De prisiones y guardianes
El ¨²ltimo texto del escritor suizo Friedrich D¨¹rrenmatt estuvo dedicado a Vaclav Havel
Muy estimado se?or presidente, querido Vaclav Havel.Tambi¨¦n yo tom¨¦ parte en la manifestaci¨®n organizada en el teatro de Basel para protestar contra la invasi¨®n de Checoslovaquia por parte de las tropas del Pacto de Varsovia en 1968, y cerr¨¦ mi discurso con estas palabras:
"En Checoslovaquia, la libertad humana, en su lucha por un mundo m¨¢s justo, ha perdido una batalla, pero no la guerra: la guerra contra los dogm¨¢ticos de la violencia prosigue, lleven ahora la m¨¢scara del comunismo, del ultracomunismo o de la democracia. El pueblo checoslovaco nos muestra c¨®mo ha de desenvolverse esa lucha en caso de necesidad en un pa¨ªs t¨¦cnicamente desarrollado, en el que no existe la posibilidad de huir a la selva; un pueblo que no utiliza su ej¨¦rcito para sobrevivir, que no act¨²a como Nibelungos y que, sin embargo, con su resistencia no violenta conmueve un sistema de poder que quiz¨¢ sea m¨¢s mort¨ªfero de lo que podemos figurarnos."
Han transcurrido desde entonces m¨¢s de 20 a?os. En Vietnam, Estados Unidos no s¨®lo perdi¨® la guerra, sino tambi¨¦n el honor. El poder de los dogm¨¢ticos en Europa del este ha sido quebrantado, los bloques militares, erizados de armas, se han hecho in¨²tiles, ambas superpotencias se ocupan cada vez m¨¢s de luchar consigo mismas que entre s¨ª, la resistencia no violenta encontr¨® en usted, querido Vaclav Havel, su representante, Checoslovaquia su presidente. Recibe usted aqu¨ª el premio Gottlieb Duttweiler, el premio de un hombre que en Suiza fue tan popular como discutido, un hombre que transform¨® en una cooperativa su gran empresa y fund¨® un partido que se cuenta entre los pocos que a¨²n est¨¢n en la oposici¨®n; aunque esto hay que tomarlo con mucha precauci¨®n: nosotros tenemos hasta un partido del autom¨®vil, que ve en el coche el s¨ªmbolo sagrado de la libertad y se considera un partido de oposici¨®n.
Valor civil
Usted, querido Havel, ha recibido el premio, seg¨²n se afirma en su argumentaci¨®n, porque su nombre est¨¢ al lado del valor civil, de la honradez y de la tolerancia frente a otras posiciones, al lado del principio imprescindible para el desarrollo libre del individuo en un Estado democr¨¢tico. Un hermoso premio, un premio suizo, pero que, de alg¨²n modo, ser¨ªa imposible otorgar a la inversa. No puedo imaginarme que usted confiriera un premio Vaclav Havel a un objetor de conciencia suizo por su valor civil, su honradez y... aqu¨ª ya tropiezo: ?hasta qu¨¦ punto fue usted tolerante respecto al r¨¦gimen contra el que protestaba? Probablemente s¨®lo lo fue en la medida en que rechaz¨® la posibilidad de marcharse al extranjero, en la medida en que acept¨® sufrir la condena e ingres¨® en prisi¨®n.
De este modo consigui¨® usted la ca¨ªda de un r¨¦gimen, mientras que los objetores de conciencia... Nosotros, suizos, somos un pueblo belicoso, que desde hace casi doscientos a?os nunca ha sido atacado, pero que se defender¨ªa en caso de ser atacado, y para demostrar que se defender¨ªa, manda a prisi¨®n a quienes tienen el valor civil y la honradez de declarar que en ninguna circunstancia querr¨ªan defenderse si fueran atacados. S¨®lo se suaviza su sanci¨®n cuando un tribunal militar opina que entra en juego una inclinaci¨®n religiosa; pero si la convicci¨®n es pol¨ªtica -como lo era la suya, querido Havel-, entonces cae todo el peso de la ley sobre el objetor de conciencia pol¨ªtico en Suiza, igual que cay¨® sobre usted en Checoslovaquia.
