Arte verdadero

Los hermanos Claret y el pianisto Alberto Gim¨¦nez Attenelle trabajan constantemente unidos, tanto en el campo del concierto como en el de la ense?anza. Si su academia o el Tr¨ªo de Barcelona gozan, desde hace tiempo, de prestigio internacional, cuando el arte de Attenelle y el de Llu¨ªs Claret se conjuntan, como anteayer en el Auditorio, se produce el milagro. No otra cosa es, por lo infrecuente, escuchar versiones de m¨¢xima altura.

El violonchelo de Claret parece una fuente de ininterrumpido manar sonoro; su legato no es elemento accesorio sino fundamento de todo un punto de vista musical, m¨¢s a¨²n cuando se apoya en una belleza e igualdad de sonido totalmente admirables. Un piano es instrumento distinto y casi contrapuesto a un violonchelo. Por lo mismo se hace necesario buscar el di¨¢logo entre uno y otro, la voluntad de cohesi¨®n, en la ra¨ªz de una unidad de pensamiento: cada una de las partes contribuye a la creaci¨®n del todo. Se produce, como resultado, la serena hermosura del Adagio y Allegro, de Schumann, la soberana explicaci¨®n de cuanto encierra, en su idea y en su forma, la Sonata, de C¨¦sar Franck, tan convincente en el violonchelo como en el viol¨ªn y, en fin, la maestr¨ªa de Shostakovich en la Sonata en Re menor. La claridad de la escritura, la fuerza de la l¨ªnea, sin la amarga pesadumbre de partituras posteriores, la perfecta adecuaci¨®n instrumental, hacen de la obra un valioso cl¨¢sico de nuestro siglo.

M¨¢s breve de proporciones, pero demostrando unos dones y un dominio t¨¦cnico superiores, la Sonata de Salvador Brotons (Barcelona, 1959), nos sit¨²a en otra cara de la m¨²sica espa?ola: expresiva, potente en saber instrumental, arm¨®nico y contrapunt¨ªstico y, sobre todo, de gran independencia de criterio. Una gran p¨¢gina de la que Claret y Attenelle hacen una versi¨®n insuperable. No hubo lleno en el Auditorio chico. ?Para qu¨¦? Total, s¨®lo se ofrec¨ªa m¨²sica, m¨²sica, la que pertenece al mundo de la cultura y no al del espect¨¢culo.