Volver a pensar
A Jorge Sempr¨²n le preguntaron el otro d¨ªa c¨®mo se puede vivir arrastrando el recuerdo de las manifestaciones contra los americanos en Vietnam hasta las moquetas de un Gobierno que hoy se declara abiertamente proamericano. El ministro m¨¢s franc¨¦s que tenemos justificaba su resistencia con esas frases l¨²cidas: "No pienso exactamente igual que en los sesenta. Pero sigo pensando". En el mismo momento, otro ministro, ¨¦ste franc¨¦s del todo, llamado Jean-Pierre Chev¨¨nement, tambi¨¦n debi¨® de pensar lo suyo y no pudo resistirlo. Al fin y al cabo, todas las guerras tienen su sintaxis, y hasta el m¨¢s profano intuye que los bombarderos B-52 no pretenden tanto la reconquista de Kuwait como el machacamiento de Irak.Pero la frase de Sempr¨²n es contradictoriamente esperanzadora. Entre el fragor del combate ya no se percibe el rumor del pensamiento y, sin embargo, quien m¨¢s quien menos ha tenido que engrasar de nuevo los engranajes de la duda. Durante demasiado tiempo los atletas de la raz¨®n estuvieron jugando a naipes en sus balnearios. Se ensimismaban en la fascinaci¨®n tecnol¨®gica, jugaban al pimpampum con Reagan y suspiraban como Narcisos junto a los estanques policromos de la socialdemocracia. Pero desde hace un par de a?os el cuerpo intelectual se encuentra sometido a una excitante ducha escocesa. En su d¨ªa tuvieron que desempolvar la tricotosa posmarxista para taparse las verg¨¹enzas que dej¨® el muro. A duras penas contuvieron la ¨²ltima l¨¢grima de la adolescencia cuando Violeta se qued¨® la Nicaragua de los sue?os. Y ahora, perplejos, reciben a sus clientes despistados y ellos disimulan su despiste. La guerra les ha pillado con un antiamericanismo ra¨ªdo o con el histri¨®nico atlantismo del converso. Seguimos creyendo saber lo que suceder¨¢. Pero no tenemos ni idea de aquello que deseamos que suceda. Por fin pensamos. Entre ca?ones y banqueros, sobre el erial de lo que fuimos, pensamos.
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