Disidentes
As¨ª, nuestros objetores de conciencia son los disidentes suizos. Pues bien: yo no quiero triunfar militarmente como suizo; las guerras husitas, bajo el mariscal ciego Ziska, hicieron tambalearse Europa, lo admito, pero cien a?os antes de que Hus fuera encarcelado y quemado en Constanza, Rodolfo de Hasburgo venci¨® el 28 de agosto de 1278 en D¨¹rnkrut con su rey suizo Ottokar II de Bohemia, regi¨®n que en 1526 pas¨® durante casi cuatrocientos a?os a manos de esa exitosa familia suiza establecida en el extranjero, contra cuyo regreso a la patria nos defendimos con tanto ¨¦xito: pi¨¦nsese en Morgarten y Sempach. Si el derrumbamiento de la antigua Confederaci¨®n en 1798 trajo el surgimiento de la nueva Confederaci¨®n, la I Guerra Mundial produjo en 1918 la Checoslovaquia moderna. Ambos estados son el resultado de una derrota. Nosotros de la propia, Checoslovaquia de la de Austria-Hungr¨ªa. Despu¨¦s vino Hitler.
En la catedral de Berna tuvo lugar un servicio de acci¨®n de gracias en 1938 cuando las potencias dejaron a Checoslovaquia en la estacada. Esta no se defendi¨®, los sudetes fueron ocupados y, poco despu¨¦s, la tierra checa fue convertida en un protectorado y Eslovaqu¨ªa en un estado vasallo. Nos surge la pregunta de si Suiza, en la misma situaci¨®n, se hubiera defendido. No es posible contestarla. Nunca estuvo en esa situaci¨®n. Fue catastr¨®fica para los checos, pi¨¦nsese en Lidice: tuvieron que trabajar para Hitler y los jud¨ªos fueron gaseados. A nosotros no nos atacaron, aunque tambi¨¦n tuvimos que trabajar para Hitler, y los jud¨ªos que rechazamos en la frontera fueron as¨ªmismo gaseados. Despu¨¦s de la guerra, Checoslovaquia cay¨® v¨ªctima de Stalin y de la pol¨ªtica de sus sucesores. Tras la RDA y Hungr¨ªa, tambi¨¦n en este pa¨ªs se reprimi¨® violentamente el intento de reformar y dar un rostro humano al comunismo.
Y si usted, Vaclav Havel, ahora como presidente, en su discurso de a?o nuevo de 1990 detall¨® y explic¨® el contenido de sus sue?os: "Quiz¨¢ me preguntar¨¢ de qu¨¦ Rep¨²blica hablo. Yo le contesto: de una Rep¨²blica independiente, libre, democr¨¢tica, econ¨®micamene pr¨®spera y al mismo tiempo socialmente justa, dicho en pocas palabras, de una Rep¨²blica humana que sirva al hombre y tenga por ello la esperanza de que el hombre tambi¨¦n le sirva. De una Rep¨²blica de hombres formados en todos sus aspectos, porque sin ellos no es posible resolver ninguno de nuestros problemas, sean humanos, econ¨®micos, ecol¨®gicos, sociales o pol¨ªticos", yo digo que muchos suizos sue?an que viven en una Rep¨²blica semejante; por expresarlo as¨ª, en el sue?o que usted, Vaclav Havel, sue?a.
Sin embargo, la realidad en la que sue?an los suizos es diferente. Como dramaturgo, querido Vaclav Havel, ha representado en obras de teatro -que algunos cr¨ªticos consideran teatro del absurdo- la realidad en la que usted viv¨ªa antes de que se viniera abajo el dogmatismo pol¨ªtico. Para m¨ª estas obras no son absurdas, sino tr¨¢gicas piezas grotescas en las que lo grotesco es la expresi¨®n de la paradoja, del contrasentido que surge cuando una idea razonable en s¨ª misma, tal como lo es el comunismo -pi¨¦nsese en un orden social m¨¢s justo-, se traslada a la realidad. Tambi¨¦n el cristianismo primitivo era exclusivamente comunista, y ?en qu¨¦ se ha convertido el cristianismo? A causa de los hombres todo se hace parad¨®jico, el sentido se convierte en contrasentido, la justicia en injusticia, la libertad en falta de libertad, porque el hombre mismo es una paradoja, una racionalidad irracional.
