A la desesperada
La irreductible resistencia palestina en el sur de L¨ªbano
"D¨ªgale a Ahmed que en el d¨ªa de hoy, a esta hora, todos estamos bien". Si el viejo maestro palestino de Sid¨®n hubiera transmitido su mensaje -destinado a un pariente que vive en Espa?a- un d¨ªa m¨¢s tarde, sus palabras habr¨ªan reflejado mayor amargura. En la ma?ana que sigui¨® a nuestra conversaci¨®n, cazabombarderos israel¨ªes golpearon sa?udamente posiciones de Al Fatah, la principal facci¨®n de la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP), en la regi¨®n cercana de IqIim al Taffuh. Desde all¨ª, guerrilleros palestinos y milicias isl¨¢micas han aliado su exasperaci¨®n para atacar el territorio que Israel ocupa, desde 1985, en los l¨ªmites del sur de L¨ªbano, en claro desacato de la Resoluci¨®n 425 de las Naciones Unidas, que exige del Estado israel¨ª la retirada de sus fuerzas de todo el territorio liban¨¦s
Hubo siete muertos y 22 heridos, pero a las bajas, como a los ataques Israel¨ªes, los palestinos est¨¢n acostumbrados. Lo m¨¢s doloroso fue la p¨¦rdida de un material militar que "en ning¨²n momento puede compararse al que utiliza el enemigo para realizar cotidianas incursiones por tierra, mar y aire, sin que nadie mueva un dedo ni se estremezcan las conciencias", seg¨²n explica, en el campo de refugiados de Rachidiye, Abu Wassim, un hombre maduro, con aspecto de campesino paciente, que es el jefe militar del Frente Popular para la Liberaci¨®n de Palestina, mucho m¨¢s radical que Al Fatah, aunque tambi¨¦n dentro de la OLP.Wassim concluye que "al Fin y al cabo, Israel se est¨¢ conteniendo tanto respecto a Irak, que los aliados occidentales le han dado a cambio un cheque en blanco para actuar contra nosotros".
Calles enfangadasEs viernes, hace un fr¨ªo atroz y a poca distancia el mar bate rabiosamente contra el puerto de la ciudad de Tiro. Las calles del campo est¨¢n enfangadas, y algunos veteranos guerrilleros tiritan, envueltos en una bufanda y con lo que se adivina que es toda su ropa superpuesta para aguantar el tipo. Hay ni?os jugando en el lodo. Pocos, porque el 60% de los 15.000 refugiados de Rachidiye han huido, desperdig¨¢ndosepor las aldeas de los alrededores, tratando de que no les alcancen las armas israel¨ªes.
El espect¨¢culo -la pobreza, la desolaci¨®n- se repite en Ain el-Helue, a cuya entrada alguien ha pintado en un muro, en aerosol rojo y deliberadamente en ingl¨¦s, como quien lanza un mensaje al mundo, la frase "Larga vida a Sadam". En la tienda de fotograf¨ªa Studio Naher, muy cuidada dentro de lo que es la precariedad del campo, se exhiben retratos del presidente iraqu¨ª primorosamente enmarcados.
De pronto la potente megafon¨ªa transmite la voz del imam de la mezquita m¨¢s cercana. Antes de que el int¨¦rprete traduzca puedo entender su significado por la repetici¨®n insistente de fonemas inconfundibles: Amrika, Srail. Am¨¦rica, Israel: una vibrante acusaci¨®n contra el imperialismo, el sionismo.
"No debe extra?arle que quieran tanto a Sadam, porque no tienen otra cosa", reflexiona el int¨¦rprete, que es aficionado a la historia. "Y, si llega a vencer, nadie va a contar lo de los kurdos en los libros. ?Qui¨¦n se ha ocupado de averiguar cu¨¢l fue el r¨¦cord de derechos humanos de Alejandro el Grande, o si tuvo Espartaco prisioneros pol¨ªticos, ni qu¨¦ hac¨ªa George Washington con las c¨¢rceles?".
De los libros.de texto de las escuelas libanesas, para empezar, los palestinos han desaparecido casi por completo. "S¨®lo en los colegios de la UNRWA (Asociaci¨®n para los Refugiados de Guerra de las Naciones Unidas) se recuerda la geograf¨ªa de nuestro pueblo, y hasta se llaman como nuestras el udades: Jerusal¨¦n, Nabl¨²s. Y las madres ense ?an a sus hijos, desde que pue den entenderlo, que tienen una patria perdida".
Tambi¨¦n el maestro est¨¢ con Sadam: "Mire cu¨¢l es nuestra vida. Cu¨¢l es la lucha cotidiana que debemos realizar para mantener la dignidad, para sentirnos personas, no animales. Para no sotros, la guerra empez¨® hace 40 a?os, no ahora. La del Golfo es s¨®lo un escal¨®n m¨¢s. Si perde mos, s¨®lo nos va la vida. Pero, ?y si ganamos? Si ganamos convertiremos en realidad lo que hasta ahora s¨®lo llevamos en la mente y en el coraz¨®n".Tiendas y miseria
?l es de los antiguos, de los que en el 48, cuando se fund¨® el Estado de Israel, tuvieron que dejarlo todo y cruzar la frontera de L¨ªbano. "No deseo a nadie que lo echen de su tierra, ni siquiera a los kuwait¨ªes. Aunque nosotros no pudimos refugiarnos en hoteles de cinco estrellas. S¨®lo recuerdo tiendas de campa?a, tiendas y miseria. Como ahora. Carecemos de documentos y no podemos viajar; si nos quieren es como mano de obra barata. Tenemos buenos m¨¦dicos, buenos ingenieros, pero no pueden trabajar para los palestinos, sino para los extra?os".
