Cr¨ªa cuervos
Hace a?o y medio que Carlos Menem es presidente de los argentinos. La Constituci¨®n prev¨¦ su presencia en el cargo durante seis. Desde que, en 1930, Yrigoyen fue derrocado por el general Uriburu, s¨®lo Per¨®n, en una oportunidad, y Alfons¨ªn, en otra, alcanzaron sucesi¨®n civil. Es, pues, natural que desde el mismo d¨ªa en que un mandatario es investido se empiece a especular sobre sus posibilidades de perduraci¨®n, sobre las inquietudes del ej¨¦rcito y sobre las irritaciones que en sus miembros puedan suscitar las acciones del poder civil, cuando no sus limitaciones en la conservaci¨®n del orden social.Menem acaba de enfrentar la primera rebeli¨®n militar de su gesti¨®n, un movimiento que objeta su manejo de algunos asuntos espec¨ªficamente castrenses, pero que tambi¨¦n pone en tela de juicio su pol¨ªtica general y abre serios interrogantes sobre el porvenir de la democracia en Argentina.
Las esquizofr¨¦nicas declaraciones del oficial Hugo Abete, hombre de Seineld¨ªn y portavoz de los sublevados, en el sentido de que su gente no estaba empe?ada en un golpe de Estado, ya que reconoc¨ªa "la autoridad del presidente Menem como comandante en jefe de las fuerzas armadas", pero "dentro del ej¨¦rcito no reconocemos otra autoridad que la de su comandante leg¨ªtimo, que es el coronel Seineld¨ªn", parecieron bastar a buen n¨²mero de observadores como garant¨ªa de que las reivindicaciones del grupo revest¨ªan un car¨¢cter estrictamente gremial, cosa tranquilizadora, tal vez, pero radicalmente falsa. En su breve discurso, Abete situaba fuera del ej¨¦rcito a su comandante en jefe, cuestionaba la legitimidad del jefe del Estado Mayor, general Mart¨ªn Bonet, designado por Menem, y creaba otra, encarnada en la persona de Seineld¨ªn. Lo que equivale a decir que no s¨®lo discut¨ªa la decisi¨®n del presidente, sino que desconoc¨ªa la estructura del Estado.
El descanso del rid¨ªculo
Ser¨ªa f¨¢cil sumarse a la tendencia generalizada a meter en el saco de lo rid¨ªculo cuanto ocurre en Argentina. Es m¨¢s des cansado y evita la alusi¨®n a lo tr¨¢gico. Pero estamos hablando de pol¨ªtica.
Para Seineld¨ªn, todo esto tiene un nombre, Operativo Dignidad, y es continuaci¨®n de los movimientos emprendidos en lo d¨ªas de Alfons¨ªn con la finalidad de recuperar para el estamento militar un espacio en la vida argentina, perdido durante la dictadura, con su guerra sucia y su aventura en las Malvinas. Los carapintadas pretenden una nueva imagen que repare su prestigio, porque saben, por largu¨ªsima experiencia, que los gobiernos de fuerza se instalan, prosperan y adquieren estabilidad cuando tienen apoyo popular. Adem¨¢s, la quieren cuanto antes, porque la situaci¨®n general se degrada d¨ªa a d¨ªa, y eso les favorece.
De siniestra memoria, Videla, Massera, Firmenich y algunos otros quedar¨¢n en libertad cualquiera de estos d¨ªas. Menem ha firmado indultos, y va a firmar m¨¢s. Con ello no s¨®lo impugna una decisi¨®n de los jueces, hist¨®rica por su alcance jur¨ªdico y moral, sino que contribuye a minar el precario equilibrio en que coexisten en Argentina los tres poderes que sostienen la legalidad democr¨¢tica. Es un estilo de gobierno que se padece a diario: el presidente decreta. Hace una semana decret¨® la racionalizaci¨®n de la Administraci¨®n: el despido de 125.000 funcionarios, que se traduce en la condena a la miseria de id¨¦ntico n¨²mero de familias, en un pa¨ªs sin oportunidades de empleo. Es un estilo de gobierno que, aunque no est¨¦ re?ido con la letra de la ley vigente, s¨ª lo est¨¢ con el esp¨ªritu democr¨¢tico. Es un estilo de gobierno que debilita a¨²n m¨¢s el cr¨®nicamente d¨¦bil Estado argentino. Desde los indultos hasta los despidos, pasando por una pol¨ªtica de privatizaciones desesperadas por la cual se ponen en venta bienes p¨²blicos que a veces ni siquiera encuentran comprador, a lo largo de a?o y medio, Menem ha contribuido como pocos a la erosi¨®n del Estado. Y es sabido que un Estado endeble reclama el sost¨¦n de un Gobierno fuerte.
