La f¨¦rrea fragilidad
Mar¨ªa Zambrano volvi¨® a Espa?a en invierno y desde que puso pie en Madrid, a?o 1984, parec¨ªa una met¨¢fora de s¨ª misma: enjuta, leve, pasaba por las palabras con el aire l¨ªrico de los que siempre parecen ausentes, y tras ese verbo que ella te?¨ªa de desesperanza y de pasado ocultaba una f¨¦rrea fragilidad. Desde el principio se ocult¨® a los parabienes del regreso y viv¨ªa, recluida en una especie de jard¨ªn poblado de fantasmas cuya identidad ella no revelaba.Vest¨ªa de blanco y era como una aparici¨®n tras la que se ocultaba una voz que parec¨ªa venir de otro mundo. Desde que regres¨® de aquel largo exilio que la convirti¨® en s¨ªmbolo de los que no pudieron volver parec¨ªa que hab¨ªa venido para despedirse.
A pesar de aquella fr¨¢gil apariencia de hoja caediza con la que recib¨ªa y desped¨ªa en su casa de la calle Antonio Maura -"ya ven, me han puesto aqu¨ª"-, Mar¨ªa Zambrano fue reconstruyendo la fortaleza de su memoria y reivindic¨® para s¨ª uno de los preceptos que el joven Cioran formul¨® para hacer mejor la filosof¨ªa: el recuerdo y el recuerdo l¨ªrico.
Fue una mujer ins¨®lita, porque su generaci¨®n no existi¨®, y al Fin y al cabo su estatura femenina estuvo siempre rodeada de hombres, un pensamiento masculino que le lleg¨® a ella perturbado por todas las carencias que tuvieron su pa¨ªs y su tiempo y que desembocaron en una guerra civil que a ella, como a tantos otros, la dej¨® al rojo vivo.
Pero su recuerdo -la reconstrucci¨®n l¨ªrica de su recuerdo- no fue nunca consecuencia del odio, sino de la extra?eza. Fue tina mujer perpleja que actuaba sobre la realidad como si se la estuviera explicando a s¨ª misma: ?c¨®mo fue posible? Sus interlocutores de ese tiempo de interrogaci¨®n fueron poetas en gran parte, como Jos¨¦ ?ngel Valente y Jos¨¦-Miguel Ull¨¢n. Acaso esa conjunci¨®n, que fue profundamente espa?ola, porque se trataba de hablar con gente de las afueras del propio pa¨ªs, fue la que contribuy¨® a producir en su filosof¨ªa de las cosas el ¨¢mbito adecuado para construir una peculiar forma de pensamiento l¨ªrico.
Esa actitud ante las cosas -las cosas no son hasta que no pasan por las palabras- hizo de la suya una reflexi¨®n esot¨¦rica, extra?a, de una belleza esencial y po¨¦tica. Y como eso chocaba con el ambiente que se hall¨® al regreso -todo iba m¨¢s r¨¢pido, Espa?a era al tiempo el ruido y la prisa-, Mar¨ªa Zambrano pas¨® por este mundo como si no hubiera vuelto. Como si no hubiera estado nunca.
Pero Mar¨ªa Zambrano s¨ª estuvo, y de qu¨¦ forma, poniendo en orden sobre el tablero de un pa¨ªs descompuesto la perplejidad de la ¨²ltima fil¨®sofa l¨ªrica que ha tenido Espa?a.
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