Ultimos intentos para evitar la guerra
Llegu¨¦ a Washington el 18 de octubre para discutir mi plan con los funcionarios estadounidenses. Se pod¨ªa ver f¨¢cilmente el genuino inter¨¦s de los americanos por estas entrevistas. El elevado inter¨¦s en intercambiar punto de vista conmigo pod¨ªa deberse al hecho de que, desde el comienzo del conflicto del Golfo, Washington no hab¨ªa tenido ning¨²n contacto directo con Sadam. Me parece que consegu¨ªan su informaci¨®n sobre la situaci¨®n, sobre todo, de sus aliados: Egipto, Arabia Saud¨ª y Turqu¨ªa.Primero me reun¨ª con el secretario de Estado, James Baker. Tambi¨¦n estaba Dennis Ross, director de la planiflicaci¨®n pol¨ªtica y experto del Departamento de Estado en Oriente Pr¨®ximo. Fue inmediatamente evidente para nosotros que, mientras mostraba inter¨¦s en los detalles, Ross escuchaba mi explicaci¨®n con reservas, por no decir que bastante negativamente. La idea principal -hacer entender a Irak que una vez que salieran las tropas estar¨ªamos dispuestos a discutir el tema ¨¢rabe-Israel¨ª para resolver problema palestino- obtuvo una respuesta negativa.
"A Israel no le va a gustar", dijo Ross bruscamente. Ross tambi¨¦n mostr¨® su escepticismo sobre trazar una l¨ªnea entre recompensar a Sadam y salvarle la cara, lo que consider¨¢bamos necesario para asegurar la salida de Irak de Kuwalt.
Salir de la crisis
Hubo pocas novedades en mi siguiente reuni¨®n, con el Consejero de Seguridad Nacional Brent Scoweroft y su ayudante Robert Gates. Scowcroft estaba m¨¢s inIeresado en nuestra percepci¨®n de la situaci¨®n en Irak que en las propuestas para salir de la crisis.La ma?ana del 19 de octubre fuimos recibidos en la Casa Blanca por el presidente. Tambi¨¦n estaban presentes Baker, Scowcroft, John Sununu y otros consejeros. Bush pregunt¨® si era posible interpretar la afirmaci¨®n de Sadam de que era un "realista" como un signo de su disposici¨®n a salir de Kuwait. El presidente mostr¨® un profundo inter¨¦s en las caracter¨ªsticas psicol¨®gicas de Sadam. Bush hizo muchas preguntas concretas y tom¨® notas. Era obvio que muchas de mis observaciones y opiniones no coincid¨ªan con el punto de vista del presidente. Dudaba de que hubiera un creciente apoyo a Sadam en el mundo ¨¢rabe.
En conjunto, parec¨ªa que Bush todav¨ªa dudaba sobre tomar la decisi¨®n final de un ataque militar contra Irak. No lo exclu¨ªa, y habl¨® de que tuvieramos una segunda entrevista con Sadam. Pero insisti¨® en que ten¨ªamos que tener un objetivo limitado: "Informar a Sadam de la posici¨®n intransigente de EE UU". Sin embargo, Bush a?adi¨® inmediatamente: "Si viniera de Sadam una se?al positiva, ser¨ªa o¨ªda por nosotros".
Al final de las dos horas de reuni¨®n, el presidente Bush dijo que pensaba que hab¨ªa aprendido muchas cosas interesantes de nosotros. Hab¨ªa algo nuevo en ciertas ideas que se hab¨ªan presentado. Pero se?al¨® que ten¨ªa que consultar con sus consejeros.
"?Piensa quedarse en Washington?", pregunt¨®. Le dije que estaba dispuesto a quedarme si hac¨ªa falta, "Le dar¨¦ una respuesta en dos o tres horas", contest¨®. Cuarenta y cinco minutos m¨¢s tarde, Gates me dijo: "El presidente me ha pedido que le informe que decida usted mismo cu¨¢ndo quiere marcharse". Deduje que esto significaba que no continuar¨ªan las conversaciones.
