Segundo frente
UNA DE las m¨¢s espantosas secuelas de la guerra del Golfo ser¨ªa la ruptura del precario equilibrio que sostiene las relaciones de convivencia del mundo de la emigraci¨®n en el seno de las sociedades europeas, echando por la borda a?os de esfuerzo en pro de su dif¨ªcil integraci¨®n. El inter¨¦s de Sadam Husein en utilizar a su favor a la poblaci¨®n emigrante de origen ¨¢rabe en Europa y los temores que generan los imprevisibles efectos de la guerra en los ciudadanos europeos se unen para que este peligro tome cuerpo y no pueda contemplarse como una mera hip¨®tesis.Aqu¨ª y all¨¢ aparecen signos de esta amenaza. En Francia, el pa¨ªs europeo que cuenta con el contingente m¨¢s numeroso de emigrantes magreb¨ªes, los atentados contra la sede del peri¨®dico Lib¨¦ration, en Par¨ªs, y contra la Casa del Extranjero, en Marsella, tienen todos los s¨ªntomas de constituir una avanzadilla de esta guerra en la retaguardia, que es necesario evitar a toda costa. En Espa?a, donde el colectivo de emigrantes marroqu¨ªes tambi¨¦n es numeroso, la simple apariencia de formar parte de ¨¦l ha reforzado en estos momentos las actitudes de rechazo y ha provocado una exagerada sospecha por parte de las Fuerzas de Seguridad. Los encierros de inmigrantes en Castell¨®n y en Madrid son acciones de autodefensa frente a la incipiente hostilidad administrativa y laboral.
Al margen del conflicto en s¨ª y de las distintas posturas que puedan sostenerse en torno al mismo, es evidente que ni a los emigrantes, ni a las poblaciones europeas, ni a los Gobiernos, les interesa bajo ning¨²n concepto que este segundo frente se abra bajo sus pies. A todos ellos les ata?e, pues, la responsabilidad de hacer todo lo que est¨¢ en su mano para desbaratarlo: a los colectivos de emigrantes, aislando a sus elementos m¨¢s radicales y fundamentalistas; a las poblaciones europeas, racionalizando su miedo y controlando a su vez a los elementos racistas que aprovechan las circunstancias para dar rienda suelta a sus execrables sentimientos, y a los Gobiernos, no haciendo m¨¢s duras de lo que ya son la vida de los emigrantes y las condiciones de quienes esperan en las fronteras.
La Europa multirracial es una realidad que se ha ido potenciando en los ¨²ltimos lustros, y ninguna circunstancia, ni siquiera una guerra de la envergadura de la del Golfo, deber¨ªa ponerla en peligro. La amenaza terrorista lanzada por Irak contra intereses de la coalici¨®n multinacional en todo el mundo no puede echarse en saco rato. Por eso las medidas de seguridad adoptadas por los Gobiernos europeos para conjurar este peligro son apropiadas. Pero de ning¨²n modo deben servir para congelar las pol¨ªticas de emigraci¨®n actualmente en curso. Y mucho menos para alimentar las tendencias xen¨®fobas incubadas en la poblaci¨®n y dar cobertura a la injusta y peligrosa idea de que el emigrante de origen ¨¢rabe debe ser considerado poco menos que un posible terrorista. La guerra del Golfo, cualesquiera que sean su duraci¨®n y sus secuelas, pasar¨¢. De ah¨ª la necesidad de que no sufra deterioro el concepto que mejor define a Europa: ser tierra de encuentro entre culturas, tradiciones y razas muy distintas.
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