Reflexiones en el horizonte del siglo que viene
Hay otra manera, quiz¨¢s m¨¢s sencilla, de observar el cuadro econ¨®mico: todas las econom¨ªas tienen un techo de crecimiento basado en sus recursos de capital, en la productividad de su fuerza de trabajo y en otros factores similares. Se estima que el techo de Estados Unidos es de algo menos del 6% anual, sin descontar la inflaci¨®n. En otras palabras, en 1990 Estados Unidos s¨®lo puede a?adir unos 300.000 millones de d¨®lares en bienes y servicios a su producto interior bruto (unos 5,2 billones de d¨®lares). Pero, solamente en 1990, el d¨¦ficit presupuestario ser¨¢ de 250.000 millones de d¨®lares y la falta de capital extranjero que pueda financiarlo hace que el dinero disponible para el crecimiento real no sea mucho. Una iron¨ªa suplementaria es que el equilibrio presupuestario llega en medio de una situaci¨®n econ¨®mica d¨¦bil y podr¨ªa constituir un factor deflacionario adicional para los gastos de consumo.?Qu¨¦ se puede hacer con estas entra?as, con estas noticias dispersas? A corto plazo, todo depende de la soluci¨®n de la crisis iraqu¨ª y, por tanto, es imposible hacer predicciones. Sin embargo, a largo plazo, se est¨¢n produciendo algunos cambios estructurales que se convierten en el; MCZ:etns" ,n?"ualquier an¨¢lisis adicional de la econom¨ªa y del sistema monetario mundiales.
1. La econom¨ªa real y la econom¨ªa nominal. A lo largo de los a?os ochenta, la teor¨ªa m¨¢s popular -avanzada principalmente por Peter Drucker en la prensa econ¨®mica- era que el volumen y la volatilidad de los tipos de cambio y de los tipos de inter¨¦s eran los elementos conductores de los mercados internacionales de capitales. Esa movilidad, como demostr¨® el economista del MIT Rudiger Dornbush en su libro Tipos de cambio e inflaci¨®n, origin¨® gran parte de la volatilidad de los tipos de cambio de moneda. Con la ca¨ªda de las bolsas, principalmente en Jap¨®n y Estados Unidos, el final de la euforia especulativa en los mercados financieros y el debilitamiento de los sistemas bancarios de esos dos pa¨ªses, la econom¨ªa real se hace cada vez m¨¢s determinante como factor de los fluijos de capital, tomando como referencia las balanzas comerciales y los tipos de cambio de moneda basidos en las paridades comparativas de poder de compra, o sea, en la comparaci¨®n de los precios de bienes similares en diversos pa¨ªses.
Hip¨®tesis de trabajo
Si se examinan las paridades de poder de compra, podr¨ªa parecer que el d¨®lar est¨¢ devaluado entre el 20% y el 30%, lo que llevar¨ªa a que el tipo de cambio adecuado del d¨®lar respecto al yen y al marco debiese estar entre 150 y 170 yenes, y entre 1,80 y dos marcos.
Esto no es una previsi¨®n de tipos de cambios, sino una serie de hip¨®tesis de trabajo que podr¨ªan materializarse si los tipos de cambio basados en la econom¨ªa real, puediesen ajustarse por s¨ª solos. En tanto que los precios de todas las materias primas, especialmente el petr¨®leo, est¨¦n fijados en d¨®lares, una revaluaci¨®n del yen, por ejemplo, no s¨®lo significar¨ªa p¨¦rdida de competitividad monetaria para EE UU, sino tambi¨¦n un coste adicional de enire el 25% y el 30% del precio del petr¨®leo, si se mantiene su tendencia actual al alza.
Por esta raz¨®n, as¨ª como por varias otras, podremos asistir en los pr¨®ximos a?os a una fuerte tendencia -especialmente si la Comunidad Europea llega a establecer el ECU como unidad monetaria europea exclusiva- a sustituir el d¨®lar como unidad monetaria exclusiva de reserva, papel que viene ejerciendo para la fijaci¨®n de precios.
