Un hombre venal y de la CIA
La colaboraci¨®n de Noriega con el narcotr¨¢fico y con EE UU son historias paralelas
Floyd Carlton C¨¢ceres resulta demasiado alto y delgado para ser paname?o, pero sus movimientos torpes desmienten ese perfil espigado y sugieren tendencias depresivas impropias de un aventurero. Proyecta un cierto misterio, sobre todo desde que compareci¨® ante el Senado de Estados Unidos cubiert¨® con una capucha, dando p¨¢bulo al rumor de que se hab¨ªa cambiado el rostro. Es falso. Lo que ocurre es que vaga de un penal a otro, siempre con nombre supuesto y protegido por agentes federales que le guardan como algo precioso, porque Carlton es el principal testigo de cargo contra Manuel Antonio Noriega. Sin ¨¦l, no podr¨ªa celebrarse el juicio por na.rcotr¨¢fico que el ex dictador panameno tiene pendiente en Miami, un proceso mucho m¨¢s importante que el que se le instruye en Tampa por los mismos delitos.Reci¨¦n cumplidos los 40 a?os, la vida de Floyd Carlton ha sido tan?ntensa como se le pueda imaginar a un piloto comercial metido hasta las cachas en el tr¨¢fico de armas y drogas. Al menos, ha tenido la suerte de vivir para contarlo. Otros pilotos de Norlega, como C¨¦sar Rodr¨ªguez, el ex socio de Carlton, murieron asesinados. Son gajes de un oficio que se ejerce siempre en precario y con un s¨®lo objetivo: el dinero.
Carlton dice que ¨¦l y Rodr¨ªguez conocieron a Tony Noriega en 1966, cuando el futuro hombre fuerte de Panam¨¢ ingres¨® en la inteligencia de la Guardia Nacional. De car¨¢cter extravertido y dado al exceso, Rodr¨ªguez conectaba mejor que Carlton con aquel oficial de 30 a?os que abusaba de la noche con el whisky, de las hembras con la mano y de los pol¨ªticos con el garrote, protegido por el manto de Omar Torrijos que tapaba los platos rotos de sus venalidades.
Torrijos apreciaba a Noriega hasta el punto de que, en agosto de 1970, dos a?os despu¨¦s de tomar el poder, le nombr¨® jefe del G-2, los servicios secretos paname?os, y, por tanto, enlace con la CIA. Aunque el nombre de Noriega se relacionaba ya con el narcotr¨¢fico.
Primeras pruebas
En febrero de 1971, el Bureau of Narcotics and Dangerous Drugs (BNDD), agencia precedesora de la DEA, abord¨® un yate cargado de marihuana, cuyos tripulantes dijeron que hab¨ªan comprado la protecci¨®n de Noriega, del que ten¨ªan un tel¨¦fono directo. El mismo mes, Him Gonz¨¢lez, un traficante paname?o, fue conducido con enga?os a la zona del canal y detenido por los norteamericanos. El siguiente 8 de julio, Rafael Richard y Guillermo Gonz¨¢lez, detenidos en Nueva York con unos 70 kilos de hero¨ªna, declararon que su contacto en Panam¨¢ era Mois¨¦s Torrijos, hermano del presidente.
Omar Torrijos reaccion¨® con nacionalismo. Expuls¨® a los dos agentes que el BDNN ten¨ªa en Panam¨¢ y comunic¨® a los norteamericanos que, en los sucesivo, Noriega ser¨ªa su ¨²nico interlocutor, no solo en temas de inteligencia, sino tambi¨¦n de drogas. La situaci¨®n era demencial, porque John Ingersoll, jefe de la polic¨ªa antinarc¨®ticos norteamericana, manejaba por entonces un informe secreto en el que se contemplaba el asesinato de Noriega como medio para atajar el problema.
Pero los pol¨ªticos que se expresaban en el seno del Consejo de Seguridad Nacional de EE UU ten¨ªan otras prioridades, y Noriega, cuya complicidad con la CIA se remontan a los a?os sesenta seg¨²n algunas versiones, demostraba su utilidad. En 1973, al lograr que Cuba liberara a Jos¨¦ Villa, un capit¨¢n espa?ol implicado en una operaci¨®n anticastrista, adquiri¨® una importancia que no dej¨® de crecer durante los a?os de tensas negociaciones que condujeron a la firma, en 1977, de los tratados Torrijos-Carter sobre el canal de Panam¨¢.
El 8 de diciembre de 1976, Manuel Antonio Noriega y George Bush, entonces jefe de la CIA, se entrevistaron en secreto, en Washington, para limar asperezas. Dos a?os m¨¢s tarde, Noriega estaba limpio de drogas. As¨ª lo pudo comprobar el senador Jesse Helins, conservador de Carolina del Norte, que llev¨® la voz de la oposici¨®n a la ratificaci¨®n del tratado sobre el canal. John Bacon, un agente de la CIA que trabaj¨® en comisi¨®n para la DEA, narr¨® este incidente al programa norteamericano de televisi¨®n Frontline: "A mi me encargaron que recogiera de los archivos de la DEA las fichas sobre Noriega pedidas por el Senado para sus debates y yo se las entregu¨¦ al abogado de la Agencia. Pero buena parte de ellas no llegaron nunca al Senado, y es m¨¢s, tampoco regresaron a los ficheros".
