La b¨²squeda del presente
Las lenguas son realidades m¨¢s vastas que las entidades pol¨ªticas e hist¨®ricas que llamamos naciones. Un ejemplo de esto son las lenguas europeas que hablamos en Am¨¦rica. La situaci¨®n peculiar de nuestras literaturas frente a las de Inglaterra, Espa?a, Portugal y Francia depende precisamente de este hecho b¨¢sico: son literaturas escritas en lenguas transplantadas. Las lenguas nacen y crecen en un suelo; las alimenta una historia com¨²n. Arrancadas de su suelo natal y de su tradici¨®n propia, plantadas en un mundo desconocido y por nombrar, las lenguas europeas arraigaron en las tierras nuevas, crecieron en las sociedades americanas y se transformaron ( ... ).A despecho de estos vaivenes, la relaci¨®n nunca se ha roto. Mis cl¨¢sicos son los de mi lengua y me siento descendiente de Lope y de Quevedo como cualquier escritor espa?ol... pero no soy espa?ol. Nuestro di¨¢logo se realiza en el interior de la misma lengua. Somos y no somos europeos. ?Qu¨¦ somos entonces? Es dif¨ªcil definir lo que somos pero nuestras obras hablan por nosotros.
Literaturas americanas
La gran novedad de este siglo en materia literaria ha sido la aparici¨®n de las literaturas de Am¨¦rica. Primero surgi¨® la angloamericana y despu¨¦s, en la segunda mitad del siglo XX, la de Am¨¦rica Latina en sus dos grandes ramas, la hispanoamericana y la brasile?a. Aunque son muy distintas, las tres literaturas tienen un rasgo en com¨²n: la pugna, m¨¢s ideol¨®gica que literaria, entre las tendencias cosmopolitas y las nativistas ( ... ).
Otras diferencias son de orden literario y se refieren m¨¢s a las obras en particular que al car¨¢cter de cada literatura. ?Pero tienen car¨¢cter las literaturas, poseen un conjunto de rasgos comunes que las distingue unas de otras? No lo creo.
La primera y b¨¢sica diferencia entre la literatura latinoamericana y la angloamericana reside en la diversidad de sus or¨ªgenes. Unos y otros comenzamos por ser una proyecci¨®n europea. Ellos de una isla y nosotros de una pen¨ªnsula. Dos regiones exc¨¦ntricas por la geografia, la historia y la cultura. Ellos vienen de Inglaterra y la Reforma; nosotros, de Espa?a, Portugal y la Contrarreforma. Apenas si debo mencionar, en el caso de los hispanoamericanos, lo que distingue a Espa?a de las otras naciones europeas y le otorga una notable y original Fisonom¨ªa hist¨®rica ( ... ).
El sentimiento de separaci¨®n se confunde con mis recuerdos m¨¢s antiguos y confusos: con el primer llanto, con el primer miedo. Como todos los ni?os, constru¨ª puentes imaginarlos y afectivos que me un¨ªan al mundo y a los otros. Viv¨ªa en un pueblo de las afueras de la Ciudad de M¨¦xico, en una vieja casa ruinosa, con un jard¨ªn selv¨¢tico y una gran habitaci¨®n llena de libros ( ... ). El tiempo era el¨¢stico; el espacio, giratorio. Mejor dicho: todos los tiempos, reales o imaginarios, eran ahora mismo ( ... ).
El tiempo comenz¨® a fracturarse m¨¢s y m¨¢s (...). Mi ahora se disgreg¨®: el verdadero tiempo estaba en otra parte ( ... ). A pesar del testimonio de mis sentidos, el tiempo de all¨¢, el de los otros, era el verdadero, el tiempo del presente real. Acept¨¦ lo inaceptable: fui adulto. As¨ª comenz¨® mi expulsi¨®n del presente.
La fractura del tiempo
( ... ) La b¨²squeda del presente no es la b¨²squeda del ed¨¦n terrestre ni de la eternidad sin fechas: es la b¨²squeda de la realidad real. Para nosotros, hispanoamericanos, ese presente real no estaba en nuestros pa¨ªses: era el tiempo que viv¨ªan los otros, los ingleses, los franceses, los alemanes. El tiempo de Nueva York, Par¨ªs, Londres. Hab¨ªa que salir en su busca y traerlo a nuestras tierras. Esos a?os fueron tambi¨¦n los de mi descubrimiento de la literatura. Comenc¨¦ a escribir poemas. No sab¨ªa qu¨¦ me llevaba a escribirlos: estaba movido por una necesidad interior dif¨ªcilmente definible. Apenas ahora he comprendido que entre lo que he llamado mi expulsi¨®n del presente y escribir poemas hab¨ªa una relaci¨®n secreta ( ... ). Buscaba la puerta de entrada al presente: quer¨ªa ser de mi tiempo y de mi siglo. Un poco despu¨¦s, esta obsesi¨®n se volvi¨® idea fija: quise ser un poeta moderno. Comenz¨® mi b¨²squeda de la modernidad.