2. ?Una nueva cesta? Si el d¨®lar dejase de ser la unidad monetaria de referencia, ?qui¨¦n ocupar¨ªa su puesto? Claramente una cesta de monedas: el sistema monetario europeo proporciona el ¨²nico modelo vigente, al menos en el mundo industrializado, de un grupo de pa¨ªses que hayan mantenido entre s¨ª tipos de cambio fijos pero ajustables durante un largo periodo de tiempo. Con la entrada del Reino Unido en la serpiente, esa fijeza de los tipos de cambio ha quedado reforzada. La cuesti¨®n es si ese sistema puede extenderse a un grupo de pa¨ªses m¨¢s amplio y m¨¢s heterog¨¦neo, especialmente en una era de creciente integraci¨®n de los principales mercados financieros.
Un indicio -e incluso un posible bosquejo- de la futura cesta son los Derechos Especiales de Giro (DEG) del Fondo Monetario Internacional (FMI). Los DEG son una unidad de reserva internacional, gestionada por el FMI, con objeto de proporcionar recursos distintos al d¨®lar para resolver problemas de cuentas de balanza de pago. Los pa¨ªses miembros del FMI -que son hoy 150- pueden utilizar sus DEG (una parte al¨ªcuota de un total de 2.400 millones de DEG) como si se tratase de una divisa para realizar pagos a otro pa¨ªs miembro.
El valor del DEG se determina sobre la base de una cesta de cinco monedas: el d¨®lar de Estados Unidos, el marco alem¨¢n, el yen japon¨¦s, el franco franc¨¦s y la libra esterlina. En diciembre de 1985, se acord¨® que sus pesos respectivos fuesen de un 42% para el d¨®lar, un 19% para el marco, un 15% para el yen, y un 12% para el franco y la libra. En enero de 1991 pasar¨¢n a ser de un 40% para el d¨®lar, un 21% para el marco, un 17% para el yen y un 11% para el franco y la libra.
Banco central europeo
Es improbable que el FMI, dada su inmanejable estructura, pueda convertirse en el instrumento de una organizaci¨®n efectiva de la nueva cesta mundial de monedas. Para ello se necesitar¨ªa un banco central internacional, pero, faute de mieux, el marco ya existente del FMI podr¨ªa llegar a ser la base de esa transformaci¨®n.
La creaci¨®n a partir de 1994 de un banco central europeo efectivo ser¨ªa un gran paso adelante para la definici¨®n de una nueva cesta de monedas que sustituyese al d¨®lar. El peso del ecu en dicha cesta equivaldr¨ªa al del d¨®lar, con el yen complementando a ambos. Lo que resulta claro es que los d¨ªas del d¨®lar como unidad exclusiva de intercambio est¨¢n contados, pero ?cu¨¢ndo llegar¨¢ su final? Como subray¨® Paul Volcker en una conferencia dada en septiembre de 1990 y publicada por The Wall Street Journal el 16 de octubre: "Yo podr¨ªa so?ar con el d¨ªa del triunfo final del sistema de banco central, es decir, el d¨ªa en que los bancos centrales tengan tanto ¨¦xito en conseguir y mantener la estabilidad financiera y de precios que las monedas nacionales puedan intercambiarse libremente a tipos de cotizaci¨®n estables. Entonces, como sucede hoy en Europa, podr¨ªamos discutir sobre c¨®mo hacer converger sus poderes independientes en un banco central colectivo creado para preservar e institucionalizar ese logro. Pero eso no lo llegar¨¦ a ver yo, ni ninguno de ustedes".
Y, no obstante, podr¨ªa producirse la sorpresa, pues las presiones en esa direcci¨®n son enormes. A medida que los ¨ªndices de crecimiento de las econom¨ªas industriales comenzasen a converger -como puede suceder a finales de siglo- se producir¨¢ una armonizaci¨®n de facto y esa cesta -si no el mismo banco centralpodr¨ªa materializarse. Pero podr¨ªa tambi¨¦n surgir con una configuraci¨®n diferente, especialmente si los tigres de Asia oriental siguen avanzando al ritmo actual, lo que plantear¨ªa a Jap¨®n un interesante dilema: integrarse en el bloque industrial avanzado m¨¢s antiguo o aportar su peso al nuevo bloque asi¨¢tico, suponiendo tambi¨¦n que los dem¨¢s pa¨ªses de Asia oriental quisiesen aceptar el liderazgo de Jap¨®n como aceptan hoy sus inversiones. Pero esto nos pondr¨ªa ya en el horizonte del siglo que viene.
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