Poco antes de marcharme de Washington, me llam¨® Gorbachov para decirme que pasara a la vuelta por Londres y me reuniese con Margaret Thatcher. La primera ministra nos recibi¨® en su residencia de Chequers. Escuch¨® atentamente y sin interrupciones la informaci¨®n que le ofrec¨ªa. Pero despu¨¦s, y durante una hora, no permiti¨® que nadie interrumpiese su mon¨®logo en el que esbozaba en forma m¨¢s condensada una posici¨®n hasta alcanzar el gran momento: no limitar la cuesti¨®n a una retirada de las fuerzas iraqu¨ªes de Kuwait, sino infligir un devastador ataque a Irak, derrocar a Sadam y destruir totalmente la potencia militar y, quiz¨¢ tambi¨¦n, la industrial del pa¨ªs.
Margaret Thatcher habl¨® sin ambages. Nadie deb¨ªa interferir en este prop¨®sito, declar¨®. Sadam no deb¨ªa tener ni la sombra de una duda de que la comunidad mundial pudiera retroceder. Lograr¨ªa sus objetivos. Nadie deb¨ªa siquiera evitar el ataque contra el r¨¦gimen de Sadam.
Logr¨¦ meter baza con dificultad: "?As¨ª que no ve otra soluci¨®n que la guerra?".
"No", replic¨®.
?Cu¨¢ndo empezar¨¢ la acci¨®n militar?, pregunt¨¦.
"No puedo dec¨ªrselo, ya que debe ser una sorpresa para Irak", respondi¨®.
La reuni¨®n con Thatcher duraba ya dos horas. Al notar que la situaci¨®n se volv¨ªa cada vez m¨¢s espinosa, pens¨¦ que deb¨ªa ponerle fin. "Encuentro esta conversaci¨®n muy ¨²tiV, le coment¨¦. "Ahora tengo clara su postura. Espero que tambi¨¦n haya sido de utilidad para usted".
Soluci¨®n militar
Cuando llegu¨¦ a Mosc¨² inform¨¦ del resultado del viaje a Gorbachov. Mi principal conclusi¨®n era que el bar¨®metro de la situaci¨®n se?alaba una soluci¨®n militar. El presidente me orden¨® que continuara mi misi¨®n, y el 24 de octubre sal¨ª hacia El Cairo, Damasco, Riad y Bagdad.Mi segunda reuni¨®n con Sadam fue tan larga como la primera- Sadam invit¨® a casi todos los dirigentes iraqu¨ªes a la primera parte de la entrevista. Todos vest¨ªan uniforme militar. Sadam se?al¨® que hab¨ªa halcones y palomas entre sus consejeros. Nopuedo desechar la posibilidad de que Sadam tuviera como prop¨®sito demostrar que hab¨ªa espacio para maniobrar. Pero albergaba mis dudas sobre que: las palabras de Sadam acerca de la diversidad de opiniones en el liderazgo iraqu¨ª fueran un reflejo de la realidad. Todo lo decid¨ªa un solo hombre.
Tuve la impresion de que se hab¨ªan producido varios cambios durante las tres semanas que hab¨ªan transcurrido desde el primer encuentro. En nuestra conversaci¨®n del 5 de octubre, Sadam hab¨ªa hecho hincapl¨¦ en que Kuwait "hab¨ªa pertenecido hist¨®ricamente" a Irak, pero esta vez el tema no fue mencionado. Ni fue terminante cuando le dije que la retirada de la.s fuerzas iraqu¨ªes deb¨ªa ser "el primer paso hacia otras acciones".
Despu¨¦s, una vez que nos reunimos a solas, empec¨¦ diciendo: "Me conoce desde hace tiempo, y ya deber¨ªa saber que intento decirle la verdad. Un ataque contra Irak, m¨¢s serio que nunca, ser¨¢ inevitable si no se anuncia la retirada de Kuwait y si no se lleva a la pr¨¢ctica".
