Cien a?os despu¨¦s
Asist¨ª, como invitado, a los actos celebrados en Par¨ªs en homenaje al general De Gaulle. Fue una semana solemne, a los 100 a?os de la fecha de su nacimiento y a los 20 de su fallecimiento. La estatura moral del personaje se ha ido agrandando con el paso del tiempo. Fue un luchador, un visionario y un hombre fiel a s¨ª mismo. Ven¨ªa su linaje del llamado Grand Nord, la hist¨®rica frontera del Flandes espa?ol durante varios siglos. Alguna vez me hizo menci¨®n de que, seg¨²n la tradici¨®n familiar, hab¨ªa antepasados espa?oles en su ¨¢rbol geneal¨®gico.Fue disc¨ªpulo de los jesuitas en sus a?os mozos, y de ellos recibi¨® la impronta religiosa profunda de su modo de ser. Es curioso el hecho de que su primer destino de oficial del Ej¨¦rcito lo llev¨® a una guarnici¨®n cuyo jefe era P¨¦tain. Tuvo una meritoria hoja de servicios en la I Guerra Mundial, siendo herido y hecho prisionero. Y reflexionando sobre aquella contienda, empez¨® a forjar su propia doctrina estrat¨¦gica en los cursos de la Escuela Superior de Guerra, basada en un concepto ofensivo y en ning¨²n caso en el esquema defensivo adoptado por el alto mando franc¨¦s. Sostuvo tambi¨¦n que las unidades de blindados ser¨ªan un elemento decisivo en las luchas del porvenir.
Su pensamiento pol¨ªtico le llev¨® a un doctrinarismo nacionalista no lejano al monarquismo reaccionario de Maurras y al brillante y po¨¦tico patriotismo de P¨¦guy y de Barr¨¨s. Pero su independencia altiva y temperamental despertaba recelos y sospechas en la clase pol¨ªtica. La toma del poder por el nazismo en Alemania lo empuj¨® a formular con mayor insistencia la necesidad de las unidades motorizadas, vers¨¢tiles y r¨¢pidas, por si los planes del general Gamelin resultaban fallidos. As¨ª ocurri¨®, en efecto. El derrumbamiento militar de la III Rep¨²blica no hizo sino confirmar sus fat¨ªdicas previsiones. Fue nombrado secretario de Estado de la Defensa, in extremis, cuando ya nada era posible, salvo el armisticio. Y en esa hora suprema de la desgracia tuvo el p¨¢lpito de seguir luchando porque "se hab¨ªa perdido una batalla, pero no la guerra", lanzando desde las ondas del Reino Unido sus inmortales alocuciones radiadas de la Resistencia.
All¨ª empez¨® su inveros¨ªmil trayectoria de buscar apoyos militares fuera y dentro de Francia, en abierta oposici¨®n a los intentos conciliadores del Gobierno de Vichy, que lo conden¨® a muerte. Fue dif¨ªcil la convivencia militar con Churchill y Roosevelt, quienes recelaban de su compa?ero de armas. Pero en las jornadas decisivas del desembarco en Normand¨ªa obtuvo que fueran divisiones de su mando las encargadas de ocupar Par¨ªs. Entr¨® con ellas en la capital a?orada y estableci¨® un Gobierno provisional de la Rep¨²blica. Salv¨® la ciudad de Estrasburgo de una feroz acometida germana, cuando Eisenhower dud¨® entre resistir o retirarse. Y atraves¨® con sus fuerzas el Rin para ocupar con las divisiones de su mando parte del territorio del moribundo adversario.
De Gaulle sufri¨® pronto las acometidas de la clase pol¨ªtica. Era esc¨¦ptico sobre el funcionamiento del r¨¦gimen de partidos, con ejecutivos d¨¦biles, Parlamento fraccionado y presidentes de la Rep¨²blica con escasas prerrogativas decisorias. Su retirada del terreno de la lucha civil fue como la del felino: "reculer pour mieux sauter".
