La hora de religi¨®n
EL LUGAR asignado a la ense?anza religiosa en la Ley Org¨¢nica General del Sistema Educativo (LOGSE) -en una disposici¨®n adicional, y no en su articulado b¨¢sico- ha producido el descontento del episcopado espa?ol y de las fuerzas pol¨ªticas y sociales m¨¢s afines a sus posiciones. Ahora, este descontento vuelve a apuntar cuando se trata de instrumentalizar la integraci¨®n de esta ense?anza en los nuevos niveles educativos configurados por la LOGSE y amenaza con desencadenar la batalla de la hora de la religi¨®n, utiliz¨¢ndose como arma los acuerdos sobre ense?anza firmados por el Estado y la Santa Sede el 3 de enero de 1979.Parece indiscutible que el marco b¨¢sico de la negociaci¨®n debe ser la Constituci¨®n y, fundamentalmente, su inequ¨ªvoca referencia a que "ninguna confesi¨®n tendr¨¢ car¨¢cter estatal", si no se quieren considerar los acuerdos de 1979 como un texto cerrado en s¨ª mismo -a la usanza de los antiguos concordatos- resistente a la fluidez social y religiosa de nuestro tiempo. El Ministerio de Educaci¨®n propone l¨®gicamente que la asignatura de religi¨®n cat¨®lica, optativa, no sea evaluable a efectos acad¨¦micos y ofrece la alternativa de una hora de estudio asistido a quienes no se matriculen en ella. El episcopado, inicialmente, defiende una asignatura de religi¨®n optativa, de acuerdo con la confesionalidad del alumno, pero formando parte del bloque curricular acad¨¦mico en igualdad de condiciones con el resto de las mater¨ªas acad¨¦micas.
En el debate, a menudo se mezclan dos conceptos que inducen a la confusi¨®n. Una cosa es la religi¨®n como patrimonio cultural, sin cuyo conocimiento es dif¨ªcilmente comprensible la historia, y otra bien distinta es la catequesis, donde se transmite una convicci¨®n personal, una fe. Sin embargo, lo que ahora se discute es la inclusi¨®n de la religi¨®n cat¨®lica como creencia personal en el horario lectivo, como asignatura a todos los efectos, cuyo profesorado es seleccionado por la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica, y no por las autoridades acad¨¦micas, y pagado con fondos p¨²blicos.
Si se toma la religi¨®n cat¨®lica en sentido estricto -es decir, como catequesis-, la propuesta ministerial sobre su ense?anza es plenamente coherente con el principio de aconfesionalidad del Estado, y garantiza al mismo tiempo el derecho que asiste a los padres a que sus hijos reciban la formaci¨®n religiosa y moral que est¨¦ de acuerdo con sus propias convicciones (art¨ªculo 27.3 de la Constituci¨®n). De un lado, reserva un horario lectivo a la formaci¨®n religiosa cat¨®lica, impartida seg¨²n los contenidos y por los profesores se?alados por la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica, y de otro, suprime cualquier factor inductorio para matricularse en este tipo de ense?anza que no sea la confesionalidad del alumno (no cabe el regalo de la nota y tampoco un suspenso puede bloquear el acceso a la Universidad).
Las responsabilidades del Estado laico, sin embargo, no se agotan poniendo gratuitamente a disposici¨®n de las confesiones -en este caso, la Iglesia cat¨®lica- la infraestructura p¨²blica docente para la ense?anza de su credo. En cuanto fen¨®meno social relevante, la religi¨®n y los valores que implica merecen figurar de la forma m¨¢s solvente y objetiva en las asignaturas acad¨¦micas competentes (desde historia hasta filosof¨ªa).
Como ocurre en la inmensa mayor¨ªa de los Estados democr¨¢ticos laicos de nuestro entorno, no hay raz¨®n para excluir del horario escolar ni el conocimiento de la religi¨®n como fen¨®meno social y cultural ni la formaci¨®n religiosa confesional. Pero s¨®lo esta ¨²ltima, en tanto que actividad libre de una confesi¨®n religiosa, debe integrar la hora de religi¨®n propiamente dicha. Atribuir una dimensi¨®n acad¨¦mica a esta ense?anza ser¨ªa una forma de confesionalismo vergonzante.
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