La cuesti¨®n palestina

EN SU primera intervenci¨®n parlamentaria tras el final de la guerra de Irak, el presidente Bush se?al¨® ayer algunas prioridades espec¨ªficas para el establecimiento de una paz duradera que no pueden sino alimentar la esperanza -aunque no el desmedido optimismo- de quienes buscan en la concordia el camino para la resoluci¨®n de los problemas del Pr¨®ximo Oriente.Uno de los temas clave del discurso fue, naturalmente, la cuesti¨®n palestina, que la guerra del Golfo hab¨ªa enmara?ado en un doble sentido. Por una parte, porque la exigencia manifestada por Sadam Husein, 10 d¨ªas despu¨¦s de invadir Kuwait, de que se estableciera un v¨ªnculo entre todos los problemas de la regi¨®n fue rechazada por la coalici¨®n con el argumento de que si se aceptaba permitir¨ªa al l¨ªder iraqu¨ª obtener alg¨²n m¨¦rito para su causa. Por otra parte, porque la toma de posici¨®n favorable a Irak de Yasir Arafat, l¨ªder de la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP), ha constituido para ¨¦sta un serio percance a la hora de conseguir ser aceptada por Israel como representante del pueblo palestino y, por ende, como interlocutora en una mesa de negociaciones. Pero una cosa es el antagonismo y otra la legitimaci¨®n; nadie puede pretender que toda negociaci¨®n se haga s¨®lo con amigos. Y la OLP, qui¨¦ranlo o no los israel¨ªes, representa al pueblo palestino en raz¨®n de un consenso y una voluntad internos.

El discurso de Bush recog¨ªa por fin el ¨¢nimo estadounidense de presionar a Israel para que acceda a negociar. Siempre se ha dicho que en ello est¨¢ la clave de toda soluci¨®n futura. Utilizando la idea de intercambiar paz por territorios -inicialmente esgrimida por el secretario de Estado Shultz durante la Administraci¨®n de Reagan-, Bush ha hecho alusi¨®n con firmeza a la necesidad de que se apliquen las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad; en ellas aparec¨ªa el concepto original de que Israel deb¨ªa retirarse de los territorios ocupados, al tiempo que se le reconoc¨ªa el derecho a unas fronteras seguras. Considerando que el Gobierno de Tel Aviv acaba de reiterar que no negociar¨¢ con representantes de la OLP, la intenci¨®n de Bush no contiene elementos nuevos. Pero al menos est¨¢ presente un atisbo de presi¨®n de un Gobierno de Washington cuyo liderazgo sale muy reforzado de la guerra del Golfo. Su legitimaci¨®n moral, no s¨®lo b¨¦lica, estar¨¢ directamente vinculada a la aplicaci¨®n estricta de las resoluciones de la ONU.

En noviembre de 1988, el Congreso Nacional Palestino hab¨ªa mejorado considerablemente sus posibilidades de intervenir en el proceso de soluci¨®n de la crisis del Pr¨®ximo Oriente al proclamar en T¨²nez la constituci¨®n de un Estado independiente. Hab¨ªa en la declaraci¨®n dos elementos que, aunque manifestados de forma t¨ªmida (y luego recogidos impl¨ªcitamente en varias intervenciones de Yasir Arafat en aquellas fechas), favorec¨ªan de manera sustancial la posici¨®n negociadora de la OLP -por un lado, la aceptaci¨®n de las resoluciones 242 y 338, y por otro, la renuncia al terrorismo como forma de presi¨®n pol¨ªtica sobre Israel- sin perder un ¨¢pice de su indiscutida representatividad de la mayor¨ªa del pueblo palestino.

Pocos meses antes, Arafat hab¨ªa acudido al Parlamento Europeo en Estrasburgo y hab¨ªa lanzado a la fracci¨®n socialista de ¨¦ste un reto sobre la timidez de Europa a la hora de participar activamente en el proceso de paz palestino-israel¨ª: "?Por qu¨¦ esta indecisi¨®n a la hora de asumir una responsabilidad que se corresponde tan perfectamente con los intereses y valores de Europa?". Hab¨ªa conseguido avergonzar a los parlamentarios con su nueva respetabilidad y con la justicia de sus argumentos. Hoy ha retrocedido sustancialmente en su posici¨®n internacional, alentando a quienes pensaban que la moderaci¨®n de la OLP era una mera coyuntura t¨¢ctica.

Desde enero de 1988, adem¨¢s, la Intifada ten¨ªa al Gobierno de Tel Aviv contra las cuerdas. No es necesario volver sobre ello, aunque s¨ª es preciso recordar que su momento m¨¢s tr¨¢gico ocurri¨® ya en plena guerra del Golfo -en octubre de 1990- con la matanza de 22 palestinos en Jerusal¨¦n. La presi¨®n sobre Israel para que aceptara negociar, probablemente en una conferencia internacional, era cada vez m¨¢s accesible.

?Ha llegado por fin el momento del arreglo pac¨ªfico de la cuesti¨®n palestina? Con la voluntad de Washington presionando a Israel, y tal vez con la CE -si consiguen ponerse de acuerdo sus integrantes- propiciando la moderaci¨®n palestina y apoyando la convocatoria de la tan necesaria conferencia internacional, puede que s¨ª. En todo caso, las dificultades siguen siendo muy considerables y no es previsible que se progrese realmente a corto plazo. En el tema del Pr¨®ximo Oriente, todo permite deducir que las coordenadas b¨¢sicas son el tiempo y la paciencia.