Rafael Est¨¦vez, magistrado
Rafael Est¨¦vez, de 59 a?os, falleci¨® anteayer en Madrid de un derrame cerebral. Era magistrado de la Sala Segunda del Tribunal Supremo.
En memoria de Rafael Est¨¦vez
Desgraciadamente, diciembre no est¨¢ siendo un buen mes para la amistad. A punto de cumplirse un a?o de la muerte de Antonio Carretero, fallece otro excelente magistrado del Tribunal Supremo, Rafael Est¨¦vez, a quien, apresuradamente, dedico estos recuerdos.
Asturiano ejerciente, Rafael recibi¨® de Jovellanos la inquieta curiosidad del saber ilustrado. Recorri¨® con detenimiento el siglo XIX de la mano de la generaci¨®n del 98. Si hubiera nacido antes habr¨ªa colaborado con la Instituci¨®n Libre de Ense?anza y participado activamente en el proyecto modernizador de Espa?a que animaron los dem¨®cratas republicanos de nuestros a?os treinta. Sent¨ªa por Aza?a y Fernando de los R¨ªos una profunda admiraci¨®n, y creo que nunca fue capaz de apartar de su memoria los amargos recuerdos de nuestro incivil enfrentamiento, sobre el que tanto hab¨ªa le¨ªdo y conoc¨ªa.
Sent¨ªa la democracia en la sangre, e hizo cuanto a su alcance estuvo para que los espa?oles la recuper¨¢ramos en paz. No eludi¨® para ello el compromiso ni vacil¨® un instante a la hora de integrarse en la organizaci¨®n profesional implicada en el mismo empe?o: Justicia Democr¨¢tica.
Elegido por el Parlamento vocal del Consejo de Radio y Televisi¨®n, volc¨® en su actuaci¨®n el hondo sentido de la libertad que siempre le acompa?¨®. Dif¨ªcil habr¨ªa sido encontrar mejor defensor del pluralismo.
Ha muerto cuando, tras la interrupci¨®n de algunos a?os, recuperaba ilusionadamente y en plena madurez su profesi¨®n judicial, a la que hab¨ªa dedicado la mayor parte de su vida. Los pocos meses de su presencia en la Sala Segunda del Tribunal Supremo han servido para dejar la huella imborrable de su condici¨®n de juez humano, culto y justo.
No s¨®lo eso, con ser mucho, quedar¨¢ de su personalidad entre nosotros. A quienes le conocimos y tratamos nos acompa?ar¨¢ siempre el fogonazo de sus agudas e inteligentes observaciones, la explosiva cordialidad de su compa?¨ªa, la infrecuente calidad de su alegr¨ªa.
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