Pedro L¨®pez Aguirrebengoa
El embajador espa?ol en Israel convierte su casa en refugio
ENVIADA ESPECIALPedro L¨®pez Aguirrebengoa, embajador de Espa?a en Tel Aviv, ha hecho de su residencia la canciller¨ªa temporal y el refugio de una becaria, ?frica Alconchel, y de dos funcionarios -el agregado militar Ignacio Prieto y el primer secretario Rafael Dezcallar-, que viv¨ªan en el centro de la capital israel¨ª, considerado "zona de alto riesgo" en estos momentos de guerra. La residencia se encuentra al borde del mar, a unos 12 kil¨®metros de Tel Aviv. Como todas las casas israel¨ªes, est¨¢ dotada de un refugio antia¨¦reo, pero como los grandes ventanales de las habitaciones han obligado a que sea ese refugio el que se selle para evitar la entrada de los gases qu¨ªmicos de un eventual ataque iraqu¨ª, el embajador se ha disfrazado de "carpintero, alba?il y electricista" y ha ampliado el refugio con su antigua bodega y otra peque?a habitaci¨®n.
"Adem¨¢s de nosotros cuatro est¨¢n los tres filipinos empleados en la embajada; y al sellar el refugio se necesitaba m¨¢s espacio para que no se agotara el aire tan pronto", afirma orgulloso de su obra este embajador de 54 a?os y casi cinco representando a Espa?a en Israel.
M¨¢scaras antig¨¢s, radio, televisi¨®n, tel¨¦fono, linternas, pilas, mantas, comida, agua, silicona para tapar alg¨²n poro, tablas ya preparadas con clavos por si se rompen los cristales y una extensa bodega que puede alegrar las horas m¨¢s tristes ha sido cuidadosamente apilado en el refugio, en el que ya han estado encerrados m¨¢s de 15 horas.
"Es la primera vez que me encuentro en una situaci¨®n de guerra. La sensaci¨®n m¨¢s inc¨®moda es que no se puede influir de ninguna forma en los acontecimientos, la vigilia y la inquietud", se?ala. Sin embargo, recuerda que a los siete a?os de edad, siendo su padre c¨®nsul en N¨¢poles, ya vivi¨® la experiencia de tener siempre las zapatillas preparadas para bajar al refugio. "Los norteamericanos nos bombardeaban entonces casi todos los d¨ªas".
Cada vez que suena la alarma, los siete dejan lo que est¨¢n haciendo y corren al refugio, que a pesar d e sus vinos de reserva parece impresionar a todos menos al teniente coronel Prieto: "A m¨ª no me da ni fr¨ªo ni calor". La que parece ponerse m¨¢s nerviosa es Nenita Mariano, la cocinera filipina de 30 a?os.
El Gobierno espa?ol envi¨® un n¨²mero "bastante limitado" de m¨¢scaras antig¨¢s, y el embajador ha preferido dejarlas en la canciller¨ªa. "Adem¨¢s, las distribuidas por Israel tienen un tubo para poder beber sin quit¨¢rselas". "Con la m¨¢scara me manejo bien", contin¨²a el embajador; "el primer d¨ªa me la ajust¨¦ mucho y termin¨¦ con un terrible dolor de barbilla, pero ahora va mejor".
Los cuatro hombres se turnan para que uno est¨¦ siempre despierto. "La alarma se oye poco en esta zona, y si est¨¢s dormido puede que incluso no la escuches", afirma Rafael Dezcallar, que a sus 35 a?os asegura que esta crisis le est¨¢ haciendo dar un nuevo valor a las cosas. "Para m¨ª, la explosi¨®n del primer misil en Tel Aviv, a las dos de la ma?ana del viernes, fue como bajar de la abstracci¨®n a la realidad. Es una sensaci¨®n muy fuerte". El misil ca¨ªdo a las siete de la ma?ana del s¨¢bado en la capital hizo temblar todos los cristales de la embajada. "Te metes en el refugio, sellas la puerta, te pones la m¨¢scara y esperas. Sobre todo esperas", a?ade.
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