El aplauso f¨¢cil de una ciudad muelle
Llegan complacidos y autosatisfechos, tras una comilona a base de arroz, en saladas y flanes, dispuestos a saborear una gran corrida de toros. Aunque lo bien cierto es que para muchos aficionados taurinos de Valencia el corrid¨®n s¨®lo significa un pretexto, una coartada. En realidad, el p¨²blico valenciano se siente irresistiblemente atra¨ªdo por la puesta en escena, por el espect¨¢culo, por las bambalinas. Moros y cristianos de Alcoy, fallas de Valencia, autos sacramentales de Elche o peregrinaciones de Castell¨®n apuntan el vicio, la pasi¨®n de los valencianos por el teatro.Pueblo efectista y barroco, los valencianos suelen valorar m¨¢s la plasticidad y el envoltorio que la calidad o la efectividad. De esta actitud saben mucho toreros, futbolistas y actores que encuentran aqu¨ª un p¨²blico dispuesto al aplauso f¨¢cil, con ganas y, en general, poco riguroso. Grupos teatrales como Els Joglars estrenan desde hace a?os sus montajes en Valencia porque la plaza sirve como term¨®metro, al alza, de la reacci¨®n de otras ciudades. Miguel de Unamuno, adusto vasco recriado en la sequedad de Castilla, ya pronunci¨® aquella prejuiciosa sentencia: "Pobres levantinos, les ahoga la est¨¦tica". En fecha m¨¢s reciente, el ensayista Joan Fuster defini¨® a sus paisanos como un "pueblo muelle"y aludi¨® al conformismo y a la ausencia de esp¨ªritu reivindicativo.
Sin embargo, los valencianos suelen apostar por el colectivismo, de corte m¨¢s bien gregario, en lo que se refiere a las fiestas y las diversiones. Por el contrario, el individualismo y la escasa vocaci¨®n asociativa pesan como una losa cuando los proyectos ata?en al negocio en lugar de al ocio. Tierra de frontera entre cristianos y ¨¢rabes, entre catalanes y castellanos, agricultores y comerciantes durante siglos, los valencianos se han acostumbrado a caminar con su propio paso sin esperar las prebendas oficiales o las ayudas de la Administraci¨®n.
Empresarios imaginativos, artistas de relieve y profesionales de talla recorren sus trayectorias y labran sus biograf¨ªas en solitario. La sociedad civil act¨²a a su aire, en una actitud muy propia de los italianos, mientras las instituciones p¨²blicas caminan por otras v¨ªas.
Quiz¨¢s este individualismo feroz y este car¨¢cter acomodaticio expliquen que los valencianos prefieran aplaudir a los forasteros antes que admirar a los indigenas. No en vano diversas glorias locales como el escritor Vicente Blasco Ib¨¢?ez, el pintor Joaqu¨ªn Sorolla o el fil¨®sofo Luis Vives murieron lejos de Valencia, asqueados de la incomprensi¨®n de sus paisanos.
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