EE UU y la guerra
ESTADOS UNIDOS es el catalizador de la coalici¨®n que se opone a Sadam Husein, la argamasa que la mantiene unida y el poder militar que sostiene el es fuerzo b¨¦lico de estos d¨ªas. Aunque ello no permita olvidar que cuanto est¨¢ ocurriendo en el Oriente Pr¨®ximo desde que el Ej¨¦rcito iraqu¨ª invadi¨® Kuwait el 2 de agosto pasado no habr¨ªa sido posible sin la constituci¨®n de la coalici¨®n anti-Sadam, de la que Washington es miembro principal, pero con otros aliados. En solitario, el presidente Bush no habr¨ªa podido mantener el esfuerzo requerido para aislar a Sadam Husein, acorralarle y, ahora, atacarle. Tampoco habr¨ªa podido hacerlo en un contexto de guerra fr¨ªa, en el que Irak tuviese detr¨¢s a la URSS como superpotencia. Probablemente, por tanto, a la fuerza o de buen grado, Washington ha potenciado a la ONU como instituci¨®n defensora del derecho internacional. Pero no lo suficiente como para utilizar plenamente sus resortes. Porque, a la hora de la verdad, ha preferido acudir a su propio dispositivo militar -con la ayuda de otros- antes que a las facilidades de acci¨®n conjunta que le ofrec¨ªa la Carta de la ONU. Es m¨¢s, despu¨¦s de las continuas manifestaciones de fe en sus principios, lo ha hecho sin recurrir a la aplicaci¨®n de ¨¦stos a todas las situaciones conflictivas de la zona. E incluso impidiendo un compromiso neto para aplicarlos en el caso palestino. Quiz¨¢ la explicaci¨®n se deba a que los motivos de Estados Unidos son m¨¢s complejos que los del simple restablecimiento de la paz y la legalidad internacional perseguido por la ONU.
Cuatro fueron las razones expl¨ªcita o impl¨ªcitamente invocadas por EE UU para que se pusiera en pie el aparato militar contra Irak y para que se ejerciera una fuerte presi¨®n diplom¨¢tica. En primer lugar, evidentemente, la retirada iraqu¨ª del Kuwait invadido y la liberaci¨®n de los rehenes capturados en el curso de la invasi¨®n. En segundo.lugar, la preservaci¨®n de Israel y su mantenimiento fuera del conflicto en contra de los esfuerzos de Sadam por vincular los temas de Palestina y el Golfo y transformar toda la cuesti¨®n en una guerra ¨¢rabe-Israel¨ª. Tercero, la defensa de los reg¨ªmenes conservadores de la zona. Finalmente, la destrucci¨®n del poder¨ªo militar iraqu¨ª, sin llegar demasiado lejos para no hacer reverdecer las ambiciones y posibilidades hegem¨®nicas de Ir¨¢n o Siria.
Fuera de lo que resuelva la guerra, la consecuci¨®n ,de los objetivos norteamericanos depende de muchas variables diplom¨¢ticas y de la confianza que el presidente Bush quiera depositar en sus aliados, especialmente europeos. No parece f¨¢cil que ello ocurra. porque las diferencias entre ambas orillas del Atl¨¢ntico son m¨¢s de sustancia que de estilo. Es lamentable porque, en condiciones normales, son los europeos quienes deber¨ªan encargarse de la acci¨®n diplom¨¢tica necesaria para pacificar la zona cuando termine la conflagraci¨®n. Bush, limitado por sus obsesiones de seguridad para Israel y para los reg¨ªmenes conservadores, no parece, por ejemplo, muy concernido por la suerte que corran el rey Hussein de Jordania, Yasir Arafat o los pa¨ªses amenazados por la revoluci¨®n integrista.
Teniendo en cuenta la complejidad de sus objetivos primordiales, no sorprende que la actitud de Washington haya sido contradictoria desde agosto. Pareci¨® al principio que montaba aceleradamente un dispositivo de guerra para atacar a Sadam; luego, una vez organizada la coalici¨®n de la ONU y puesto en pie el embargo, se entendi¨® que utilizar¨ªa el sistema militar para hacer que el boicoteo fuera eficaz. Por un momento, despu¨¦s de la cumbre de Bush y Gorbachov en Helsinki, dio la impresi¨®n de que Washington estaba dispuesto a permitir que los problemas de Israel y Kuwait fueran tratados conjuntamente. Y, en cuanto la idea apareci¨® plasmada en un proyecto de resoluci¨®n del Consejo de Seguridad, Bush la rechaz¨® sin ambages. Luego, ya en noviembre pasado, pol¨ªticos norteamericanos declaraban a quien les quisiera o¨ªr que la guerra ser¨ªa fulminante y que se propon¨ªan destruir a Sadam. Deber¨ªa hab¨¦rseles cre¨ªdo, lo que no significa que el presidente no haya retrasado la acci¨®n militar hasta que le pareci¨® la ¨²nica soluci¨®n posible. Es decir, la ¨²nica posible si se descartaba el recurso a la conferencia internacional sobre la cuesti¨®n palestina que todos, menos EE UU, quer¨ªan.
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