La guerra mundial termin¨® en 1945. Pero la Rep¨²blica restaurada se mostr¨® incapaz de gobernar con energ¨ªa y eficacia y de hacer frente a los grandes desaf¨ªos de la posguerra: la Comunidad del Carb¨®n y del Acero, la OTAN, los riesgos de la guerra fr¨ªa, la carrera nuclear, el gigantesco deshielo del colonialismo y el protagonismo del Tercer Mundo. La guerra de Argelia se convirti¨® a su vez en un devastador incendio que amenazaba con desembocar en otra cat¨¢strofe militar como la ocurrida en Dien-Bien-Phu.
Fue llamado al poder en 1958, como ¨²ltimo recurso, para sacar a la gran naci¨®n europea del atolladero. La V Rep¨²blica fue una obra maestra de pol¨ªtica interior, con su presidencialismo efectivo y su apoyo ocasional en el sufragio plebiscitario. Y en 1962, al poner fin a la guerra de Argelia, atroz sangr¨ªa de Francia, dej¨® en libertad a su presidente para lanzarse a una definitiva pol¨ªtica exterior de altos vuelos. Convirti¨® a su pa¨ªs en potencia militar nuclear activa. Cerr¨® la puerta de la Comunidad durante unos cuantos a?os a la Gran Breta?a. Y subray¨® sus intenciones de superaci¨®n definitiva de los malentendidos continentales con el tratado de 1963, que sell¨® la visceral reconciliaci¨®n con la Rep¨²blica Federal de Alemania. Tampoco se pueden olvidar sus alusiones a la URSS -la Europa del Atl¨¢ntico a los Urales-, que hoy nos parecen obvias, pero que entonces parec¨ªan ut¨®picas y despertaban iracundas reacciones en los c¨ªrculos de la OTAN, en cuya alianza De Gaulle no quiso integrar militarmente a Francia.
Su retirada y dimisi¨®n al serle negada la confianza plebiscitaria en una consulta de orden interior se produjo en 1969. Fue como una anticipaci¨®n del ocaso de su ciclo vital, que le permiti¨®, sin embargo, visitar en viaje privado varias ciudades y paisajes de Espa?a. M¨¢s de 1.000 congresistas nos hall¨¢bamos presentes en Par¨ªs en su semana conmemorativa. Abundaban los que ven¨ªan de la negritud franc¨®fona, del Tercer Mundo asi¨¢tico y de la inmensidad musulmana. Lo m¨¢s notable eran los recuerdos anecd¨®ticos de su car¨¢cter, que subrayaban los oradores. Sus dificultades para improvisar sus memorables discursos, lo que le obligaba a retenerlos en la memoria. Su envidiosa admiraci¨®n hacia Malraux y Mauriac, que redactaban sus textos a vuela pluma. Su talento literario excepcional, que luce en sus libros de memorias, admirables de concepto y elegancia. Hay quien compara su prosa a la de T¨¢cito. Otros, a la de Chateaubriand. Su patriotismo franc¨¦s era visceral, clarividente y optimista. El sentido historicista con el que se remontaba a los "galos y a los germanos", con el tono de un C¨¦sar regresando de visitar las fronteras del Imperio, se hac¨ªa presente con reiteraci¨®n. Y tambi¨¦n el arte de convertir las conferencias de prensa del El¨ªseo en un espect¨¢culo ¨²nico, multitudinario, teatral y ensayado a la perfecci¨®n.
Fue la semana como una resurrecci¨®n matizada del personaje que ayudaba a comprenderlo a quienes no lo conocieron en vida. De Gaulle se ha convertido en un mito de la historia de Francia y en un anticipador de muchos de los acontecimientos que estamos presenciando.
Contempl¨¦ en Par¨ªs en esos mismos d¨ªas, desde la tribuna de invitados, una de las sesiones de la Conferencia de Seguridad, que se desarrollaba simult¨¢neamente en la capital francesa. Y en otro tono de voz bien distinto me pareci¨® discernir en el presidente Mitterrand, anta?o adversario rotundo y despu¨¦s sucesor de Charles de Gaulle, la misma escuela de ret¨®rica moderna, riqueza de verbo y sustancia conceptual que escuch¨¦ a?os atr¨¢s del gigantesco general De Gaulle.
es embajador de Espa?a y ex ministro de Asuntos Exteriores.
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