La moral, la guerra y los jud¨ªos
La justificaci¨®n oficial de la guerra del Golfo fue ¨¦sta: a un pa¨ªs no le est¨¢ permitido invadir otro. Caso de que lo haga, hay que obligarle a retirarse, si es preciso con una guerra.Es un buen principio. Ahora bien, si de verdad se tratase de un principio, habr¨ªa de aplicarse con generalidad, pues de lo contrario provoca la sospecha de que se trata de un pretexto. ?Por qu¨¦, en particular, Kuwait, o por qu¨¦ ahora? Pi¨¦nsese en la ocupaci¨®n de Afganist¨¢n, en el asalto a Panam¨¢.
A eso uno podr¨ªa responder as¨ª: frente a una superpotencia no vale. Habr¨ªa, por tanto, que rebajar algo el principio: ser¨¢ ¨²nicamente v¨¢lido cuando un Estado peque?o sea invadido por uno medio. Estados Unidos tiene las manos libres para entrar en guerra contra Panam¨¢ o Nicaragua o contra otros pa¨ªses; nadie se lo va a impedir, porque nadie puede hacerlo. Podr¨ªa argumentarse: un principio restringido de esa forma es mejor que ninguno. Pero aun ese principio restringido tampoco ha sido aplicado: pi¨¦nsese en la invasi¨®n de Panam¨¢ por EE UU, de L¨ªbano por Israel, de Chipre por Turqu¨ªa, y as¨ª sucesivamente.
La respuesta podr¨ªa ser: alguna vez habr¨¢ que comenzar. Pero ?por qu¨¦ precisamente ahora? La respuesta parece ser: aqu¨ª, por el petr¨®leo; ahora, por el fin de la bipolaridad Este-Oeste. Tras el final de la guerra fr¨ªa, EE UU apenas ha disminuido su rearme. Ahora necesita nuevos pretextos. Lo muestra el entusiasmo de Am¨¦rica por la eficacia de las nuevas armas. No cabe duda de que ¨¦se es el inter¨¦s del complejo militar-industrial americano y, al mismo tiempo, los intereses hegem¨®nicos de EE UU.
Pero supongamos que todo sea falso y que la raz¨®n para la guerra haya sido el mencionado principio del derecho internacional. En tal caso se habr¨ªan infringido dos principios de la guerra justa (justificada): 1) una guerra, aun fundamentada en s¨ª, s¨®lo est¨¢ justificada cuando se han agotado todos los medios no b¨¦licos para la remoci¨®n del mal; 2) el mal que la guerra implica no debe estar en desproporci¨®n al mal que se trata de eliminar. Ambos principios han sido claramenle infringidos en este caso. Y eso cuando ya s¨®lo la infracci¨®n de uno de ellos habr¨ªa bastado para convertir esta guerra en una guerra injusta.
Por tanto, esta guerra no s¨®lo fue evitable, sino que infring¨ªa el derecho internacional, y nunca deber¨ªa haberse iniciado. Hay que darse cuenta de que esta guerra se fue convirtiendo, cada vez m¨¢s, en una guerra entre el est¨¦ril y compulsivo mundo industrial, autodenominado "el Oeste", y el mundo vital, industrialmente retrasado, rico en petr¨®leo y humillado del islam, que posee una larga tradici¨®n humanista y tanto potencial de ilustraci¨®n como el Oeste. Es importante ver, en la ligereza con la que se ha llevado esta guerra, c¨®mo por parte del Oeste se mezclan los tonos racistas. La capacidad de arrogancia de un europeo o americano es claramente inagotable. Ni Vietnam ni Auschwitz han aportado buen juicio: s¨®lo monumentos de conmemoraci¨®n.
Un indicio de esta actitud es la postura de los americanos respecto a las p¨¦i guerra. La guerra se llev¨® exclu sivamente bajo el principio de mantener las bajas propias tan reducidas como fuera posible. Los miles y quiz¨¢ cientos de mi les que no son americanos (las propias tropas las forman ya en s y latinos) no su mayor¨ªa negro, 1 cuentan. Ser humano no es igual a ser humano. Esa actitud est¨¢ profundamente enraizada en la concepci¨®n pol¨ªtica americana. Estados Unidos tiene una gran tradici¨®n pol¨ªtica interna, quiz¨¢ la menos mala de cuantas hayan existido en la modernidad. En eso tenemos mucho que aprender. Pero la idea de un Estado de derecho democr¨¢tico se orient¨®, ya de salida, casi exclusivamente hacia el interior Hacia el exterior prevaleci¨® el salvaje Oeste, los propios intereses, no los derechos humanos.