De este modo, a sus obras tr¨¢gico-grotescas tambi¨¦n se puede contraponer Suiza como pobra grotesca: como una prisi¨®n, eso s¨ª, como una prisi¨®n bastante diferente a esas prisiones a las que le mandaron a usted, querido Havel, como una prisi¨®n en la que se han refugiado los suizos. Como todo lo que est¨¢ fuera de la prisi¨®n se derrumba, y como s¨®lo en la prisi¨®n est¨¢n seguros de no ser asaltados, los suizos se sienten libres, m¨¢s libres que ning¨²n otro hombre, libres como presos en la prisi¨®n de su neutralidad. Se plantea s¨®lo un problema con esta prisi¨®n, a saber: el de probar que no se trata de una prisi¨®n, sino de un baluarte de la libertad, aunque vista desde fuera sea una prisi¨®n, y los que en ella viven prisioneros, y quien est¨¢ prisionero no puede ser libre: el mundo externo s¨®lo considera libres a los guardianes, pues si estos fueran libres, ser¨ªan prisioneros. Para solventar esta contradicci¨®n, los prisioneros introdujeron la obligaci¨®n universal de hacer de guardianes: todos los prisioneros demuestran su libertad en tanto que son sus propios guardianes. Con esto, el suizo tiene la ventaja dial¨¦ctica de ser simult¨¢neamente libre, prisionero y guardi¨¢n.
Prisioneros
La prisi¨®n no requiere muros, porque sus prisioneros son guardianes y se vigilan a s¨ª mismos, y como los guardianes son hombres libres, hacen negocios entre ellos y con todo el mundo, ?y de qu¨¦ manera! Y como a su vez son prisioneros, no pueden entrar en la ONU y la Comunidad Europea les preocupa. Quien vive dial¨¦cticamente tropieza con dificultades psicol¨®gicas. Como tambi¨¦n los guardianes son prisioneros, puede surgir entre ellos la sospecha de que son prisioneros, y no guardianes y mucho menos libres, por lo que la administraci¨®n de la prisi¨®n mand¨® abrir expedientes sobre cualquiera que le hiciera albergar la sospecha de que se siente preso y no libre, y como sospechaba eso de muchos, acumul¨® una monta?a de expedientes que, cuanto m¨¢s se investigaba, m¨¢s se mostraba como toda una cordillera de expedientes; detr¨¢s de cada monta?a de expedientes emerg¨ªa una nueva.
Pero como la cordillera de expedientes s¨®lo pod¨ªa utilizarse en caso de que la prisi¨®n fuera atacada, y como nunca fue atacaba, cuando los guardianes supieron de los expedientes que se hab¨ªan recopilado sobre ellos se sintieron repentinamente prisioneros y no libres; se sintieron como la administraci¨®n de la prisi¨®n no quer¨ªa que se sintieran. Pero para poder a sentirse libres otra
vez, y no como guardianes ni presos, los prisioneros exigieron de la administraci¨®n de la prisi¨®n saber qui¨¦n hab¨ªa acumulado los expedientes. Pero como la cordillera de expedientes es tan gigantesca, la administraci¨®n de la prisi¨®n lleg¨® a la conclusi¨®n de que se hab¨ªan acumulado ellos solos. Cuando todos son responsables, nadie es responsable. El temor de no estar seguros dentro de la prisi¨®n ha producido la cordillera de expedientes. El temor no carece de fundamento. Qui¨¦n no quisiera estar preso en una prisi¨®n en la que se es libre; siendo as¨ª, la prisi¨®n se convirti¨® en una atracci¨®n mundial, muchos intentaron convertirse en prisioneros, lo que les fue permitido siempre que dispusieran de los medios necesarios, la libertad, al fin y al cabo, es algo muy caro, mientras que quienes carec¨ªan de medios podr¨ªan, si cabe, buscar en la prisi¨®n aquella seguridad que s¨®lo les corresponde a los prisioneros libres, y se volvi¨® a rechazar a muchos.La situaci¨®n de la administraci¨®n de la prisi¨®n no es envidiable. Por un lado, hay demasiado pozos prisioneros libres para mantener limpia la prisi¨®n, para limpiar las celdas de lujo, los pasillos, hasta las rejas, as¨ª que fue preciso admitir en la prisi¨®n a quienes, s¨®lo para ganar dinero, renovaran, restauraran, reformaran y mantuvieran en funcionamiento la prisi¨®n, y a los que, a su vez, aquellos prisioneros que tambi¨¦n ganan dinero, pero que son libres, miran por encima del hombro, como se mira a prisioneros que no son libres. Por otra parte, toda prisi¨®n debe vigilar algo, pero cuando los prisioneros como guardianes se vigilan a s¨ª mismos, circula la sospecha de que los guardianes vigilan algo m¨¢s que a s¨ª mismos, por lo que cada vez cobra m¨¢s fuerza la opini¨®n de que el verdadero sentido de la prisi¨®n no estriba en vigilar la libertad de los prisioneros, sino el secreto bancario. Sea como sea, la prisi¨®n prospera, y sus negocios est¨¢n hasta tal punto enredados con los negocios de fuera, que poco a poco surgen dudas sobre si existe siquiera la prisi¨®n, que se ha convertido en una prisi¨®n fantasma.