Qu¨¦ es la modernidad? Ante todo, es un t¨¦rmino equ¨ªvoco: hay tantas modernidades como sociedades. Cada una tiene la suya ( ... ). La modernidad es una palabra en busca de su significado: ?es una idea, un espejismo o un momento de la historia? ?Somos hijos de la modernidad o ella es nuestra creaci¨®n? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Poco importa: la seguimos, la perseguimos. Para m¨ª, en aquellos a?os, la modernidad se confund¨ªa con el presente o, m¨¢s bien, lo produc¨ªa.
Para nosotros, latinoamericanos, la b¨²squeda de la modernidad po¨¦tica tiene un paralelo hist¨®rico en las repetidas y diversas tentativas de modernizaci¨®n de nuestras naciones. Es una tendencia que nace a fines del siglo XVIII y que abarca a la misma Espa?a ( ... ).
A diferencia de las otras revoluciones del siglo XX, la de M¨¦xico no fue tanto la expresi¨®n de una ideolog¨ªa m¨¢s o menos ut¨®pica como la explosi¨®n de una realidad hist¨®rica y ps¨ªquica oprimida. Fue un sacudimiento popular que mostr¨® lo que! estaba escondido. Por esto mismo fue, tanto o m¨¢s que tina revoluci¨®n, una revelaci¨®n. M¨¦xico buscaba al presente afuera y lo encontr¨® adentro, enterrado pero vivo. La b¨²squeda de la modernidad nos llev¨® a descubrir nuestra antig¨¹edad, el rostro oculto de la naci¨®n ( ... ).
Mi b¨²squeda no fue quim¨¦rica, aunque la idea de modernidad sea un espejismo, un haz de reflejos. La modernidad me condujo a mi comienzo,a mi antig¨¹edad. La ruptura se volvi¨® reconciliaci¨®n. Supe as¨ª que el poeta es un latido en el r¨ªo de las generaciones ( ... ).
El hombre moderno se ha definido como un ser hist¨®rico. Otras sociedades prefirieron definirse por valores e ideas distintas al cambio ( ... ). Una tras otra, esas ideas y creencias fueron abandonadas. Me parece que comienza a ocurrir lo mismo con la idea del progreso (...). Asistimos al crep¨²sculo del futuro. La baja de la idea de modernidad, y la boga de una noci¨®n tan dudosa como Postmodernidad, no son fen¨®menos que afecten ¨²nicamente a las artes y a la literatura: vivimos la crisis de las ideas y creencias b¨¢sicas que han movido a los hombres desde hace m¨¢s de dos siglos ( ... ).
En primer t¨¦rmino: est¨¢ en entredicho la concepci¨®n de un proceso abierto hacia el infinito y sin¨®nimo de progreso continuo En segundo t¨¦rmino: la suerte del sujeto hist¨®rico, es decir, de la colectividad humana, en el siglo XX ( ... ). En tercer t¨¦rmino: la creencia en el progreso necesario
( ... ) Muy probablemente, estamos al Fin de un per¨ªodo hist¨®rico y al comienzo de otro. ?Fin o mutaci¨®n de la Edad Moderna? Es dificil saberlo. El derrumbe de las utop¨ªas ha dejado un gran vac¨ªo ( ... ).
La reflexi¨®n sobre el ahora no implica renuncia al futuro ni olvido del pasado: el presente es el sitio de encuentro de los tres tiempos.
En mi peregrinaci¨®n en busca de la modernidad me perd¨ª y me encontr¨¦ muchas veces. Volv¨ª a mi origen y, descubr¨ª que la modernidad no est¨¢ afuera sino adentro de nosotros. Es hoy y es la antig¨¹edad mas antigua, es ma?ana y es el comienzo del mundo, tiene mil a?os y acaba de nacer. Perseguimos a la modernidad en sus incesantes metamorfosis y nunca logramos asirla. Se escapa siempre: cada encuentro es una fuga. Entonces las puertas de la percepci¨®n se entreabren y aparece el otro tiempo, el verdadero, el que busc¨¢bamos sin saberlo: el presente, la presencia.
Extracto del discurso.
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