Tratamiento de choque
El lunes 26 de noviembre por la ma?ana, Polonia y todos los pa¨ªses del Este se despertaron bajo los efectos de un choque. La primera vuelta electoral fue una sorpresa. El pr¨®ximo domingo se elige, definitivamente, al nuevo presidente.
Tras 500 d¨ªas de Gobierno pos comunista -el primero en esta parte de Europa-, el electorado polaco ha hecho un feo a su primer ministro, Tadeusz Mazowiecki, al concederle s¨®lo el 18% de los votos. Tambi¨¦n ha humillado al fundador de Solidaridad, Lech Walesa, que hab¨ªa provocado estas elecciones precipitadas esperando ser votado por al menos el 80% de sus compatriotas. Por el momento s¨®lo ha conseguido el 40% de los votos, y el 9 de diciembre deber¨¢ enfrentarse en una segunda vuelta a Stanislav Tyminski, un desconocido que ha terminado siendo el gran beneficiario del escrutinio del pasado 25 de noviembre. En efecto, nadie imaginaba que este hombre de negocios de 42 a?os procedente de Per¨² y Canad¨¢ pudiera obtener el 23% de los votos. Este candidato inesperado, casi ca¨ªdo del cielo, jam¨¢s ha participado en ninguna batalla por la democracia en Polonia. Se contentaba con algunas trivialidades a guisa de programa acompa?adas de un elogio al dinero. En este momento es ¨¦l quien est¨¢ a la cabeza no s¨®lo en algunas circunscripciones rurales, sino tambi¨¦n en Katowice, uno de los centros obreros m¨¢s grandes del pa¨ªs.Ni tribuno ni demagogo
El fen¨®meno Tyminski no es la ¨²nica sorpresa fatal de este domingo. De cada 10 electores, cuatro no han ido a las urnas y han hecho ascos a las primeras elecciones polacas realmente libres desde 1922. No han respondido a las llamadas de los candidatos cuando todos ellos insist¨ªan en la importancia hist¨®rica de un escrutinio que permitir¨ªa a los polacos elegir directamente y por primera vez a su presidente. Se comprende, por tanto, la decepci¨®n de la clase pol¨ªtica. Sin embargo, Tadeusz Mazowiecki no ha perdido la calma. Reaccionando al desastre en caliente, ha declarado que conf¨ªa en las futuras elecciones del pueblo polaco Ni tribuno ni demagogo y poco proclive al exhibicionismo electoral a la americana, Mazowiecki s¨®lo acept¨® presentarse debido a la presi¨®n de la fracci¨®n de Solidaridad que se rebel¨® contra la demagogia de Walesa. Pan Tadeusz, como se conoce familiarmente al primer ministro, era el m¨¢s indicado para decir al hombre de Gdansk que no hab¨ªa sido el ¨²nico en poner patas arriba el antiguo r¨¦gimen: "Se trataba de una batalla colectiva, y si debemos mucho a Walesa, tambi¨¦n ¨¦l ha contra¨ªdo una deuda con nosotros". Los partidarios del presidente de Solidaridad responden a esto con una sarta de injurias y no vacilan en pegar la estrella de David en los retratos de Mazowiecki para dar a entender que ¨¦ste es jud¨ªo.
Lech Walesa pretendi¨® no tener nada que ver con esta campa?a, pero tampoco hizo nada por detenerla. Obsesionado por acaparar todos los votos, incluidos los de los antisemitas, promet¨ªa el oro y el moro a todo el mundo. Se comprometi¨® a dar a cada polaco, 10.000 d¨®lares para que fundara su propia empresa o se hicieran con las del Estado. Iba a crear en Polonia una econom¨ªa de mercado de tipo desconocido, cortada por otros patrones, donde no habr¨ªa ni perdedores ni parados; solamente ricos. Pero es evidente que ha encajado el ¨¦xito de Tryminski como una ofensa personal. No ha querido creer que ese polaco procedente del extranjero podr¨ªa ganarle en su propio terreno y "robarle" el 23% de los votos.
Algunos dirigentes de Solidaridad han vituperado a los electores polacos acus¨¢ndolos de inmadurez pol¨ªtica y democr¨¢tica. Es cierto que el sindicato sale muy mal parado de estas elecciones. Su unidad ha volado en pedazos y su imagen ante el pa¨ªs ha sufrido da?os irreparables. Pero las injurias a los electores no podr¨¢n reemplazar a un an¨¢lisis serio de esta situaci¨®n. ?C¨®mo se puede pretender que los polacos no est¨¢n maduros para la democracia cuando est¨¢n considerados como los mejores combatientes de esta causa en todo el Este tras 11 a?os de lucha?.
Pero esto no es todo. Durante los 500 d¨ªas de Gobierno de Mazowiecki, los "radicales" sovi¨¦ticos hac¨ªan incesantes peregrinajes a Varsovia para instruirse y luego alabar el ejemplo polaco del brusco paso a la econom¨ªa de mercado. Dejaban creer que un hombre popular -Bor¨ªs Yeltsin, por ejemplo- podr¨ªa imponer en la URSS el mismo tratamiento de choque y volver a llenar de golpe los escaparates de las tiendas. En v¨ªsperas de las elecciones del 25 de noviembre, Literat¨²rnaya Gazeta, inclin¨¢ndose claramente por Mazowiecki frente a Walesa, mostraba una vez m¨¢s las ventajas de la v¨ªa polaca, sugiriendo que constitu¨ªa el remedio mejor a la crisis sovi¨¦tica.
