Reflexiones sobre una cruzada sin fe
Lo del Golfo empieza a transformarse en un episodio de importacia hist¨®rica, en un tournant, un punto de viraje, y no por tratarse de una guerra m¨¢s. Es ya un elemento catalizador capaz de provocar una mutaci¨®n profunda en lo internacional. Seguramente, un nuevo orden pol¨ªtico surgir¨¢ de la crisis. Una situaci¨®n l¨ªmite puede servir de espejo para reflejar una nueva relaci¨®n de fuerzas a escala global. Y ya los observadores pol¨ªticos de todo el mundo empiezan a comprender que ese nuevo orden no ser¨¢ el que se pens¨® en Washington hace cinco meses, cuando se enviaron las tropas al Golfo. Se hab¨ªa dado unilateralmente una orden militar, como si el opositor fuese de la jerarqu¨ªa de Granada o del Panam¨¢ de Noriega. De buena o de mala gana, m¨¢s bien esto ¨²ltimo, los aliados fueron dando prueba de su lealtad y se fue formando un frente militar heterog¨¦neo, como para un nuevo Lepanto (sin fe). Pasadas las semanas de inacci¨®n, de dr¨®le de guerre, se empez¨® a medir la cat¨¢strofe probable, lo que habr¨ªa que pagar desde el punto de vista de vidas humanas y el incre¨ªble problema econ¨®mico que crear¨ªa la destrucci¨®n de vastas fuentes petroleras. La realidad de las primeras horas de guerra -y el probable resultado de la misma- alivi¨® el justo temor de los occidentales, pero no la experiencia de haberse visto ante una hecatombe llevados m¨¢s por la improvisaci¨®n y las bravatas que por la l¨®gica de una pol¨ªtica bien conducida (aunque hubiese desembocado en el mismo resultado).Hoy se siente que ni la Comunidad, ni Jap¨®n, ni Alemania, las tres grandes potencias no petroleras de Occidente, comparten los m¨¦todos que emple¨® Estados Unidos en la cuesti¨®n, ni el papel de moralizador internacional que se asign¨®, comprometiendo intereses mundiales. El "frente occidental" que se organiz¨® en estos meses tiene unidad ret¨®rica, pero no f¨¢ctica: Jap¨®n y Alemania son los Irandes ausentes, especialmente en el plano militar. Sin ellos, Occidente es en realidad la mitad de Occidente, o menos.
Una lectura de tantas opiniones autorizadas en los ¨²ltimos meses nos podr¨ªa llevar a esta s¨ªntesis de reflexiones cr¨ªticas:
- Estados Unidos arranc¨® hace cinco meses, inconsultamente, hacia una posici¨®n de guerra, o de disuasi¨®n, sin haber intentado antes la diplomacia. Sus aliados, especialmente los dirigentes m¨¢s experimentados de la Comunidad, como el presidente Mitterrand y el d¨²o Andreotti-De Michelis, tuvieron que ir improvisando una diplomacia de cabecera, una diplomacia urgente, tanto para buscar alternativas a la posible cat¨¢strofe como para buscar espacios, como para que, los contendientes puedan zafar airosa-mente, cara en alto. La diplomacia se torn¨® necesidad angustiosa (y tard¨ªa) d¨ªas antes del ultim¨¢tum, cuando se dieron cuenta de que estaban ante una hecatombe s¨®lo aliviada por la incapacidad militar demostrada por los iraqu¨ªes (por ahora).
- Las anteriores experiencias moralizantes de Estados Unidos ante el mundo ¨¢rabe, sea el intento de Carter cuando los rehenes de Jomeini como el sitio naval y el frustrado bombardeo del cuartel de Gaddafi, o el desembarco en L¨ªbano, no autorizaban un movimiento militar, tan decidido como temerario, contra el mayor ej¨¦rcito isl¨¢mico, experimentado en a?os de guerra en el desierto y armado con una aviaci¨®n y vectores que -causar¨ªan ingentes p¨¦rdidas, aunque pueda ser finalmente derrotado. Era sabido que, por primera vez, Israel podr¨ªa ser alcanzado en el coraz¨®n de su fr¨¢gil territorio. No importa qu¨¦ est¨¢ pasando o lo que pase: los c¨¢lculos de Estados Unidos fueron imprudentes.
Ante el Jait accompli, los aliados tuvieron que ir mostrando su lealtad militar sin convicci¨®n b¨¦lica. Se fue formando una cruzada que m¨¢s que combates ansiaba ser devuelta a su casa por magia de una diplomacia h¨¢bil (cuyo ¨¦xito no se produjo). De modo que la cruzada naci¨® herida en lo m¨¢s hondo, en la falta de convicci¨®n, y esto podr¨ªa ser peligros¨ªsimo a la hora de la verdad. Tal vez los ¨²nicos que se movieron con cierto convencimiento fueron los brit¨¢nicos. (Pero eran los brit¨¢nicos de Thatcher, o impulsados todav¨ªa por su pol¨ªtica). Hay lealtad formal, pero no consenso. Europa quer¨ªa negociar. Los pol¨ªticos est¨¢n disociados del sentimiento masivo.