Aqu¨ª es aplicable la distinci¨®n de Max Weber entre una ¨¦tica de conciencia y una de responsabilidad. La diferencia entre ellas consiste en que la primera sostiene unos principios determinados pase lo que pase ("el criminal ha de ser castiga do"), mientras que la segunda toma en consideraci¨®n la evaluaci¨®n ¨¦tica de creencias, fiat justitita, pereat mundus.
el principio de proporcionalidad, por el contrario, pertenece a la ¨¦tica de responsabilidad: para corregir un acto criminal no est¨¢ permitido cometer actos criminales a¨²n m¨¢s monstruosos. Matar a miles de ni?os inocentes (aunque sean semitas) no es un delito caballeroso. Y no deber¨ªa correrse el riesgo de contaminar todo el mundo s¨®lo por salvaguardar supuestamente un principio de ¨¦tica de las convicciones.
En cuanto a la otra justificaci¨®n que se nos ha dado de esta guerra -la de ser una acci¨®n preventiva- pertenecer¨ªa, ella s¨ª, a la ¨¦tica de responsabilidad. Pero las guerras preventivas no est¨¢n reconocidas en el derecho internacional, y por buenas razones. Con una ¨¦tica de la responsabilidad no restringida por la ¨¦tica de conciencia puede crearse mucho mal. El fin no justifica los medios.
En Alemania se ha o¨ªdo frecuentemente durante el conflicto: "Nos hallamos aprisionados por un dilema; por un lado, tenemos una obligaci¨®n especial con Israel; por otro, estamos a favor de la paz. Las dos cosas juntas no son posibles, la m¨¢s importante es la primera, as¨ª que tenemos que dar nuestro s¨ª a la guerra".
Este razonamiento no est¨¢ bien fundado. En primer lugar, admito que de hecho existe una obligaci¨®n especial. Cualquier observador objetivo lo confirmar¨ªa, no lo digo como jud¨ªo. Los alemanes intentaron arrasar a los jud¨ªos y murieron millones de ellos. Ahora se ha enviado gas alem¨¢n a Irak. Entendiendo correctamente la expresi¨®n, hay que hablar aqu¨ª de una culpa colectiva. Con eso quiero decir solamente que todo miembro -tambi¨¦n los nacidos con posterioridad- de un colectivo que ha hecho algo grave tiene que distanciarse expl¨ªcitamente de ello y actuar en correspondencia.
La cuesti¨®n que se plantea s¨®lo es: ?qu¨¦ quiere decir, en este caso, "actuar en correspondencia"? Significa esto: tener una conciencia de responsabilidad especial frente a los afectados, especialmente cuando se trata de cosas que son efecto directo de la propia conducta culpable. Es, por tanto, correcto decir, como se hace en Alemania: "Estamos a favor de Israel". Pero la pregunta es: ?qu¨¦ quiere decir estar a favor de Israel?
La cuesti¨®n es an¨¢loga a preguntarse: ?qu¨¦ quiere decir estar a favor de una persona a la que se ha da?ado, perseguido, humillado?
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La moral, la guerra y los jud¨ªos
Viene de la p¨¢gina anteriorHay dos casos extremos: si el sentimiento de culpa no fue elaborado conscientemente, entonces no es racional ni controlado. La consecuencia de ello es que uno se comporta frente al otro de manera que se hace todo cuanto ¨¦l quiere. Se renuncia, por tanto, a la autonom¨ªa del propio juicio, y el otro obtiene la oportunidad de manipular la propia culpa. Hay personas y hay Estados que pueden tocar sentimientos irracionales de culpa a otros con el virtuosismo de quien toca un piano. Es lo que hacen los israel¨ªes con los alemanes.
La otra posibilidad es haber elaborado racionalmente la culpa. Decir "estoy a favor de ¨¦l" no quiere decir entonces que tenga que subordinarme a sus deseos, a su vez posiblemente irracionales, sino m¨¢s bien que me reservo mi capacidad de juicio aut¨®nomo para preguntarme: ?c¨®mo puedo ayudarle, cu¨¢les son sus intereses aut¨¦nticos?
Tambi¨¦n los jud¨ªos est¨¢n divididos en este punto. La mayor¨ªa sionista, especialmente los israel¨ªes mismos, piensan que esta guerra ha sido una suerte porque se ha evitado una eventual invasi¨®n posterior de Sadam. A eso se une el deseo de no tener que cambiar en absoluto el propio statu quo, especialmente en lo que concierne a los pa¨ªses de alrededor y sobre todo a los palestinos subyugados.
