨®gica de la paz?
Todo depende del verdadero objetivo que se haya fijado Estados Unidos. La respuesta ser¨¢ afirmativa si tienen una visi¨®n a largo plazo tendente a resolver el conflicto de la regi¨®n y a instaurar un sistema de seguridad equilibrado. La respuesta ser¨¢ negativa si su objetivo es el de destruir el r¨¦gimen de Sadam Husein, como as¨ª lo desean muy especialmente los dirigentes israel¨ªes.
El riesgo ser¨ªa entonces el de una llamarada de violencia incontrolable -levantamientos populares, desestabilizaci¨®n de diversos reg¨ªmenes, terrorismo-, cuya onda expansiva alcanzar¨ªa al Magreb y al conjunto del Mediterr¨¢neo. Y por tanto, tambi¨¦n a Europa. Ahora bien, pese a las apariencias, los intereses de Estados Unidos y de Europa no son coincidentes con respecto al Oriente Pr¨®ximo, tanto por razones geopol¨ªticas y econ¨®micas como culturales. Am¨¦rica tiene petr¨®leo y est¨¢ muy alejada de esta zona; Europa, a excepci¨®n del Reino Unido, no tiene petr¨®leo y se halla frente al mundo ¨¢rabe para lo bueno y para lo malo.
Por eso, tres meses despu¨¦s del inicio de la crisis, los hombres pol¨ªticos, en n¨²mero cada vez m¨¢s nutrido, se plantean dos cuestiones fundamentales: "?Es necesario morir por Kuwait?" y ?c¨®mo evitar la guerra haciendo respetar el derecho, pero tambi¨¦n la equidad?". El embargo sigue siendo todav¨ªa la mejor de las respuestas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.