Alivio de luto
Durante la pasada guerra del Golfo, las m¨¢s espectaculares objeciones sobrevenidas en Espa?a no ocurrieron entre militares, sino entre civiles, y por nada menos que un ser o no ser. Abri¨® el fuego, si se me permite la expresi¨®n, Anguita la noche del primer bombardeo aliado, diciendo que se avergonzaba de ser occidental. En d¨ªas sucesivos escuch¨¦ a muchos renegar con gran sentimiento de ser espa?oles, de ser europeos y hasta de ser blancos. Rizando coquetamente el rizo, la popular autora de un ¨¦xito de ventas editorial er¨®tico asegur¨® que lo que ella quisiera es convertirse en mono (mona, en su caso), no por capricho est¨¦tico, sino por pundonor ¨¦tico. Candidatos a protozoarios me parece que han faltado, pero no debemos achacarlo a escasez de entusiasmo, sino quiz¨¢ a una deficiente preparaci¨®n en biolog¨ªa...No tengo objeciones contra estas objeciones: Shakespeare cont¨® que sus cr¨ªmenes volvieron a Ricardo III de s¨ª mismo", y Cioran ha insistido en que todo hombre ans¨ªa secretamente desmentir su ser. Sin embargo, creo que en ellas subyace un problema alarmante, la cada vez m¨¢s perceptible disociaci¨®n entre juicio ¨¦tico y acci¨®n efectiva. Los principios ¨¦ticos parecen no dirigir la acci¨®n, sino que empiezan por repudiarla; la moral no sirve para tomar decisiones, sino para aplaudir o silbar las decisiones tomadas por otros. Gracias a este automatismo weberiano, todo el mundo sale ganando: quien decide se siente disculpado de moralizar, quien moraliza ya no necesita decidir; o sea: se desvincula ¨¦ticamente de lo en su nombre decidido en el terreno p¨²blico. Tal como ese marido convencido de mandar en su casa en lo importante (qu¨¦ ministros deben ser nombrados, cu¨¢nto presupuesto es preciso dedicar a la investigaci¨®n espacial, con qu¨¦ naciones deber¨ªa el pa¨ªs trabar alianzas ... ) y que cede gustoso a su mujer el poder ejecutivo en lo trivial (el men¨² del d¨ªa, el lugar de veraneo, los estudios de los hijos ... ), la ¨¦tica ordena y manda en lo colectivo, mientras que las opciones individuales las rige la estrategia. Cada cual es desprendido en lo com¨²n, donde cree que nada le cuesta, e interesado en lo privado; es decir, cuando de ver¨¢s act¨²a. ?Qu¨¦ lejana est¨¢ la devastadora coherencia de aquellos primeros cristianos que no tomaban las armas para defender al imperio, desde luego, pero tampoco pleiteaban, ni reivindicaban su causa ante los tribunales, ni prestaban dinero con intereses! Ahora, arrepentirse virtuosamente del propio ser disculpa de todo concreto vicio en el actuar personal y exime de asumir las circunstancias que vayan haciendo posible lo p¨²blicamente m¨¢s deseable.
La tendencia al fomento de la inquina civil que se ha visto en el debate sobre la participaci¨®n espa?ola en la guerra tambi¨¦n es preocupante. Piadosos herederos del unanimismo cat¨®lico, seguimos creyendo (o fingiendo creer) que los que opinan diferente est¨¢n pagados por los enemigos del bien o pose¨ªdos por el sat¨¢n de su concupiscencia. Todav¨ªa no hay derecho a equivocarse gratis o de buena fe... El oro de Mosc¨² sigue siendo moneda corriente: los manifestantes pacifistas se mueven por "intereses bastardos" o est¨¢n financiados por Sadam, los dem¨¢s pacemos en el pesebre oficial. El chafarrin¨®n caricaturesco no s¨®lo ha sido manejado por las petardas y los zoquetes previsibles, sino por escritores de primera fila que no han renunciado a evocar las "bocazas pintadas con sangre" de los "abogados de la muerte", en la l¨ªnea de aquellos fiscales sovi¨¦ticos que en los a?os cincuenta llamaban a Sartre "hiena dactil¨®grafa" y "chacal con estilogr¨¢fica". Convicto de ser el ¨²nico movimiento pol¨ªtico de este siglo que ha producido mayor brutalidad y m¨¢s duradera que el fascismo, tras fracasar en todos los campos, desde la planificaci¨®n econ¨®mica al realismo socialista, el leninismo busca perpetuarse al merios por sus logros en la ret¨®rica de la descalificaci¨®n... Y sus lecciones han ganado adeptos hasta en sus ant¨ªpodas ideol¨®gicas, como demuestra sobradamente el pintoresco diario Abc, siempre proclive a una l¨®gica de la desfachatez m¨¢s habitual en psicopatolog¨ªas individuales que en medios p¨²blicos de informaci¨®n.
