Las familias y el d¨¦ficit p¨²blico
Desde que los socialistas alcanzaron el poder, la Hacienda p¨²blica ha propiciado el aumento del ahorro p¨²blico a costa de reducir el ahorro de las familias, seg¨²n el autor, para el que si el sector privado hubiera podido disponer de los recursos detra¨ªdos por los impuestos, habr¨ªa realizado otros proyectos de ahorro e inversi¨®n con mejores efectos sobre el bienestar general. Considera que la inversi¨®n privada, llevada a cabo de acuerdo con las reglas del mercado, es preferible a la inversi¨®n p¨²blica, abordada con criterios pol¨ªticos.
De alg¨²n tiempo a esta parte, los responsables del Ministerio de Econom¨ªa y Hacienda no se cansan de repetir que la fiscalidad tiene poco que ver en el ahorro de las familias, que lo que importa fomentar es el ahorro p¨²blico y que, en los ¨²ltimos a?os, este ahorro p¨²blico es, de hecho, el que m¨¢s est¨¢ creciendo.Tan machacona insistencia en algo que, a mi entender, requiere m¨¢s de una matizaci¨®n para poder ser medianamente sostenido da mucho que pensar. Uno obtiene la impresi¨®n de que tales afirmaciones se hacen al servicio de pol¨ªticas fiscales y tributarias previamente decididas, y no precisamente por razones encaminadas al indispensable fomento del ahorro y la inversi¨®n.
Quisiera, por ello, dedicar algunos comentarios a los temas apuntados al empezar, apoy¨¢ndome en la preciosa informaci¨®n facilitada por el servicio de estudios del Banco de Espa?a, que recientemente public¨® las cuentas financieras de la econom¨ªa espa?ola de 1980 a 1989. Esta informaci¨®n desglosa, por primera vez, tras una experiencia de elaboraci¨®n aparecida en 1986, las cuentas correspondientes a las familias (incluidos empresarios individuales), esfuerzo que, en mi opini¨®n, no ha sido suficientemente aplaudido. Son muy pocos los pa¨ªses que disponen de informaci¨®n de esta naturaleza con un grado de desagregaci¨®n que alcance a las familias.
Es cierto que el trabajo del Banco de Espa?a, en el momento de su aparici¨®n, dio lugar a interpretaciones no siempre correctas, contra las cuales arremeti¨® el secretario de Estado de Hacienda, se?alando la diferencia que existe entre "ahorro bruto de las familias", que es la parte de renta disponible no consumida, y "capacidad de financiaci¨®n de las familias", que es lo que les queda para financiar otros sectores despu¨¦s de haber cubierto sus inversiones reales, b¨¢sicamente en vivienda. Ten¨ªa raz¨®n, en su momento, el se?or Borrell cuando dec¨ªa que la terminolog¨ªa "ahorro financiero neto" utilizada por el Banco de Espa?a -que conceptualmente coincide con la capacidad de financiaci¨®n"- puede inducir a error a los no muy expertos en la materia. Por ello, preciso que, cuando en estas reflexiones hablo de "ahorro" de los distintos sectores institucionales, me refiero al "ahorro bruto" medido por la parte de renta disponible no consumida, que es la magnitud efectivamente relevante cuando se quiere hablar de h¨¢bitos de ahorro.
Est¨ªmulos e impuestos
Pero no tiene raz¨®n, ni entonces ni ahora, el secretario de Estado cuando, argumentando contra los que propugnan el est¨ªmulo al ahorro privado, dice, al igual que hacen otros responsables del ministerio, que el ahorro que hay que incrementar es el ahorro conjunto de familias, empresas y administraciones p¨²blicas, sin preocuparse demasiado de la parte aportada por cada sector. Y no tiene raz¨®n porque en este conjunto mezcla distintas clases de ahorro -p¨²blico y privado-, que, siendo en su definici¨®n algebraica comparables, no lo son desde el punto de vista conceptual. Ahorro, decimos, es la parte de renta disponible no consumida; el ahorro personal entra?a siempre un sacrificio de presente -por esto es una virtud- en aras de una expectativa de futuro. El comportamiento m¨¢s o menos ahorrador de una persona, o de u n conjunto de personas, no es sino la otra cara de su menor o mayor propensi¨®n al consumo.
