Un coro enloquecido
El m¨²sico Carles Santos ha tomado 34 personas del Coro de Valencia, las ha sometido a su propia m¨²sica vocal, a unos trajes de fantas¨ªa de Mar¨ªa Elena Roque, a la coreograf¨ªa de Garc¨ªa Meneu -un nombre predestinado- y ha creado un espect¨¢culo al que llamamos teatro porque est¨¢ incluido en el XI Festival de Teatro de Madrid, y la denominaci¨®n de origen es siempre atendible, pese a cualquier perplejidad. Y porque voz, palabras m¨¢s o menos confusas, disfraces y algunas formas de saltos y posturas pueden constituir teatro.El autor dice que el punto de partida es la voz, y conviene acompa?arle en esto: lo que encontr¨¦ mejor fueron sus melod¨ªas y la utilizaci¨®n de las excelentes voces del Coro de Valencia: melod¨ªas son, quiz¨¢ animadas por algo del minimalismo, por lo repetitivo, o por recuerdos americanos entre dos polos, como ser¨ªan John Cage y Bernstein, y hasta ciertas remembranzas del musical, incluso del de Broadway. Estas cosas antiguas son todav¨ªa valiosas aqu¨ª.
Tramuntana tremens
De Carles Santos. Int¨¦rpretes. Coro de Valencia. Solistas: Estrella Est¨¦vez, Mar Ribera, Aurelia Faubel, Asunci¨®n Deltoro, Ricardo Gozalbes, Pere Pou. Sopranos: Jaequeline Squarcia, Charo Vall¨¦s, Llanos Mart¨ªnez, Amparo Quevedo, Maribel Monar, Carmen Gorrea, Tenores: Ricardo Sanju¨¢n, Jes¨² Ruiz, Vicente Abril, Jos¨¦ Luis Marquina, Javier Aguilera, Emilio Oller. Altos: In¨¦s Llopis, Patricia Llorens, Carmen Cano, Amparo P¨¦rez, Nieves S¨¢ez, Teresa Guillot, Dora Soblls. Bajos: Ignacio Mart¨ª, Amadeo Lloris, Jos¨¦ Luis Vicente, Ram¨®n Andr¨¦s, Boro Moroder, Enrie Giron¨¦s, Jos¨¦ Gand¨ªa, Rafael Sanchis, Miguel ?ngel Curr¨¢s. Vestuario: Mar¨ªa Elena Roque. Coreograf¨ªa: Gabriel Meneu. Coproducci¨®n del Ayuntamiento de Barcelona y la Generalidad de Valencia. Director: Carles Santes. 11? FIT. Mar¨ªa Guerrero, 14 de marzo.
Colegiales
No es happening, sin embargo, por lo que le falta de improvisaci¨®n. Y porque no tiene fantas¨ªa, imaginaci¨®n, Queda un poco so sito, un poco colegial, de fin de curso. Lo que m¨¢s llam¨® la atenci¨®n: el d¨²o de chica y chico d¨¢ndose las leng¨¹ecitas interminablemente -rosita la de ella, morada la de ¨¦l-, meti¨¦ndose mano y acabando en un beso devora dor, sin dejar de cantar una be lla, rom¨¢ntica melod¨ªa. Y el ahogo del maestro, forzado por una walkiria, con la cabeza metida en un recipiente de cristal lleno de agua: casi, tambi¨¦n, sin dejar de cantar.El p¨²blico ri¨® mucho. No s¨¦ bien si es una cosa de re¨ªr, a pesar de sus parodias, o de simplemente escuchar: el o¨ªdo se beneficia de lo que oye y le gusta.Algunas de las piezas causar¨ªan excelente impresi¨®n en concierto. Aqu¨ª, mejor con los ojos cerrados. Algunos espectadores tambi¨¦n encontraron digno de elogio el impudor del caso. El caso es que los aplausos y los bravos funcionaron con la intensidad cl¨¢sica de los conciertos, y acallaron algunas protestas m¨ªnimas.
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