?C¨®mo llevarerrios ahora el alivio de luto? Dejemos de lado, en remojo, para que vayan abland¨¢ndose, a los apocal¨ªpticos que claman contra el nuevo Big Brother de la democracia totalitaria y a los que sentencian que todo lo ocurrido en la guerra es mentira para as¨ª encubrir que result¨® mentira cuanto dijeron que iba a ocurrir en la guerra. Intentemos un pensamiento menos est¨¦ril. Esta posguerra demostrar¨¢ lo que todas: que una guerra piaede tener buenos efectos militares pero nunca buenos efectos pol¨ªticos. Para lograr ¨¦stos hay que emplear un instrumerital mucho m¨¢s fino. En un art¨ªculo all¨¢ por septiembre apunt¨¦ que urg¨ªa un Plan Marshall a escala mundial y de tal envergadura que no podr¨ªa ser llevado ni por EE UU ni por ning¨²n otro pa¨ªs en solitario. Me se?alan que lo que falla en mi analog¨ªa es que el Plan Marshall aport¨® dinero all¨ª donde ya hab¨ªa hombres y estructuras preparados para impulsar sus naciones. A los pa¨ªses de Oriente Pr¨®ximo, en su mayor¨ªa, les sobra dinero: lo que les falta son estructuras democr¨¢ticas y secularizaci¨®n pol¨ªtica. ?Puede llevarse a cabo un nuevo tipo de Plan Marshall que provea de estos bienes, m¨¢s sutilmente imprescindibles que el capital financiero? Creo que ha de intentarse, sin dejarse impresionar por quienes clamen contra la "injerencia en asuntos internos" o denuncien este esfuerzo como "neocolonial". Y para ello ser¨¢ preciso potenciar al m¨¢ximo la ONU, en lugar de berrear denuestos o extenderle un apresurado e injusto certificado de defunci¨®n. Dec¨ªa Lao-Ts¨¦: "Cuando alguien no es virtuoso, le digo que es virtuoso y llega a serlo". Es el caso de aplicar esta sabidur¨ªa china (m¨¢s fiable que la de los actuales gerifaltes chinos, que tan bien se llevan con nuestros gobernantes) y comprometer a la ONU con la responsabilidad de su propio discurso legitimador.
?Y Espa?a? ?Y Europa? Si algo ha demostrado nuestra participaci¨®n en el conflicto es lo absurdo de intentar resolver el problema de objetores e insumisos a base de represi¨®n. Est¨¢ claro que el servicio militar obligatorio el rechazado mucho m¨¢s por obligatorio que por militar, aunque a veces se diga lo contrario para quedar bien. Cuanto m¨¢s tardemos en adoptar alg¨²n tipo de ej¨¦rcito profesional, m¨¢s se envenenar¨¢ nuestra posible participaci¨®n en el modelo defensivo de la Europa unida. Pero ?llegaremos a algo parecido a esa Europa? Mar¨ªa Zambrano, en su ensayo La agon¨ªa de Europa (escrito a finales de la guerra mundial), se?al¨® que la reactivaci¨®n europea de la posguerra tropezaba con dos obst¨¢culos: los prisioneros del rencor y los adoradores del ¨¦xito. Compruebo con melancol¨ªa que el diagn¨®stico sigue siendo v¨¢lido... mientras no queramos remediarlo.
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