Videla ha dicho el mes pasado que rechaza el indulto. Nadie piense que su actitud est¨¢ ligada a forma alguna de arrepentimiento. Se trata ¨²nicamente de que desea algo m¨¢s que el indulto: desea la gratitud de la patria por su triunfo en la guerra contra la subversi¨®n. No quiere el perd¨®n; quiere una medalla. Menem ha hecho concesiones, y ha logrado que le pidan m¨¢s. Ha criado cuervos, y le comer¨¢n los ojos.
Entretanto, los despedidos de la Administraci¨®n se manifiestan. Los ciudadanos de Catamarca , donde la adolescente Mar¨ªa Soledad Morales fue violada y torturada el pasado septiembre por sicarios del gobernador Saadi sin que hasta la fecha se haya esclarecido el crimen, se manifiestan. Las madres de desaparecidos, humilladas por los indultos, se manifiestan. Los despose¨ªdos y miserables de la provincia de Buenos Aires han dejado de manifestarse desde que el Gobierno provincial distribuye alimentos diariamente a tres millones y medio de personas. En ninguno de estos casos hay direcci¨®n pol¨ªtica. Los funcionarios tienen una asociaci¨®n sindical -muy afectada por la crisis de la Confederaci¨®n General del Trabajo-, que a lo sumo puede permitirles organizar sus reivindicaciones inmediatas. El pueblo de Catamarca no conoce dirigentes capaces de liderar un cambio, tras medio siglo de poder familiar. La causa de los desaparecidos perturba, pero no atrae.
El deber de la oposici¨®n
Habiendo desistido de toda intervenci¨®n en esos problemas, el ¨²nico partido con entidad suficiente para oponerse electoralmente al peronismo, el Radical, renuncia a su papel alternativo y se postula para una suerte de cogobierno, una asunci¨®n suicida de corresponsabilidad en la Administraci¨®n de Menem. El primer deber de una oposici¨®n democr¨¢tica es oponerse. Si no lo cumple, perjudica al sistema en su esencia. Pero no siempre la oposici¨®n est¨¢ dispuesta a ser el canal por el que circulen los reclamos de una probable mayor¨ªa; sobre todo si ¨¦stos exceden con mucho su proyecto ideol¨®gico. Es lo que sucede hoy con el radicalismo.
Considerando que la izquierda argentina es absolutamente exigua y, para m¨¢s pena, ha perdido hace tiempo toda credibilidad, las cuentas de Seineld¨ªn cuadran perfectamente. Un gran descontento social, sin una direcci¨®n capaz de convertirlo en una fuerza activa en un marco democr¨¢tico, sumado a un ej¨¦rcito con un discurso nacionalista y un pasado heroico de lucha contra la subversi¨®n y contra el imperialismo brit¨¢nico en las Malvinas, resulta en un Gobierno fuerte, con apoyo popular masivo. La memoria de las masas es fr¨¢gil, y hacerse un pasado es m¨¢s sencillo que hacerse un nombre.
Zulema Yoma parece haber sido la primera en comprender el sentido de este c¨¢lculo. Entre el proyecto pol¨ªtico de su marido, cada d¨ªa menos claro, y el proyecto pol¨ªtico de Seineld¨ªn, orientado a un poder casi total, dentro y fuera del ej¨¦rcito, opt¨® en su momento por el segundo.
Dos factores debieran poner en guardia a Seineld¨ªn: el ostensible apoyo de Bush a Menem y el vergonzoso final de su ¨ªntimo amigo Noriega, en un momento de las relaciones internacionales en que ni tan s¨®lo el inefable coronel Gaddafi ladra.
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