Armas
Para probar la realidad de la prisi¨®n, y con ello la suya, la administraci¨®n de la prisi¨®n gasta millones de francos suizos en armas para sus guardianes, que son sus presos, armas cada vez m¨¢s modernas que vuelven a envejecer y vuelven a hacer necesarias armas nuevas, eso sin tener en cuenta la probabilidad de que una guerra significar¨ªa el fin de lo que trata de defender. Se permite sostener la utop¨ªa de que la estrategia de los Nibelungos garantiza en un mundo t¨¦cnico una seguridad absoluta frente a la cada vez mayor propensi¨®n a la cat¨¢strofe, en vez de comprender que precisamente la prisi¨®n Suiza se podr¨ªa permitir la osad¨ªa de librarse de sus guardianes, confiando en que sus prisioneros no son prisioneros, sino libres, lo que significar¨ªa que Suiza no ser¨ªa ya una prisi¨®n, sino una parte de Europa, una de sus regiones, tal como Europa, a pesar del shock de la unificaci¨®n alemana, comienza a desintegrarse en sus regiones. As¨ª ha sido como la prisi¨®n ha adquirido mala reputaci¨®n. Duda de s¨ª misma.
La administraci¨®n de la prisi¨®n, que trata de regularlo todo legalmente, asegura que la prisi¨®n no se encuentra en crisis, que los prisioneros son libres en tanto que sean prisioneros aut¨¦nticamente fieles a la administraci¨®n de la prisi¨®n, mientras que muchos prisioneros opinan que la prisi¨®n se encuentra en crisis, puesto que los prisioneros no son libres, sino prisioneros, una discusi¨®n intestina de la prisi¨®n que s¨®lo causa confusi¨®n, dado que la administraci¨®n de la prisi¨®n se dispone a conmemorar la pretendida fundaci¨®n de la prisi¨®n hace setecientos a?os, si bien entonces la prisi¨®n no era prisi¨®n, sino una temida cueva de ladrones. As¨ª es que no sabemos qu¨¦ es lo que tenemos que conmemorar, la prisi¨®n o la libertad. Si conmemorarnos la prisi¨®n, los prisioneros se sienten presos, y si conmemoramos la libertad, la prisi¨®n se hace superflua. Pero como no nos atrevemos a vivir sin prisi¨®n, celebraremos una vez m¨¢s nuestra independencia, pues en la prisi¨®n independiente de nuestra neutralidad nadie puede alcanzar a saber desde fuera si somos presos o libres. Las guerras y las ocupaciones pueden superarse, s¨ª bien con grandes sacrificios, que no deseo a nadie, pero su pa¨ªs, y no en ¨²ltimo t¨¦rmino Ud., querido Havel, han demostrado que puede lograrse, mientras nosotros, los suizos, no hemos probado ni probamos nada con una resistencia que no fue puesta a prueba. Fue un sentimiento extra?o, querido Havel, el que me embarg¨® cuando redactaba este discurso, y el que me embarga ahora al leerlo. Hay mucha confusi¨®n en este sentimiento, pues es demasiado f¨¢cil usarle torcidamente a usted como prueba de que nuestro mundo occidental est¨¢ en orden, de que no hay nada m¨¢s grande que la libertad.