Este hombre nunca ha vuelto a la tierra en donde naci¨®. En la que fue su casa, en un peque?o pueblo al norte de Palestina -hoy, Israel- hay un jud¨ªo que ve la guerra en la televisi¨®n con la m¨¢scara antig¨¢s a mano. No le cuento, porque ya lo sabe, que los palestinos de Gaza -cuando no estaban reprimidos, como ahora, por el toque de quedasal¨ªan antes del alba, apretujados en camiones, para ir a Tel Aviv a barrer las calles. Y que en el camino realizaban dos paradas ilegales y simb¨®licas, s¨®lo para poder arrodillarse y tocar con las manos la tierra, y decirse: 'All¨ª, en esa colina, est¨¢ la casa de mis antepasados'.
En L¨ªbano, en donde se encuentran gracias al tratado de El Calro, Firmado por Arafat y el comandante liban¨¦s Bustany, que establec¨ªa el derecho de la lucha armada palestina a utilizar territorio liban¨¦s para atacar a Israel, enemigo la naci¨®n ¨¢rabe, ya no se les quiere. Muy pocos recuerdan que el texto ¨ªntegro del acuerdo nunca se public¨® oficialmente, y que s¨®lo hace dos a?os se abrog¨® por decreto. Bueno o malo, ese tratado les legitimaba. De modo que los libaneses, que ahora se desentienden de ellos, tienen mucho que ver con la actitud de sus refugiados palestinos, aunque los borren de los libros e impulsen subrepticiamente una mentalizaci¨®n de rechazo al extranjero que crea problemas. A todos los efectos, el L¨ªbano de la paz cree posible volver a convertirse en la Suiza de Oriente Pr¨®ximo, a pesar de que la entera regi¨®n puede arder dentro de nada por los cuatro costados.
Ahora, adem¨¢s, est¨¢n los sirios, que despu¨¦s de? acuerdo internacional de Taef se han hecho con el control del pa¨ªs de los cedros, y cuya alianza con Estados Unidos les ha proporcionado la bendici¨®n oficial para su pol¨ªtica expansionista. De Sid¨®n a Tr¨ªpoli, en el Norte, el amigo sirio y un heterog¨¦neo ej¨¦rcito regular liban¨¦s imponen el orden a fuerza de un despliegue espectacular, aplastante. Pero de Sid¨®n abajo se encuentran las milicias que abandonaron Beirut tras el fin de la guerra -shl¨ªes de Amal, de Hezbollah-, los nasseristas -que siempre estuvieron en la zona y son claramente proiraqu¨ªes-, los palest¨ªnos con su drama y sus armas, e Israel. A esa zona ha enviado el Gobierno un primer despliegue del ej¨¦rcito liban¨¦s, bajo el eslogan de "reestablecer la soberan¨ªa". El ¨²nico problema es que aqu¨ª abajo se r¨ªen cuando alguien les dice que les van a desarmar.
Pese a todo, Abu Wassim, el jefe del Frente Popular Democr¨¢tico para la Liberaci¨®n de Palestina (FPLP) en el sur de L¨ªbano, cree que s¨ª se puede aceptar la llegada del ej¨¦rcito "si es para lucharjuntos, para expulsar a Israel del territorio ocupado". El viejo maestro es m¨¢s expeditivo: "Tenemos que invadirlos mediante infiltraciones guerrilleras". No parece muy f¨¢cil: la ¨²ltima que realizaron hasta el momento de escribir estas l¨ªneas se sald¨® con la cifra de tresfedayin muertos. Los cohetes Katyusha, arrojados profusamente durante una semana, s¨®lo han conseguido legitimar ante un pusil¨¢nime Occidente las represalias de Israel, "que por su parte", recuerda el profesor, "no necesita excusas para masacrarnos".ArrinconadosEmparedados entre los sirios -en luna de miel con los aliados- y el poder¨ªo armament¨ªstico del pueblo elegido, a los palestinos del sur del L¨ªbano s¨®lo les queda la lucha a la desesperada. Quiz¨¢ para que sus hermanos de Gaza y Cisjordania, reducidos a la condici¨®n de rehenes, sepan que est¨¢n aqu¨ª, que no est¨¢n quietos. Y para arrancar un par de p¨¢rrafos en los peri¨®dicos entre tanta informaci¨®n sobre la guerra del Golfo.
En lo que podr¨ªa llamarse el frente, en las colinas de lqlim el Taffuh, adultos, j¨®venes y muchachos de no m¨¢s de doce a?os empu?an las armas y contemplan un' s¨®lo paisaje: el pasillo a¨¦reo, situado entre lo montes L¨ªbano y Carmelo, por el que les llegan los ataques de Israel, Camuflados entre los naranjales o escondidos en edificios fortificados con sacos de arena, todos repiten la misma frase: Hasta el final".
Lo ¨²ltimo que me llevo de Sid¨®n, mientras cerca suena el rumor de los bombardeos, es la pregunta de F¨¢tima, una muchacha palestina: "Usted que viaja tanto, ?ha estado en Jaffa? All¨ª naci¨® mi familia, y yo no la he visto nunca. D¨ªgame, ?es hermosa?".
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