Pero esto no es lo que sucede con el llamado ahorro p¨²blico, diferencia tambi¨¦n entre sus ingresos corrientes y su consumo corriente, porque, en este caso, al rev¨¦s de lo que sucede en las familias donde el sujeto si quiere ahorrar no le queda otro camino que consumir menos, ya que, por lo general, no est¨¢ en sus manos aumentar autom¨¢ticamente los ingresos, las administraciones p¨²blicas pueden ahorrar m¨¢s no solamente sin reducir su nivel de gasto, sino incluso aument¨¢ndolo; basta que, usando del poder de que dispone el Estado, procedan a un aumento de ingresos v¨ªa incremento de la recaudaci¨®n tributaria. Y esto es, ni m¨¢s ni menos, lo que viene haciendo desde hace a?os el sector p¨²blico espa?ol. Nos dicen que, ahora, el sector p¨²blico es el que ahorra m¨¢s porque ha pasado de un desahorro de casi el 2% del PIB en 1984 a un ahorro de m¨¢s del 3% del PIB en 1989, es decir, cinco puntos de mejora.
Y as¨ª es. Pero, como puede verse en el cuadro n¨²mero 1, esta mejora en el ahorro p¨²blico no procede, como deber¨ªa ser, de la reducci¨®n del gasto corriente, que entre 1984 y 1989 ha aumentado un 81%, lo que equivale a casi 0,4 puntos del PIB, sino de un mayor crecimiento de los ingresos que, en los cinco a?os dichos, han m¨¢s que doblado, para llegar a representar en 1989 el 39,53% del PIB, con un incremento de 5,11 puntos. Huelga decir, por sabido, que el 90% de los ingresos de las administraciones p¨²blicas corresponde a ?mpuestos y a cotizaciones de la Seguridad Social.
Ahorro familiar
Frente a esta mejora del ahorro logrado por las administraciones p¨²blicas, mediante el expediente de aumentar los impuestos para acompasar el crecimiento del gasto consuntivo, las familias, entre los mismos 1984 y 1989, como se ve en el propio cuadro n¨²mero 1, han reducido a la mitad su ahorro-enporcentaje, como en el caso de las administraciones p¨²blicas, del PIB-, pasando del 12,37% en 1984 al 6,27% en 1989. 0 sea, que, al tiempo que los impuestos crec¨ªan cinco puntos del PIB, el ahorro de las familias ca¨ªa seis puntos.
Es verdad que la evoluci¨®n del ahorro familiar en porcentaje del PIB est¨¢ afectada -argumento predilecto del se?or Borrell- por la evoluci¨®n del peso en el PIB de la renta disponible de las familias, que, en los a?os que nos ocupan, ha ca¨ªdo notablemente, explicando algo m¨¢s de tres puntos de la ca¨ªda del ahorro familiar en porcentaje del PIB. Pero, ?qui¨¦nes sino los impuestos son los principales culpables de esta reducci¨®n de la proporci¨®n de las rentas de las familias en el PIB? A las familias les queda menos renta porque han pagado m¨¢s impuestos.
El resto de la ca¨ªda del ahorro familiar en porcentaje del PIB responde sustancialmente al cambio en el h¨¢bito de ahorro de las familias, que, medido por la llamada "tasa de ahorro", que es la relaci¨®n entre el ahorro realizado y la renta disponible, tambi¨¦n se ha deteriorado, sobre todo en los ¨²ltimos a?os del periodo analizado. Ahora bien, las motivaciones que determinan en un individuo, o en un conjunto de individuos, la propensi¨®n a consumir -en vez de ahorrarson muy diversas: inflaci¨®n, Seguridad Social, facilidad del cr¨¦dito, influjo del ambiente consumista, etc¨¦tera; pero tambi¨¦nfiscalidad, ya que tan irreal ser¨ªa decir que el h¨¢bito del ahorro depende exclusivamente de la fiscalidad como negar que el tratamiento fiscal, el sistema tributar¨ªo, no influye en las decisiones de ahorro de las familias.