Es bueno grabarse en la memoria estas frases tocantes a nuestra libertad occidental, tanto m¨¢s cuando provienen del calabozo del socialismo real. Nos gloriamos, s¨ª, de nuestra democracia directa, tenemos, s¨ª, el seguro social para ancianos y minusv¨¢lidos, es cierto que, para maravilla del mundo, hemos introducido incluso el sufragio femenino, y que a t¨ªtulo privado estamos asegurados contra muerte, enfermedad, robo e incendio: bienaventurado aquellos cuyas casas ardan. Tambi¨¦n aqu¨ª se ha retirado la pol¨ªtica de la ideolog¨ªa a la econom¨ªa, sus cuestiones son cuestiones econ¨®micas. ?Cu¨¢ndo puede intervenir el Estado, cu¨¢ndo no, cu¨¢ndo subvencionar, cu¨¢ndo no, qu¨¦ gravar, qu¨¦ no? Los salarios, el tiempo libre se determinan mediante negociaciones. La paz amenaza ser m¨¢s peligrosa que la guerra. Una frase cruel, pero no c¨ªnica. Nuestras carreteras son campos de batalla, nuestra atm¨®sfera est¨¢ expuesta a las emisiones t¨®xicas, nuestros oc¨¦anos son charcos de petr¨®leo, nuestros campos est¨¢n contaminados por pesticidas, el Tercer Mundo est¨¢ m¨¢s esquilmado que, otrora, el Oriente por los cruzados; no nos sorprendamos de que ahora nos extorsione.
La paz
No la guerra, la paz es la madre de todas las cosas, la guerra surge de la paz no cumplida. La paz es el problema que tenemos que resolver. La paz tiene la fatal peculiaridad de integrar la guerra. La fuerza motriz de la econom¨ªa de libre mercado es la competencia, la guerra econ¨®mica, la guerra por los mercados. La humanidad se expande como el universo en el que vivimos, no sabemos qu¨¦ ocurrir¨¢ cuando habiten la tierra diez mil millones de personas. La econom¨ªa de libre mercado funciona bajo el primado de la libertad, quiz¨¢ funcione entonces la econom¨ªa planificada bajo el pimado de la justicia. Tal vez el experimento del marxismo fue demasiado prematuro. ?Qu¨¦ puede hacer el individuo? ?Y ahora, qu¨¦? Pregunte tambi¨¦n usted, Vaclav Havel. El individuo es un concepto existencial, el Estado, las instituciones, las formas econ¨®micas conceptos universales. La pol¨ªtica tiene que ver con lo universal, no con lo existencial, pero debe dirigirse al individuo para ser eficaz. El hombre es m¨¢s irracional que racional, sus emociones producen en ¨¦l mayor efecto que su ratio. Eso lo explota la pol¨ªtica. S¨®lo as¨ª puede explicarse la marcha triunfal de las ideolog¨ªas a lo largo de nuestro siglo; apelar a la raz¨®n es ineficaz, sobre todo cuando una ideolog¨ªa totalitaria lleva la m¨¢scara de la raz¨®n. El individuo tiene que distinguir entre lo humanamente imposible y lo humanamente posible.
La sociedad nunca puede llegar a ser justa, libre y social, sino s¨®lo m¨¢s justa, m¨¢s libre y m¨¢s social. Lo que el individuo puede exigir, y no s¨®lo puede, sino debe, es lo que usted, Vaclav Havel, ha exigido: los derechos humanos, el pan diario para todos, la igualdad ante la ley, la libertad de opini¨®n, la libertad de reuni¨®n, la transparencia, la erradicaci¨®n de la tortura, etc.; todo esto no son utop¨ªas, sino obviedades, atributos del hombre, distintivos de su dignidad, derechos que no violan al individuo, sino que posibilitan su convivencia con los dem¨¢s individuos, derechos como manifestaci¨®n de la tolerancia, normas de tr¨¢fico, para expresarlo groseramente. Solo que los derechos humanos son derechos existenciales, y toda revoluci¨®n apunta a su derogaci¨®n y exige un hombre nuevo; qui¨¦n no lo ha exigido ya.
Traductor:
Babelia
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