La sorpresa Aristide
LA ELECCI?N del sacerdote revolucionario Jean-Bertrand Aristide en los comicios presidenciales de Hait¨ª el pasado domingo es un fen¨®meno que confirma la evoluci¨®n caracter¨ªstica de las consultas electorales de los ¨²ltimos a?os en diversos pa¨ªses de Am¨¦rica: el triunfo del populismo al margen del poder de los partidos tradicionales. El caso de Aristide, adem¨¢s, tiene rasgos espec¨ªficamente haitianos: es un cura revolucionario, adepto entusiasta de la teolog¨ªa de la liberaci¨®n; su ideolog¨ªa le ha creado graves problemas con la Iglesia oficial; sus opiniones son extremas por m¨¢s que haya moderado el lenguaje antiimperialista de los primeros momentos e hizo la campa?a con muy escasos medios econ¨®micos.Su victoria se debe a una oleada de simpat¨ªa -de veneraci¨®n en ciertos casos- surgida entre las capas m¨¢s pobres del pa¨ªs, con las cuales ha convivido durante muchos a?os y que de pronto han visto la posibilidad de tener a uno de los suyos al frente. Precisamente porque es un caso completamente at¨ªpico, la popularidad de Aristide ha crecido bruscamente, sorprendiendo a todo el mundo. Incluso el partido ha?tiano perteneciente a la Internacional Socialista no era consciente del arrollador movimiento popular que, encabezado por el nuevo presidente, se estaba generando en el pa¨ªs. S¨®lo pocos d¨ªas antes, de las elecciones, el presidente venezolano, Carlos Andr¨¦s P¨¦rez se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo e invit¨® a Aristide a Caracas para conocer sus proyectos y prever posibles ayudas y cooperaciones.
En esta ola de simpat¨ªa por el cura Aristide juegan dos factores esenciales: por un lado, su enfrentamiento intransigente con la sangrienta dictadura de los Duvalier, que le persegui¨® y organiz¨® atentados contra ¨¦l. Hoy, a los cuatro a?os de la ca¨ªda de esa dictadura, muchos duvalieristas siguen influyendo en la pol¨ªtica haitiana y se sigue hablando de amenazas de los tontons macoute, feroces grupos represivos que no han sido totalmente desarmados y disueltos. Hait¨ª ha vivido cuatro a?os de provisionalidad, sin una consulta electoral aut¨¦ntica, con Gobiernos sin respaldo popular. Aristide aparece como una garant¨ªa de que las cosas van a cambiar. Los haitianos han saludado en las calles su victoria como si fuese una segunda derrota de los Duvalier y de sus amigos. El otro factor es la miseria terrible de amplios sectores de la poblaci¨®n, que, como consideran que Aristide es uno de los suyos, esperan e incluso conf¨ªan en que ser¨¢ un presidente distinto. Su trayectoria personal otorga as¨ª credibilidad a la idea central de su campa?a: acabar con la corrupci¨®n, la violencia y el crimen.
A¨²n quedan momentos de previsible tensi¨®n hasta que se hagan p¨²blicos los resultados oficiales. Si se confirma que Aristide ha obtenido la mayor¨ªa absoluta en la primera vuelta, no puede descartarse el peligro que corre: alg¨²n militar duvalierista ha llegado a decir que "no permitir¨¢n que sea presidente". Si hace falta una segunda vuelta en enero -en la que disputar¨ªa la victoria al candidato conservador Marc Bazin-, ese intermedio de varias semanas tambi¨¦n puede ser utilizado para intentar cerrarle el paso. El condicionamiento de la ayuda internacional al respeto de la democracia es un factor que deber¨ªa frenar los intentos golpistas. En todo caso, Aristide se esfuerza desde ahora por dar a su pol¨ªtica un car¨¢cter menos radical. Y los planes para su eventual gobierno se inspiran en esta actitud de amplia apertura.
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