Algunos de los alegatos en pro del mantenimiento de los evidentemente exagerados tipos impositivos espa?oles se basan -los m¨¢s honrados- en la imposibilidad de demostrar, ni emp¨ªrica ni te¨®ricamente, una correlaci¨®n entre sistemas tributarios y ahorro. Concedo. Pero prescindiendo de los efectos desanimantes sobre el ahorro de determinadas regulaciones fiscales, que, ciertamente, son de dificil cuantificaci¨®n, es evidente que, en Espa?a, en los ¨²ltimos cinco a?os, la ca¨ªda del ahorro de las familias debida a la p¨¦rdida de peso de las rentas familiares en el PIB, imputable al aumento de la Jiscalidad, ha sido muy fuerte, por no decir abusivamente desmesurada, como se ve en el cuadro n¨²mero 2, y resulta m¨¢s patente de la contemplaci¨®n del gr¨¢fico que lo traduce a imagen. Aun con las salvedades, menores, derivadas de la falta de informaci¨®n sobre los impuestos indirectos sustituidos por el IVA y las dificultades para la sector?zaci¨®n de este ¨²ltimo, puede afirmarse que, en un lustro, la fiscalidad soportada por las familias -en concepto de IVA, renta, patrimonio y cotizaciones sociales- se ha multiplicado casi por 2,5, pasando del 20,74% del PIB en 1984 al 28,71% en 1989, con aumento de casi ocho puntos (*). Nada tiene de raro, pues, que el ahorro de las familias en los mismos a?os haya ca¨ªdo, como ya hemos visto, m¨¢s de seis puntos del PIB.
P¨²blico y privado
Le sobra la raz¨®n al se?or Borrell cuando dice que de nada sirve aumentar el ahorro de un sector si es a costa de reducir el de los otros. Le sobra la raz¨®n, pero es precisamente lo que ha venido propiciando la Hacienda p¨²blica desde que los socialistas alcanza ron el poder. Han aumentado el ahorro p¨²blico a costa de reducir el ahorro de las familias. Se po dr¨¢ decir que el resultado global de los ¨²ltimos cinco a?os ha sido una mejora del ahorro de la na ci¨®n de 2,5 puntos del PIB, pero, por lo menos para m¨ª, no es indiferente la forma como se ha ob tenido este resultado, es decir, a expensas del ahorro de las fami lias. Y la raz¨®n es bien sencilla. El Estado, o, mejor dicho, los pol¨ª ticos gobernantes, al detraer, mediante los impuestos, cantida des cada vez proporcionalmente mayores de la renta nacional, lo gran de manera forzosa la fir¨ªan ciaci¨®n de una serie de proyectos de gasto e inversi¨®n que no son los que, con criterios econ¨®mi cos, el mercado escoger¨ªa. Si el sector privado hubiera podido disponer de los recursos detra¨ªdos por los impuestos, habr¨ªa llevado a cabo otros proyectos de ahorro e inversi¨®n. Dicho de otra manera, aunque para el cuadro macroecon¨®mico lo mismo da que el ahorro, con su correspondiente inversi¨®n, sea p¨²blico o sea privado, para el pa¨ªs no es igual, ni mucho menos.
Ya s¨¦ que se me dir¨¢ que esto es ideolog¨ªa. Tal vez, pero -prescindiendo de calificaciones sobre el gasto p¨²blico corriente, ya que ahora hablamos de ahorro- un largo historial econ¨®mico me induce a preferir, por sus efectos sobre el bienestar general, la inversi¨®n privada, realizada de acuerdo con las reglas del mercado, a la inversi¨®n p¨²blica, abordada con criterios pol¨ªticos.
La diferencia de 6,7 puntos entre a presi¨®n tributaria soportada por las familias y la presi¨®n tributaria total, equivalente al 35,18% del PIB, ha de corresponder, naturalmente, a la presi¨®n soportada por los otros sectores: empresas financieras y no financieras.
Rafael Termes es profesor de Finanzas de la Universidad de Navarra.
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