?Qu¨¦ har¨¢ a partir de ahora?
La pregunta m¨¢s dif¨ªcil de responder hoy es: ?c¨®mo va a retirarse a una vida de relativo ocio la m¨¢s ilustre adicta al trabajo del Reino Unido? La respuesta es: no lo har¨¢. Thatcher emerge de su labor como primera ministra con tan impresionante renombre internacional que es inconcebible que desaparezca totalmente del escenario mundial. Se ver¨¢ inundada con toda seguridad de ofertas para viajar al extranjero como una emisaria de la sabidur¨ªa de los hombres de Estado. El requerimiento de sus servicios como cabeza de instituciones brit¨¢nicas e internacionales no ser¨¢ menor.
La idea de que se limite a permanecer como diputada en los Comunes, un par de filas m¨¢s atr¨¢s que hasta ahora, es incongruente. Seg¨²n Harold Brooks-Baker, editor del directorio de t¨ªtulos nobillarios, deber¨ªa adoptar el t¨ªtulo de condesa de Grantham y pasar a la C¨¢rnara de los Lores. Eso restaurar¨ªa, afirma, la antigua tradici¨®n de que los ex primeros ministros reciban un t¨ªtulo hereditario. Aunque sea una mujer famosa por su oposici¨®n a los privilegios de clase, es improbable que se resista a incluir su nombre en las listas de la aristocracia.
Cuando renuncie a su esca?o -lo que puede ocurrir inmediatamente o, m¨¢s probablemente, en las pr¨®ximas elecciones- recibir¨¢ unas 17.500 libras por a?o (m¨¢s de tres millones de pesetas). Entre tanto, tendr¨¢ su sueldo de diputada, lo que no le supondr¨¢ ning¨²n perjuicio econ¨®mico, ya que renunci¨® a cobrar el mucho m¨¢s elevado emolumento que le habr¨ªa correspondido como jefa de Gobierno. Con un marido millonario, Denis, esas cosas no tienen importancia.
Cuando se mude del n¨²mero 10 de Downing Street, su destino m¨¢s probable ser¨¢ el n¨²mero 11 de Dulwich Gate. El matrimonio Thatcher adquiri¨® esa mansi¨®n victoriana, hace cuatro a?os, por 400.000 libras. Se encuentra en un callej¨®n sin salida, lo que har¨¢ m¨¢s f¨¢cil protegerla de la amenaza que tendr¨¢ que afrontar toda su vida: un atentado del (IRA).
Algo parece seguro: que no acompa?ara a Denis al campo de golf. Una vez declar¨®: "Miro a la bola y pienso: no, no gastar¨¦ ninguna energ¨ªa contigo".
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