Erich Honecker, un muerto viviente
La justicia alemana reclama al anciano y enfermo l¨ªder comunista
El aislamiento y el secretismo que han rodeado la vida y milagros de Erich Honecker desde que fuera depuesto como m¨¢ximo l¨ªder de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA), el 18 de octubre de 1989, han conseguido hacer de ¨¦l una especie de fantasma, un muerto en vida. Ahora, de golpe, la justicia quiere literalmente sentarle en el banquillo de los acusados por su responsabilidad en la orden de tirar a matar contra los que quer¨ªan escapar del para¨ªso socialista que dirig¨ªa.
La inquisitiva prensa popular alemana ha mantenido vivo el inter¨¦s por Erich Honecker, anciano de 78 a?os, enfermo de c¨¢ncer y ahora con problemas circulatorios. Todo lo que se sabe de ¨¦l procede, sin embargo, de supuestas entrevistas con amigos personales, probablemente viejos compa?eros del partido, actualmente sin trabajo, que venden a la prensa, a buen precio, las visitas que realizan al hospital militar sovi¨¦tico de Beelitz, a las afueras de Berl¨ªn, donde languidece en compa?¨ªa de su esposa, Margot, la antigua ministra de Educaci¨®n, de la que estaba separado hasta que el destino los sumi¨® a ambos en la desgracia.El ¨²ltimo cotilleo publicado por el diario Bild Zeitung, antes de que la fiscal¨ªa de Berl¨ªn dictara la orden de arresto, aseguraba que Honecker quer¨ªa acabar sus d¨ªas en su tierra chica, en la peque?a localidad de Wiebelskirchen, en el Sarre, muy cerca de la frontera francesa, donde todav¨ªa vive una de sus hermanas. El peri¨®dico a?ad¨ªa una encuesta de urgencia realizada en este peque?o pueblo y aseguraba que a sus habitantes no les importaba su llegada. "Era un buen conocido de mi padre", fue todo lo que tuvo que decir el panadero, Gerhard Appel, de 57 a?os.
Su vuelta al Sarre cerrar¨ªa el c¨ªrculo iniciado con su militancia en las filas del Partido Comunista Alem¨¢n (DKP) durante los duros a?os de la Rep¨²blica de Weimar, su posterior ca¨ªda en manos de la Gestapo y su estancia durante 10 a?os -justo hasta que fue liberado por los sovi¨¦ticos en 1945- en la prisi¨®n berlinesa de Moabit.
A principios de 1989 Honecker estaba en lo alto del poder. Dos a?os antes hab¨ªa conseguido ser recibido en Bonn con honores de jefe de Estado, consolidando as¨ª la existencia de la RDA. Aquella primavera viaj¨® a Bucarest para la reuni¨®n del Pacto de Varsovia.
Pero los aires rumanos no le sentaron bien y cay¨® enfermo. Oficialmente, primero fue un resfriado y despu¨¦s se convirti¨® en una infecci¨®n de la ves¨ªcula. Sus s¨²bditos se le escapaban en masa y Honecker no aparec¨ªa por ning¨²n lado. Al otro lado del Elba, mientras, se recib¨ªa con entusiasmo a los refugiados, corr¨ªan toda clase de rumores, el ¨²ltimo de los cuales aseguraba que el l¨ªder comunista hab¨ªa muerto.
A principios de octubre, con el pa¨ªs vaci¨¢ndose y ante la inminente celebraci¨®n del 40? aniversario de la fundaci¨®n de la RDA, Honecker apareci¨® en p¨²blico aparentemente en perfecta salud. Unos d¨ªas despu¨¦s, la televisi¨®n lo mostraba dando saltitos y con gran excitaci¨®n recibiendo al l¨ªder sovi¨¦tico, Mija¨ªl Gorbachov.
Fue su ¨²ltimo gran momento. Diez d¨ªas despu¨¦s perd¨ªa su puesto en una operaci¨®n que, todav¨ªa ahora, Honecker insiste en que fue una conspiraci¨®n de Mosc¨² ejecutada por su mano derecha, el jefe de la seguridad del Bur¨® Pol¨ªtico, el senil Erich Mielke. Todo sucedi¨® con gran rapidez. Fue expulsado del partido y puesto bajo arresto domiciliario. Pocos d¨ªas despu¨¦s tuvo que abandonar su residencia en el gueto amurallado de Wandlitz.
Ingres¨® en el hospital de la Charite, en Berl¨ªn. Fue operado de un tumor canceroso en los ri?ones. Cuando a finales de enero fue dado de alta le esperaba la polic¨ªa para detenerle. La noche del 29 de enero la pas¨® entre rejas. Al d¨ªa siguiente, argumentando que su estado de salud no permit¨ªa que fuera juzgado, fue puesto en libertad.
Entonces empez¨® otra tragedia. Primero le fue concedido un peque?o apartamento en Berl¨ªn, pero las protestas de los vecinos le obligaron a abandonarlo.
El pastor Uwe Holmer, director de una residencia de ancianos en Lobetal, ofreci¨® a los Honecker la buhardilla de su propia pasa, ya que tampoco era posible instalarlo con los otros pensionistas. Finalmente, en abril, las autoridades sovi¨¦ticas acudieron en su ayuda, ofreci¨¦ndole acomodo en el hospital militar de Beelitz.
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