Schubert frente a Bruckner
Orquesta Nacional de Espa?a
Director: K. Sanderling. Obras de Schubert y Bruckner. Auditorio Nacional. Madrid, 1 de enero.
Una vez m¨¢s, la Sinfon¨ªa incompleta de Schubert actu¨® de se?orita de compa?¨ªa de la S¨¦ptima de Bruckner, en una combinaci¨®n, bastante l¨®gica en principio, pero quiz¨¢ abusiva al convertirse en h¨¢bito. Sobre todo si se tiene en cuenta que las grandes sinfon¨ªas de Bruckner tienen un tempo musical mucho m¨¢s extenso que su duraci¨®n cronol¨®gica por lo que reclaman para s¨ª toda la atenci¨®n del oyente y se programan en solitario.El alem¨¢n Kurt Sanderling (Arys, 1912) pertenece a una generaci¨®n de directores que prolonga, por aprendizaje, amor y autenticidad, la gran herencia de los viejos maestros centroeuropeos. Es la generaci¨®n que va, aproximadamente, desde Karajan (1908) hasta Albert y Maag (1919) y en la que forman Kernpe, Leinsdorf, Markevich, Solti, Argenta, Kondrashin, Celibidache, Glulini, Kubellk y Bernstein.
Signo distintivo de estos herederos es, de entrada, la creaci¨®n de un sonido denso, con mayor tendencia a las frecuencias graves en casos como la Filarm¨®nica berlinesa y m¨¢s acusada transparencia y capacidad de vibrato en ejemplos como los de Leningrado o Praga.
Inmediatamente cuenta una espec¨ªfica manera de pensar la m¨²sica, entendida como fen¨®meno afectivo a partir de planteamientos rigurosos en fidelidad y perfecci¨®n. En fin, algo que podr¨ªamos denominar "voluntad de reencontrar el tiempo pasado", para diferenciarlo de la mera evocaci¨®n, es factor evidente en el estilo de Sanderling, desde los primeros compases de la Sinfon¨ªa incompleta, en la que Schubert, con apenas nada, acumul¨® bellezas.
A partir de nada, apenas, construy¨® Anton Bruckner sus poderosas e iluminadas catedrales sonoras habitadas frecuentemente por espacios m¨ªsticos conmovedores en los que el misterio se hace luz. El Bruckner de Sanderling nos lleg¨® sin menor exceso ret¨®rico hasta el punto de que incluso en los momentos de mayor brillantez, todo parec¨ªa referido a una raz¨®n radical de intimidad. Cuando en el adagio, Bruckner ordena su pasi¨®n, la sit¨²a invariablemente "entre el cielo y los altares", muy lejos de lo que ser¨¢ vendaval humano en los lentos de Mahler. En pocas palabras: tuvimos una tarde de alta m¨²sica gracias a un excelente maestro y a una Orquesta Nacional entregada, convencida y dominadora como en sus mejores d¨ªas.
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