El Real Madrid despilfarra sus medios
El Real Madrid, re?ido con el raciocinio, despilfarr¨® una coyuntura favorable. Como contrapartida, el Barcelona asisti¨® a un final heroico y supo sobrevivir al dif¨ªcil trance de resolver una semifinal de la Copa con un pivot, dos juniors y los veteranos Epi y Soloz¨¢bal. Las circunstancias propiciaron un cambio de papeles: si el Bar?a empezaba como favorito, el Madrid termin¨® como antih¨¦roe. El p¨²blico reparte justicia a su manera y premia al que hace un esfuerzo sobresaliente.No era dif¨ªcil adivinar que el Madrid presentar¨ªa esta vez su mejor talante. M¨¢s concentra dos, suficientemente motivados por la importancia del choque sus jugadores usaron su potencial individual, que no es despreciable. Otra cosa es afirma si actuaron como equipo y con el ritmo que ello requiere. En ese sentido, pudieron apreciarse excesivas intermitencias en muchos, salvo Mart¨ªn, que aguant¨® en pie desde el principio hasta el final y que goza de sus mejores momentos. Esa falta de una idea colectiva explic¨® que el Madrid, en franca superioridad de medios en los ¨²ltimos minutos, no se impusiera.
Como el baloncesto espa?ol s¨®lo ha presentado dos caras en el pasado decenio, los dos grandes disfrutan de esa alternancia. Cuando uno abunda en el caos, el otro hace gala de serenidad y sensatez. As¨ª, la falta de juego colectivo de los madridistas encuentra su reverso en lo barcelonistas, todo conjunci¨®n
El partido semej¨® una primera parte de tanteo y una segunda agresiva. Posiblemente fuera el Barcelona el que saliera mejor librado porque no est¨¢ para derroches. Sus limitaciones f¨ªsicas le impiden inclinarse por un ritmo muy fuerte desde el principio: tiene que reducir a 20 minutos. En esas circunstancias, el Madrid adquiri¨® confianza. Dio la impresi¨®n de que ambos acordaron verse las caras tras el descanso.
La reanudaci¨®n no resolvi¨® nada en lo concerniente al juego porque ninguno consigui¨® una renta suficiente para dominar. Sin embargo, la proliferaci¨®n de faltas personales fue llevando las cosas hacia una batalla de desgaste, tan habitual entre ellos, pero en la que el Barcelona no estaba en condiciones de salir airoso. Cuando el parte oficial se?alaba que se entraba en el trance Final con Norris y Ortiz irremediablemente en el banquillo, la interpretaci¨®n de los hechos colocaba al Madrid como ganador.
Pero no gan¨®. Lo hizo el d¨¦bil. El Barcelona dio la impresi¨®n de estar preparado para la ocasi¨®n e hizo una nueva demostraci¨®n de oficio. ND se apreciaron en ¨¦l rostros desencajados ni miradas evasivas. No les fall¨® el pulso a Soloz¨¢bal y Epi, en quienes recay¨® la responsabilidad de las ¨²ltimas acciones. No les pudo el miedo a los j¨®venes, asistidos moralmente por los veteranos, una especie de tutores. Todo equipo bien construido necesita unas referencias, ha de estar perfectamente orientado. Sus jugadas postreras dieron cuenta de ello: balones a Epi o Solozabal. Como el Madrid carece de esas cualidades, nadie encontraba a Biriukov (un tanto en la segunda parte) ni sab¨ªa edificar una jugada para Mart¨ªn (marcado por Lisard). Con sus muchos defectos, el cuadro de Wayne Brabender no supo administrar su superioridad. Recurri¨® a la raza (un triple de Llorente a la carrera), pero cometi¨® un descuido imperdonable en la pen¨²ltima jugada que permiti¨® a Trumbo una incre¨ªble canasta a falta de dos segundos. La victoria del Barcelona fue justa. Casi todo lo que hizo estaba bien hecho. Si no pudo hacer m¨¢s. fue por falta de medios. Medios le sobran al Madrid. Pero ¨¦sa ya es una historia harto conocida.
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