Malos 'Moleros'

Los toros de los hermanos Molero no eran de fiar. Sericcitos cuajaditos, variopintos y todo lo guapitos de cara que se quiera, pero, de fiar, nada, Irrump¨ªan en la arena los Moleros bell¨ªsimos de capa, e iba la afici¨®n y se enamoraba de ellos. Hay amores que matan, dice la sabidur¨ªa popular. Y as¨ª fue, porque el enamoramiento de algunos espectadores mataba su objetividad en el juicio cr¨ªtico de los toreros. Hubo quien., por ser los toros guapos, los cre¨ªa bravos, y a los toreros les exig¨ªa esas cosas que se suelen exigir cuando los toros son bravos, como arr¨ªmate, o dale unas chicuelinas.Eso desde el tendido, porque desde el burladero los peones no paraban de gritar "?p¨®nsela!", "it¨®cale!", y "?sigue, sigue, sigue!". Es admirable esta ciencia de los banderilleros que, como el aceite tres-en-uno, sirve para todo. Lo mismo le dicen al torero "sigue", "t¨®cale", p¨®nsela" si el toro resulta bravo, que si resulta manso. "?T¨®cale...!". El d¨ªa anterior, estaban gritando eso a Victor Mendes sus peones en plena faena, cuando levant¨® la vista hacia ellos y pregunt¨®: "?Se puede saber qu¨¦ pasa ah¨ª? ".

Los burladeros pareceri un gallinero alborotado mientras el matador intena lucirse, y menos mal si se luce, pues las ovaciones, los ol¨¦s, los "?Eres el m¨¢s grande'.", que se suelen decir en estos casos desde el tendido con evidente incontinencia verbal, impiden oir sus voces; pero si no se luce, se oyen, y ponen nervios¨ªsimo al diestro, que tiene las sienes mora¨ªtas del martirio que le supone quitarse de encima al toro fiero. "?P¨®nsela!", le conminan, y se preguntar¨¢: "S¨ª, pero 6d¨®nde?". Eso quisiera el diestro que tiene las sienes mora¨ªtas del martirio: pon¨¦rsela, tocarle, seguir...

Berrendo en colorao, lucero. rabialbo y calcetero uno, igualito todo mas en negro tel¨¦fono otro, s¨®lo berrendo en negro noche za¨ªna el tercero, coloraos absolutos los restantes; y adem¨¢s con trap¨ªo todos, y armonioso en su musculada estampa el quinto: as¨ª luc¨ªan por fuera los Moleros. Por dentro, en cambio, llevaban casta aguada y eran incapaces de dar dos embestidas seguidas, santas ni una, mientras endemoniadas las daban casi todas, par¨¢ndose en medio del viaje y buscando el bulto.

Mal asunto para los toreros, este ganado infiel. Manolo Sales y Soro II padecieron sobresaltos diversos en sus pundonorosos intentos de ponerla, tocar, seguir -siguiendo los ruidosos dictados del peonaje-, y V¨ªctor Manuel Bl¨¢zquez tambien, con la diferencia de que estuvo eficaz en banderillas, aderez¨® los trasteos con porf¨ªas y rodillazos, y mat¨® de sendas estocadas apuntando a las agujas. La ¨²ltima coincidi¨® con la masclet¨¢. Es decir, que no bien hubo entrado el acero por el oyo de las agujas, toda Valencia empez¨® a retemblar con la descomunal petardada, y ese pareci¨® un homenaje al torero de la tierra que hab¨ªa sido capaz de abatir a los toros malos con galanura y valent¨ªa. Y si no fue as¨ª, lo ten¨ªa merecido.