Los apuros de la DEA
"Va usted a sentarse ah¨ª y decirme que, al d¨ªa de hoy, en 1988, como jefe de la DEA, usted no sabe si [Noriega ha trabajado o no para la CIA?2, preguntaba escandalizado, 10 a?os m¨¢s tarde, el senador John Kerry, dem¨®crata de Massachusetts, a un John Jack Lawn colocado en una situaci¨®n inc¨®moda por el procesamiento del dictador paname?o. Lawn sostuvo ante el subcomit¨¦ del Senado que investig¨® el caso Noriega que la CIA apenas le pas¨® informaci¨®n sobre Panam¨¢ durante los a?os en que la DEA felicit¨® oficial y reiteradamente a Noriega por su colaboraci¨®n en la lucha contra el narcotr¨¢fico. La ¨²ltima vez, en mayo de 1987, s¨®lo nueve meses antes de que fuera procesado en Florida por ese delito.
Richard Gregory, el fiscal que llev¨® la investigaci¨®n en Miami con tanto celo judicial como escasos miramientos pol¨ªticos, afirma que nunca tuvo motivo para quejarse de Jack Law pero a?ade: "La DEA, ociertos sectores de la.apoyaron nuestras investigaciones y nos desanimaron todo lo que pudieron". Buena parte del personal de la DEA procede de la CIA y, en todo caso, Noriega facilit¨® e incluso regal¨® varios ¨¦xitos a los agentes antidroga norteamericanos. Gregory confirma, adem¨¢s, a Lawn en un punto concreto de su declaraci¨®n ante el Senado: "La verdad que, aunque se decian muchas cosas, los primeros datos concretos sobre la implicaci¨®n de Noriega en el narcotr¨¢fico nos llegaron por una investigaci¨®n encubierta iniciada en Texas en 1985". En marzo de 1985, Dan Moritz, agente de la DEA, logr¨® establecer contacto, bajo una identidad falsa, con el piloto de Noriega Floyd Carlton C¨¢ceres. Parco en el exhibicionismo de que adolecen los narcotraficantes, Carlton, que cre¨ªa que habl¨® con un blanqueador de dinero necesitado de transporte, probablemente hizo escaso alarde del fabuloso negocio de coca¨ªna que hab¨ªa movido en los ¨²ltimo a?os con Noriega y se extendi¨® en su carrera de piloto y en el vuelco que experiment¨® su vid en 1978, cuando Omar Torrijos estableci¨® un puente de apoyo los Terceristas de Ed¨¦n Pastor que combat¨ªan a Somoza en Nicaragua. Tony Noriega y Hugo Spadafora, el visionario paname?o que quer¨ªa una revoluci¨®n no marxista para Centroam¨¦rica, dirigieron la operaci¨®n, supervisada por un comit¨¦ pol¨ªtico en el que participaba Jos¨¦ Bland¨®n, hombre de Torrijos, luego pr¨®ximo Noriega y testigo de cargo importante en el proceso de Miami. En estrecho contacto con estas personas, Floyd Carlton y C¨¦sar Rodr¨ªguez volaron sin descanso de Panam¨¢ hasta pistas clandestinas en Costa Rica llevando armas para los sandinistas, que inicialmente proced¨ªan de Cuba. Tras la ca¨ªda de Somoza, el mismo circuito se utiliz¨® para armar a la guerrilla salvadore?a y al M-19 colombiano pero ya no con armas cubanas, sino con las que Carlos Whit green compraba en Florida y con los arsenales m¨¢s importante que Jorge Krupnick y el israel¨ª Mike Harari, todos ellos cronies o amiguetes de Noriega, tra¨ªa de Oriente Pr¨®ximo y de China
El negocio de las armas
Lo que fue la ayuda altruista a Pastora se hab¨ªa convertido en un negocio, pues tanto el FMLN salvadore?o, que hab¨ªa reunido 200 millones de d¨®lares mediante secuestros, como el M-19 pagaban sus armas. Y el negocio puso a Noriega en apuros con Omar Torrijos, que no fomentaba la guerrilla en El Salvador ni en Colombia. Sobre todo, cuando en junio de 1980, Carlton hubo de rescatar a Rodr¨ªguez, con las piernas rotas, dejando en El Salvador una avioneta accidentada de la Guardia Nacional paname?a, cargada de armas. Pero aquel tr¨¢fico sent¨® las bases materiales y los contactos personales para el lucrativo negocio de la coca¨ªna.
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