- En lo que hace al papel de Estados Unidos como fiscal de la moral internacional, tambi¨¦n se alzan objeciones. Es evidente que la invasi¨®n de Kuwait fue un hecho brutal y condenable por la comunidad internacional. Pero Estados Unidos, antes de que tuvieran vigencia las resoluciones de las Naciones Unidas, provoc¨® una situaci¨®n b¨¦lica, casi de guerra mundial, como si se hubiese tratado de la invasi¨®n de Polonia en 1939. Ocultando las verdaderas motivaciones econ¨®micas, Occidente aparece como el gendarme moralizador del mundo ¨¢rabe. En esto hay una grosera subestimaci¨®n del problema cultural que, desde hace m¨¢s de un milenio, opone al mundo ¨¢rabe con ese Occidente con el que viene chocando continuamente, en esa larga l¨ªnea de falla que es Oriente Pr¨®ximo. El agente moralizador tiene en su haber la barrabasada de Panam¨¢ como un recuerdo fresco de la burla del principio de no intervenci¨®n. En lo que hace a la anexi¨®n de territorios, carece tambi¨¦n de autoridad por su silencio (y sus vetos en Naciones Unidas) ante la anexi¨®n del territorio sirio del Gol¨¢n por el Parlamento jud¨ªo.
La desproporci¨®n entre causa y efecto es tal que hace pensar que Estados Unidos procedi¨® como queri¨¦ndose afirmar en un nuevo papel, ya desaparecido el hom¨¦rico enfrentamiento Este-Oeste. En su conducta hay algo de viudez mal llevada, de samur¨¢i en oferta. Muerto el otro gigante, Estados Unidos se siente desplazado del panorama mundial por el protagonismo de Jap¨®n en toda Asia y de la Comunidad Europea, y especialmente Alemania, en toda Europa, incluyendo la del Este.
Se est¨¢n enfrentando dos fuerzas viudas que perdieron sus partner natural: el Ej¨¦rcito fan¨¢tico de Sadam Husein, creado para arrasar al demonio de Ir¨¢n', y el gigantesco aparato letal-tecnol¨®gico de Estados Un?dos, armado para acabar con el demonio sovi¨¦tico (el Mal).
- El tal¨®n de Aquiles de Estados Unidos para erigirse en el gestor de todo Occidente es, por un lado, la falta de autoridad de los anglosajones, que son los creadores, desde la ca¨ªda del imperio otomano, de un sistema de protectorados y de divisiones falsas -Kuwait depend¨ªa de la provincia de Basora-, y por el otro, y principalmente, la incapacidad de controlar las intransigentes derechas de Israel, que impiden una soluci¨®n del problema palestino mediante una conferencia internacional de paz. Incluso las iniciativas del Departamenteo de Estado en este sentido han sido frenadas por el todopoderoso lobby jud¨ªo en el Senado. El problema palestino desborda ya todo lo tolerable; sin embargo, la iniciativa para la conferencia internacional que reclaman todas las potencias de Occidente, salvo los anglosajones, est¨¢ demorada desde hace 10 a?os. Estados Unidos se esmer¨® para que la reciente decisi¨®n en ese sentido careciera de fuerza vinculante. Esto lleva consigo un elemento de asimetr¨ªa en la conducta internacional que debilita la autoridad de la intervenci¨®n occidental.
Israel no cumple ninguna resoluci¨®n ni condena de los organismos internacionales, especialmente en el mencionado caso de anexi¨®n territorial del Gol¨¢n. Y, si bien el caso de invasi¨®n de Kuwalt es un hecho independiente, es evidente que en las negociaciones diplom¨¢ticas emerge la unidad del "problema ¨¢rabe" como un inexorable hecho cultural, como en un sistema de vasos comunicantes. Lo m¨¢s curioso es que el presidente Bush hablara de que el problema de la conferencia internacional se contemplar¨ªa, pero no ahora, vincul¨¢ndolo a la invasi¨®n de Kuwait. ?Se acepta la l¨®gica de algo y no se la usa para negociar la paz ahora y aqu¨ª?
Desde 1945 y hasta ahora, Europa y la Comunidad han sido m¨¢s bien observadores de los conflictos mundiales, incluso en los casos en los que se decid¨ªan sus intereses. Estamos ahora ante el fin definitivo del esquema de Yalta. La muerte s¨²bita e inesperada del gigante sovi¨¦tico dej¨® al otro supergrande con el papel de mano de obra desocupada. Todo tiende a un redimensionamiento de la presencia de Estados Unidos en el mundo, y la actual crisis, como se dijo al principio, significar¨¢ el punto de cambio del mecanismo de decisi¨®n a escala global. Europa vuelve a tomar el espacio central despu¨¦s de casi medio siglo de castigo, de tutelaje. Problemas como el del petr¨®leo, este de Oriente Pr¨®ximo, y los que hacen a la seguridad en Europa y en el Mediterr¨¢neo exigir¨¢n ya la decisi¨®n prioritaria de Europa, y en especial de su refinada tradici¨®n diplom¨¢tica. El bombero que pretende controlar el fuego creando nuevos incendios es ya una figura fuera de moda.
Adem¨¢s de la necesidad de un nuevo esp¨ªritu para afrontar los problemas mundiales se necesita una nueva disposici¨®n internacional para la tarea de desconstrucci¨®n del infernal aparato tecnol¨®gico-militar que se ha ido creando en este medio siglo de aterrorizada paz. Seguramente, los practic¨®nes de la pol¨ªtica tendr¨¢n que ceder el paso a los estadistas. Hay que desconstruir un mundo m¨¢s proclive, ?limitado e inmoral, que lleva aparejada la quiebra del orden ecol¨®gico y la degradaci¨®n del medio ambiente, y reconstruir la cultura de los pueblos superando la inferiorizaci¨®n del hombre y de su calidad de vida por la acci¨®n de una pavorosa subculturizaci¨®n comercializada a escala global.
?stas son las grandes tareas en las que la cultura y la experiencia de Europa tendr¨¢n que desempe?ar un papel de protagonista indispensable.
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