Y preservativo (2)
Ibamos ayer diciendo lo funesto y significativo del cond¨®n y su propaganda. Que es que, en primer lugar, como usted, lector un tanto carrocilla, bien recuerda, y hasta acaso se lo habr¨¢ contado a sus sobrinos (?y tambi¨¦n a esa sobrinilla suya que le trae a ust¨¦ tan inquieto?), el Preservativo es, efectivamente, todo aquello de la coraza para el placer (telara?a para el peligro) que ahora he visto que se atribuye a Mara?¨®n, pero que, cuando era yo muchacho, se nos daba como frase de Madame Sta?l, cuando era mocita, o sea ?a fines del XVIII!S¨®lo un s¨ªmbolo
Lo cual usted, que acaso presuma de materialista y todo, a lo mejor se creer¨¢ que se refer¨ªa a la interposici¨®n de la tripita entre piel y piel, entre t¨² y yo, que as¨ª imped¨ªa el gozo de los refriegues y los amorosos zumos o qu¨¦ s¨¦ yo qu¨¦ l¨²bricas delicias que se le imaginen. Pero que no era eso, hombre; que le digo que eso era s¨®lo un s¨ªmbolo (se dieran o no cuenta de ello Madame de Sta?l y Mara?¨®n), que lo que simbolizaba era el entremetimiento de laprevenci¨®n y previsi¨®n, la profilaxis y el futuro, en el trance mismo en que m¨¢s peligro hab¨ªa de que alguien se librara de todo eso y se perdiera (en el otro, que ya no es nadie, en el sintiempo); y como V. ya sabe, el Futuro es el arma principal de la mentira del Poder y de su imperio.
Porque, d¨ªgame ust¨¦ si no es ¨ªntima y devastadora la intervencion del Futuro en semejante trance.
Porque, a ver, pong¨¢monos en el trance: ?c¨®mo me lo pone ust¨¦?; o (bueno, no se ofenda, hombre) ?c¨®mo se lo pone a usted su parejita? Venga, d¨ªgame c¨®mo se hace eso, que no tengo ni idea: quiz¨¢ se lo coloca V. en fr¨ªo, antes de empezar los ejercicios de calentamiento preparativos al coito que los Manuales de Sexualidad le recomiendan... Pero el pon¨¦rselo as¨ª, a verga floja o medio floja, debe de ser un engorro t¨¦cnico, que me da sudores ni pensarlo. O bien, por medio de sabias caricias y meneos, se la ponen a usted en orden antes de empezar con la operaci¨®n...
Peligros
Pero entonces, con ese ajetreo, ?no habr¨¢ peligro de que se crea, la pobre, cuando llegue el momento triunfal del encapuchamiento, que con eso ya ha cumplido con sus fines y se desentienda de la prosecuci¨®n? O bien, bueno, supongamos que usted se entrega a ciegas al juego y la deja ust¨¦ encargada a su sobrina, o a quien sea su contrincante, de que est¨¦ atenta a los s¨ªntomas de su progresivo enarbolamiento, de manera que, cuando lo vea a ust¨¦ bien a modo y lanz¨¢ndose a ello como un torito, antes de que pase a mayores, izas!, se la agarre y le calce la gomita...
Pero entonces, hija de mis entra?as, ?qu¨¦ lugar le va a quedar a ella para el embeleso y el arrobo, con toda esa fijaci¨®n feroz de la atenci¨®n y la fr¨ªa mente necesarla para la debida realizaci¨®n del manejo sanitario en su momento?; y no ser¨¢ ust¨¦ tan bruto como para creer que, sin el arrobo y embeleso de ella, va a pasarle a usted nada que merezca siquiera las penas del encapuchamiento.
En fin, usted me dir¨¢ la t¨¦cnica que prefiere, pero lo que no puede negarme, en cualquier caso, es que de lo que se trata, con el pretexto de la tripita, es de procurar una intromisi¨®n decisiva de la intenci¨®n, el prop¨®sito y el futuro en el trance que menos hac¨ªan falta, de modo que consigan sin m¨¢s el estropicio de cualquier peligro de olvido y de deleite que pudiera haber en ello.
?Como si ya de por s¨ª no fuera tan dif¨ªcil y tan raro eso de follar bien y como Dios manda, por alguna maravillosa imperfecci¨®n y descuido del Poder que deja por ventura, sin Pareja ni Prostituci¨®n, sin Amor ni Sexo may¨²sculo ni hostias, escurrirse por debajo y descubrir algo de eso por lo que todos y todas nos pasamos la vida- suspirando! Improbable y casi milagroso es de por s¨ª, amigo, usted lo sabe; pero, con el Preservativo, se vuelve pr¨¢cticamente imposible; que es de lo que se trataba: que no haya ni tal peligro lejano de olvido y vida; que, ya que hay que dejar que se folle, que se folle todo lo mal que se pueda: ¨¦sa es la Ley.