"?C¨®mo puedo anunciar una retirada de las fuerzas iraqu¨ªes si no he sido informado de c¨®mo se resolver¨¢ la salida de las tropas de EE UU de Arabia Saud¨ª?", respondi¨®. "?Se levantar¨¢n las sanciones de la ONU contra Irak, o seguir¨¢n vigentes? ?Qu¨¦ hay del inter¨¦s manifestado por m¨ª pa¨ªs de asegurarse una salida al mar? ?Se vincular¨¢ la retirada de Irak a una soluci¨®n del problema palestino?".Sin conocer la respuesta a estas preguntas ¨¦l no har¨ªa nada. "Ser¨ªa suicida para m¨ª. Y no es una cuesti¨®n que s¨®lo me concierna a m¨ª. Si yo anunciara la retirada sin conocer la respuesta a estas cuestiones, ser¨ªa el suicidio de Irak. Por eso espero que estos contactos contin¨²en".
Aunque con gran tensi¨®n y esfuerzo, se pod¨ªa haber avanzado en la puesta en marcha de un acuerdo pol¨ªtico, al menos un poco. Y vuelvo a se?alar "con gran tensi¨®n y esfuerzo" y "al menos un poco". No hab¨ªa razones para exagerar las posibilidades que ten¨ªa este proceso, pero tampoco para menospreciarlas.
Llegu¨¦ a Nueva York el 15 de noviembre, cuando el Consejo de Seguridad debat¨ªa una resoluci¨®n que impusiera una fecha l¨ªmite para la retirada iraqu¨ª. El proyecto de una resoluci¨®n de este tipo pod¨ªa haber sido muy efectivo si la posibilidad de su adopci¨®n colgaba como la espada de Damocles sobre Irak. Yo pensaba sin embargo, que, si esa resoluci¨®n se convert¨ªa en realidad, el margen de actuaci¨®n ser¨ªa muy estrecho. Y yo estaba firmemente convencido de que, para Sadam, psicol¨®gicamente, una resoluci¨®n de este tipo ser¨ªa contraproducente.
El 29 de noviembre, la resoluci¨®n 678 de la ONU autorizaba a EE UU y a sus aliados a "utilizar todos los medios necesarios" para liberar Kuwalt si Irak no se retiraba antes del 15 de enero.
Propuesta bloqueada
El presidente Gorbachov decidi¨® intentar concertar una cita entre norteamericanos e iraqu¨ªes. En su viaje a Bagdad a finales de diciembre, Belusov trat¨® con Sadam el tema de una reuni¨®n entre representantes de Estados Unidos e Irak en Ginebra, cuando la propuesta del presidente Bush parec¨ªa bloqueada. El encuentro entre Aziz y Baker del 9 de enero no obtuvo resultados.A las 2.45 del 17 de enero, me despert¨® el timbre del tel¨¦fono. Gorbachov me dijo que Besmertnij, Dimitri Yazov (ministro de Defensa) y VIadimir Kriuchkov (jefe del KGB) iban camino del Kremlln, y me pidi¨® que fuera yo tambi¨¦n. Me explic¨® entonces que, hac¨ªa unos minutos, el secretario de Estado norteamericano hab¨ªa llamado al ministro de Exteriores para informarle de que la acci¨®n militar iba a empezar en cuesti¨®n de momentos.
Gorbachov pidi¨® que Bush fuera informado inmediatamente de su petici¨®n de un retraso del ataque por alg¨²n tiempo para intentar, una vez m¨¢s, que Irak anunciara su disposicion a retirar sus tropas de Kuwait. El secretario Baker respondi¨® a Besmertnij que la acci¨®n militar hab¨ªa empezado. Los misiles y las bombas explotaban ya sobre Irak y Kuwait.
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