Desorientaci¨®n
Pero el lunes 26 de noviembre, por la ma?ana, este mito fue tocado de un ala. Cuando los hombres salidos de un movimiento sindical -porque en principio Solidaridad no era m¨¢s que eso- imponen una pol¨ªtica que se traduce en una baja del nivel de vida de los trabajadores del 30% al 40% en 500 d¨ªas, est¨¢n desorientando al pa¨ªs. Era de ilusos creer que los polacos iban a aceptar gozosamente semejante situaci¨®n porque Solidaridad les hab¨ªa tra¨ªdo la democracia. En el sistema antiguo se les pagaba malamente pero percib¨ªan como compensaci¨®n un "salario social" en forma de servicios casi gratuitos. El transporte, la electricidad, el gas, la educaci¨®n, los espect¨¢culos y el alquiler no costaban casi nada. Ahora tendr¨¢n que pagarlos a precios de mercado, cosa que se traduce en una depauperizaci¨®n de la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n. Y esto no es todo: a partir del 1 de enero, los alquileres ser¨¢n libres y no es dif¨ªcil suponer lo que esto representar¨¢ para todos aquellos que ocupen viviendas sociales. Cuando uno se encuentra en semejante situaci¨®n, est¨¢ claro que votar¨¢ a cualquiera que le proporcione la esperanza de escapar al abismo.
Tadeusz Mazowiecki es conocido por su sensibilidad social, y no es el ¨²nico responsable de lo que ha sucedido. Como no sab¨ªa nada de econom¨ªa, dio carta blanca desde el principio a su ministro de Finanzas, Leszek Balcerowicz, joven tecn¨®crata formado en Estados Unidos. Tadeusz esperaba: que su ministro angl¨®fono, capaz de negociar en Washington sin int¨¦rpretes, obtendr¨ªa para la joven democracia polaca el equivalente a un Plan Marshall. Pero Balcerowicz s¨®lo ha tra¨ªdo de EE UU un pr¨¦stamo limitado de la banca mundial, con draconianas condiciones monetarias, las mismas que el Fondo Monetario Internacional impone a los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina, y que se traducen regularmente en revueltas populares y pillaje, seguidos de la represi¨®n correspondiente. Los nuevos dirigentes afirmaron durante mucho tiempo que no ten¨ªan elecci¨®n y que era mejor salir de golpe del sistema hipercentralizado en lugar de avanzar en peque?as etapas. Pero la experiencia no confirma esta tesis. Existen alternativas y todo parece indicar que la "salida de golpe" durar¨¢ a?os y que podr¨ªa saldarse en imprevisibles aventuras populistas. Varios antiguos l¨ªderes de Solidaridad (comenzando por Ryszard Bugaj, presidente de la comisi¨®n econ¨®mica del Parlamento, y Karol Moizelewski, que estuvo ocho a?os y, medio en prisi¨®n bajo el antiguo r¨¦gimen) se han rebelado contra este callej¨®n sin salida y han propuesto fundar un movimiento de izquierdas, Solidaridad del Trabajo. No ignoran que el socialismo real ha arruinado no solo la econom¨ªa, sino que ha desacreditado por a?adidura las ideas de izquierda. Piensan que ya es hora de resucitarlas porque no puede desarrollarse democracia alguna en una sociedad donde las clases subalternas no tienen representaci¨®n pol¨ªtica. Decir "nosotros no somos ni de izquierdas ni de derechas, somos del Oeste", como lo hacen algunos amigos de Mazowiecki, no tiene mucho sentido, porque Polonia, nos guste o no, est¨¢ al Este. Y no va a ser ma?ana cuando recupere su retraso con relaci¨®n a los pa¨ªses capitalistas desarrollados o cuando pueda repartirse con ellos el gran pastel del mercado mundial.
Y mientras tanto, si se contin¨²a cargando el peso de los sacrificios en los trabajadores, terminar¨¢n por producirse a ciencia cierta movimientos incontrolados y, a fin de cuentas, una dictadura. ?No acusaban los amigos de Mazowiecki de tentaciones peronistas a Walesa?
Hombres de derecha
Actualmente, para cerrar el camino al ex¨®tico Tyminski, de nuevo cierran filas en torno al hombre de Gdansk y parece que negocian con ¨¦l un programa com¨²n. "Sujet¨¢ndolo bien podemos salvarlo de s¨ª mismo", dicen para tranquilizarse y sin creer demasiado en ello. Porque Lech Walesa ha elegido ya su c¨ªrculo entre los hombres de la. derecha fuerte, ¨¢vida de revancha. Pedir¨¢ al presidente del Gobierno confinado en su exilio londinense (y no al general Jaruzelski, demasiado rojo para ser considerado como polaco aut¨¦ntico) que le pase las llaves de Belweder.
?Pero no fue ¨¦l mismo quien firm¨® el a?o pasado con este general un acuerdo que permiti¨® el advenimiento de la democracia? S¨ª, ha respondido Walesa imperturbable. Pero era en 1989, y desde entonces las cosas han cambiado. ?C¨®mo prever d¨®nde estar¨¢n esas cosas el a?o pr¨®ximo y qu¨¦ conclusiones sacar¨¢ de ellas Lech Walesa? Lo peor nunca es inevitable, pero Polonia necesita urgentemente un debate serio sobre su futuro. Las elecciones presidenciales han demostrado que el tratamiento de choque la ha enfermado pol¨ªticamente y que s¨®lo se curar¨¢ buscando, su propia v¨ªa en lugar de copiar tan ciegamente el modelo occidental.
Traducci¨®n: Daniel Sarasola.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.