Lo curioso del caso (pero normal en tales trances: pues los restos de las formas arcaicas de Poder permanecen bajo el Orden Nuevo cumpliendo su misi¨®n complementaria, que es que, al competir con la Fe triunfante, contribuyan a reforzarla), lo curioso es que los residuos persistentes de la Iglesia Cat¨®lica y sus jerarqu¨ªas no han sido capaces siquiera de darse cuenta de eso: de que esa misma funci¨®n funesta de machacar las escasas posibilidades de amor, placer, olvido y descubrimiento, la est¨¢n realizando las formas nuevas de Poder de una manera incomparablemente m¨¢s eficaz que los procedimientos con que ellos procuraban lo mismo anta?o, ya sea con esta campa?a del Preservativo, ya con la Educaci¨®n Sexual en las escuelas, ya con la ingente industria pornogr¨¢fica que Capital promueve y Estado tecnocr¨¢tico condona.
Y como estos Prelados, en su decadencia, no alcanzan a darse cuenta de eso (no son como el Jesuita ideal y maquiav¨¦lico de los tiempos de imperio de la Iglesia, que hubiera atisbado la potencia de mortificaci¨®n de amor y entendimiento que la Nueva Iglesia, Banca y Ministerio, con la incitaci¨®n al follaje profil¨¢ctico, tra¨ªa de relevo), como no diquelan, se dedican a clamar contra la inmoralidad (v¨¢lganos Dios), de campa?a semejante, la m¨¢s casta, disciplinar y mort¨ªfera de las campa?as, ¨¦sta que tiene por cilicio y por pend¨®n el Preservativo. Y ?no era de eso, padres car¨ªsimos, de lo que se trataba, de que no se folgara, por si acaso pasaba algo, y que, de folgar, se folgara bajo el miedo, la preocupaci¨®n, la prevenci¨®n y c¨¢lculo de la paga y la condena?
Incitaci¨®n secundaria
No se dan cuenta de que lo que ellos hac¨ªan anta?o con el terror de confesionario y la castidad a l¨¢tigo, lo hacen mucho mejor estos Ejecutivos de Dios con su ideaci¨®n y reglamentaci¨®n del Sexo, sea en pareja formal o en prostituci¨®n de alto standing, pero siempre con la goma del Futuro entre uno y otra, como entre Isolda y Trist¨¢n la espada glacial del Rey. Porque todav¨ªa aquella represi¨®n eclesi¨¢stica al viejo estilo a muchos les proporcionaba la incitaci¨®n secundaria del Pecado mismo; pero ?cu¨¢les habr¨¢ tan degenerados que, por obediencia extrema, le cojan gusto al preservativo y, adictos ya y adictas al art¨ªculo farmac¨¦utico, lleguen a no sentir nada de piel ni pelo si no es con esa interposici¨®n?
Extra?as aberraciones ha conocido la Historia, y aquellas de la libido peccandi y el sacrilegio eran notorias, pero hay que reconocer que ¨¦sa del gusto del cond¨®n tendr¨ªa que ser la ¨²ltima.
Claro, que tambi¨¦n notable es lo que les ha pasado, por lo que oigo, a la mayor¨ªa de los hombres liberales y de izquierdas, intelectuales, pol¨ªticos y dem¨¢s, y que a usted mismo, lector de este democr¨¢tico Rotativo, por menos de nada le habr¨¢ pasado: que, como suele sucederles siempre, han confundido el Poder actual con los residuos del Poder de anta?o, y enga?ados por los aspavientos de la vieja Fe, que son lo que a ellos les gusta y lo que perciben claro (porque ?no sufrieron muchos de ellos en sus carnes j¨®venes las disciplinas y terrores de la Moral arcaica?), se han dedicado a zaherir y hacer sarcasmo de la vieja Iglesia, y hasta, puestos en el brete, a preferir como progresista y aperturista la campa?a del cond¨®n que Estado y Capital entusi¨¢sticamente predicaban.
No se apercib¨ªan de que ¨¦sta es la Iglesia verdadera y el relevo potente de la vieja: que el Se?or s¨®lo cambia para seguir El Mismo; y las formas actuales y vigentes de la Moral son las ¨²nicas que merecen atenci¨®n, y rebeli¨®n y cr¨ªtica, como representantes que son justamente de la Eterna. La cual consiste, ya sea por v¨ªa de represi¨®n o por v¨ªa de reglamentac¨ª¨®n de co?os y corazones, en la administraci¨®n de muerte de cualquier amor sin profilaxis y cualquier pensamiento sin futuro.
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