Lo m¨¢s sensato es tener miedo
El sargento Bob Compton recomienda a sus soldados en el Golfo que tengan miedo, miedo a morir, miedo a quedar reventados en las arenas de un desierto tan desagradecido como lejano. El mismo miedo sensato y, protector que salv¨® su vida hace m¨¢s de dos d¨¦cadas en la selva de Vietnam. Bob Compton, suboficial del 27? Batall¨®n estadounidense de Zapadores de Combate, es uno m¨¢s de los muchos norteamericanos que hace rn¨¢s de dos d¨¦cadas conocieron las trampas del Vietcong, durmieron empapados por el susto y las borrascas y ahora han recalado en el arena] m¨¢s extenso y explosivo del mundo."Estoy asustado. Muy asustado. Pero quiero estarlo porque el miedo me hace mantenerme atento Y la adrenalina se renueva". dice el sargento, nacido hace 45 a?os en Columbus (Ohio) y voluntario de la guerra del golfo P¨¦rsico contra Sadam Husein. "Desde que andaba a gatas me ha gustado el ej¨¦rcito y creo que puedo ser todav¨ªa ¨²til". Una parte importante de los mandos norteamerlcanos en el Golfo combati¨® en Vietnam, bombardeando sus junglas con los B-52 que ahora machacan las posiciones iraqu¨ªes y otros en batallones de intendencia u hospitales de campa?a. "En aquella contienda ganamos todas las batallas pero perdimos la guerra. No creo que en esta ocasi¨®n ocurra lo mismo", coment¨® un oficial en el hotel Internacional de Dahran, donde est¨¢ alojada parte de la oficialidad norteamericana. Veteranos de Vietnam
La mayor parte de los veteranos de Vietnam coinciden en destacar que en aquella guerra, m¨¢s localizada geogr¨¢ficamente y con un teatro de operaciones que benefici¨® fundamentalmente a los vietnamitas del Norte, se fue perdiendo el apoyo de los propios compatriotas. Los horrores y atroc Idades de aquellas luchas, el sufrimiento civil, la diaria llegada de aviones mortuorios y miserias propias y ajenas penetraron con toda su crudeza en los hogares de los estadounidenses a trav¨¦s de la prensa. No parece que vaya a ocurrir lo mismo en la guerra del Golfo, donde los periodistas que cubren su desarrollo pugnan por un m¨ªnimo espacio en la retaguardia de los frentes.
El sargento Compton, que se alist¨® en la Guardia Nacional de Ohio, y como muchos de sus amigos enarbola la bandera nacional al primer toque de trompeta, gusta de abrillantar todos los domingos los cromados de su Harley Davidson, la gran moto norteamericana, el gran s¨ªmbolo nacionalista de los motociclistas que calzan camisetas con esta proclama: "Prefiero ver a mi hermana en un burdel que subi¨¦ndose a una moto japonesa".
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