Kafka naci¨® en Ufa
La noche de Ufa es tan triste que no se puede contar. Un oficial de la polic¨ªa local reconoce que se ha visto obligado a encerrar a muchos compa?eros de juegos, embrutecidos por el alcohol y el hast¨ªo, convertidos en tempranos delincuentes. Si se llega a la capital de la rep¨²blica aut¨®noma de Bashkiria de noche, la impresi¨®n es indeleble. Ufa, una ciudad envenenada, de un mill¨®n de habitantes, cerca de los Urales, se extiende a ambos lados de la avenida de Octubre.
Viejos y s¨®lidos tranv¨ªas ocupan el centro de la anch¨ªsima calzada, y a los lados se suceden edificios de viviendas, f¨¢bricas, parques, monumentos a la gran guerra patria, instituciones oficiales. Es una ciudad oscura, sucia, gris hasta el desasosiego. Las calles son un laberinto de socavones, lagunas y trampas para los autom¨®viles. Muchos taxis parecen de camuflaje, embadurnados por cortinas de barro que no merece la pena limpiar. El tiempo es otro castigo. En invierno, el term¨®metro alcanza los 20 y los 30 grados bajo cero. En cuanto la luz declina, a las cinco de la tarde en invierno, las calles quedan desiertas. Apenas hay alg¨²n lugar adonde ir. Junto a los escasos hoteles y restaurantes, bandas de mafiosos vestidos de etiqueta (cuero negro) controlan su territorio, y prostitutas.Por el d¨ªa el paisaje no mejora. El aire, el cielo y el agua est¨¢n contaminados. La industria petroqu¨ªmica es el principal sustento de la poblaci¨®n, pero tambi¨¦n hay f¨¢bricas de armamento que ahora inician una lenta reconversi¨®n. Una f¨¢brica de aviones incluye entre sus productos maquinillas de afeitar. El aspecto no desmerece de las antiguas Philips-shave. Los mejores edificios de la avenida de Octubre, como en tantas ciudades sovi¨¦ticas calcadas a Ufa, pertenecen a la ¨¦poca de Stalin. S¨®lidos, amarillos, espaciosos.
El edificio del comit¨¦ regional del Partido Comunista de Bashkiria se alza sobre un promontorio que domina la oscura corriente del r¨ªo Bielaya (r¨ªo Blanca) y la hermosa e inquietante llanura bashkiria. Es un edificio rectangular, de cemento, sin m¨¢s alarde arquitect¨®nico que su propio volumen y fealdad, envuelto en un paraje helado trazado con tiral¨ªneas, paredes con altorrelieves reflejando los m¨²sculos culturales de la mujer y el hombre sovi¨¦ticos. La grandilocuencia fascista y el realismo socialista se dan la mano. Una bandera roja corona un edificio que parece inaccesible. Un paisaje id¨®neo para rodar El castillo, de Franz Kafka. Una perpetua corte de cuervos sobrevuela el conjunto haci¨¦ndolo a¨²n m¨¢s sombr¨ªo. Pero es la ¨²nica zona de la ciudad en la que no se puede matar cuervos, cuyos cad¨¢veres la municipalidad paga a buen precio.
A la espaldas del palacio de los comunistas, el teatro nacional Bashkirio, con un jard¨ªn poblado por m¨¢s cuervos que flores, completa el conjunto. Columnas lisas y mastod¨®nticas sujetan un tejado en forma de voladizo. En el interior, un domingo desolado, la luz de la taquillera. Es una de esas mujeres h¨²medas e inaccesibles, sin sentimientos visibles, que Kafka retrat¨® tan bien. Sobre la taquilla, un aviso: "No hay billetes para la funci¨®n de tarde". Resulta dif¨ªcil creer que el inmenso edificio se llenar¨¢ a rebosar dentro de apenas dos horas. Escenifican La boda, un ejemplo sobresaliente de la dramaturgia bashkiria. La taquillera desaparece de repente de su observatorio y nada (ni La Internacional) la har¨¢ volver.
La calle Comunista
La calle Komunist¨ªcheskaya (la calle Comunista) tambi¨¦n ofrece un contraste con la primera impresi¨®n de Ufa. Es una calle en pendiente, con dos sectores plenamente diferenciados. A ambos lados, sin embargo, casas de madera., con ventanas historiadas peque?as marquesinas e incluso un palacio de los sordomudos como lo llamaban los ni?os hace 20 a?os, donde proyectaban pel¨ªculas subtituladas. En algunas de las viviendas de una planta viv¨ªan hasta cuatro y cinco familias, con 13 metros para cada una. La situaci¨®n no ha mejorado demasiado. No resulta extra?o que los inquilinos se muestren desconfiados cuando alguien se adentra en los patios para curiosear. En la parte alta de la calle, viven las m¨¢s s¨®lidas, con jardines cuidados. All¨ª residen dirigentes del partido, el director del primer peri¨®dico de la rep¨²blica, altos funcionarios.
Pero la ciudad todav¨ªa encierra sorpresas, como Chernikovka. Al final de la interminable avenida de Octubre, tras pasar ante el Ayuntamiento, la imagen de Lenin en bronce y en mosaico (con los caracteres raciales bashkirios), el barrio mejor planificado de la ciudad, con dobles hileras de ¨¢rboles, bulevares, casas con ornamentaci¨®n italianizante, patios y paseos concurridos. Es la zona donde viven los petroleros. M¨¢s all¨¢ de los ¨²ltimos tejados, sobre las lomas, las torres petrol¨ªferas y los quemadores de gas, con viseras de fuego.
La ciudad, enclave estrat¨¦gico en la II Guerra Mundial y destino final para desterrados, estuvo cerrada hasta hace pocos anos.
Ofrece pocos encantos al turismo occidental y las gu¨ªas apenas si la mencionan. Un ominoso paisaje industrial coronado de chimeneas que no cesan de humear noche y d¨ªa. La criminalidad, en lo que va de a?o, ha duplicado los ¨ªndices del a?o pasado. Junto a la M-30 local, una carretera de circunvalaci¨®n que separa las ¨²ltimas viviendas de un bosque, el hip¨®dromo (perfecto para ambientar el inicio de una novela negra sobre las mafias que proliferan al calor de la perestroika y se aprovechan bien de sus flaquezas) y un bar: una carlinga de hierro oxidado. S¨®lo se vende cerveza. Muchos de los clientes no disponen ni de envase de vidrio; se llevan la cerveza en bolsas de pl¨¢stico y se la beben en el bosque cercano.
El antiguo parque
El antiguo parque de Lunacharski (aquel c¨¦lebre dirigente que alent¨® la vanguardia sovi¨¦tica de los a?os veinte hasta que Stalin lleg¨® con la guada?a) es otro ejemplo del tiempo precario que vive la URSS. Un edificio circular de madera, con balaustradas, escaleras, ventanas claveteadas, amenaza derrumbe. Aqu¨ª jugaban los ni?os de Ufa, asist¨ªan al teatro, bailaban los adolescentes. Ahora es un edificio que a duras penas resiste a la intemperie. Sobre la puerta principal, un altavoz esparce blandas melod¨ªas rusas para nadie. Un cartel advierte: "Zona prohibida".
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