Los jud¨ªos no sionistas argumentaron de esta manera: 1) debe acordarse inmediatamente un alto el fuego, pues cada d¨ªa de guerra que pase puede darse un ataque con gas contra Israel; 2) a la objeci¨®n de que los iraqu¨ªes podr¨ªan atacar posteriormente a Israel, responden as¨ª: en primer lugar, son los israel¨ªes los que tienen ya en la regi¨®n bombas at¨®micas; en segundo, y sobre todo, la fijaci¨®n con Irak es miop¨ªa; el odio a Israel procede de Palestina y abarca a todo el mundo isl¨¢mico; 3) el odio de los musulmanes a Israel no carece de base. Los sionistas les robaron una parte de su pa¨ªs, y desde la fundaci¨®n del Estado de Israel, en 1948, la relaci¨®n del Israel oficial con los ¨¢rabes en el propio pa¨ªs y en los pa¨ªses ocupados ileg¨ªtimamente ha sido cada vez m¨¢s despectiva. Hubo recientemente intentos de acercamiento por parte palestina y se apunt¨® la posibilidad de reconocer al Estado de Israel, pero el comportamiento intransigente de ¨¦ste meti¨® a los palestinos y musulmanes en una situaci¨®n tan desesperada que su ¨²nica esperanza volvi¨® a ser una guerra. Esto es lo que aprovech¨® Sadam.
Por tanto, la cuesti¨®n es controvertida tambi¨¦n entre los jud¨ªos: siempre han tenido la inclinaci¨®n a reaccionar a su destino ¨¦ticamente. Pero se dieron dos formas. Una dec¨ªa: "Sabemos lo que significa ser una minor¨ªa perseguida. Nunca m¨¢s debe volver a repetirse eso. Lo importante es que cada uno es un ser humano, un hijo de Dios, y no que sea jud¨ªo, musulm¨¢n, alem¨¢n o polaco". Los otros dicen: "Queremos ser un pueblo como los dem¨¢s. Queremos ser tambi¨¦n pol¨ªticamente una naci¨®n. Y nuestra meta m¨¢xima de conducta no deben ser los derechos de los hombres, sino la supervivencia y el bienestar de nuestro pueblo".
Denomino al primero de esos caminos jud¨ªos el universalista. A ¨¦l pertenecieron todos los grandes humanistas jud¨ªos: Marx, Freud, Einstein y otros muchos. El otro, al que denomino la v¨ªa particularista, fue el que exigi¨® el sionismo nacido a comienzos de siglo. En Europa y Am¨¦rica predomin¨® el juda¨ªsmo universalista, incluso tras 1933. El cambio se dio en 1944, cuando las grandes organizaciones jud¨ªas americanas, hasta entonces antisionistas, tuvieron que aceptar el hecho desesperante de que ni el Reino Unido ni EE UU, que supuestamente luchaban por el bien y contra las atrocidades nazis, estaban dispuestos a hacer nada, absolutamente nada, por los jud¨ªos en Europa, y esto hubiera sido posible; no se desvi¨® un solo avi¨®n aliado de Hamburgo o Dresde para bombardear la l¨ªnea de ferrocarril que llevaba a Auschwitz (D. S. Wyman, The abandonment of the jews, 1964). Para los jud¨ªos americanos eso fue demoledor: no nos ayuda nadie. En ese momento los sionistas lograron la mayor¨ªa decisiva en las organizaciones jud¨ªas americanas.
Ese giro es no s¨®lo comprensible: fue casi inevitable. Menos comprensible y menos inevitable fue, quiz¨¢, la radicalizaci¨®n progresiva del particularismo que sigui¨® despu¨¦s, primero en Israel y consecuencia de ello tambi¨¦n en la mayor¨ªa de los jud¨ªos americanos.
Tambi¨¦n los jud¨ªos no sionistas se sienten hoy solidarios con Israel. Esa palabra -como en el caso del sentimiento de culpa- puede tomarse de dos maneras. Los jud¨ªos universalistas dicen a los israel¨ªes: "Estamos con vosotros, pero no pensamos en vuestras metas a corto plazo, sino en vuestros intereses a largo, que s¨®lo pueden cumplirse si ten¨¦is en cuenta los intereses y miedos del resto de los que habitan Palestina. Lo que quiere decir que ten¨¦is que tener en cuenta la otra parte de la tradici¨®n jud¨ªa".
Curiosamente, mucha gente me ha dicho estos d¨ªas: "Lo que dices es cierto, pero lo puedes decir t¨² que eres jud¨ªo. Si lo dij¨¦ramos nosotros, nos meter¨ªan en el saco ultraderechista que niega que tengamos una responsabilidad especial con Israel". ?Quiere eso decir que ellos creen tener que decir algo que consideran falso? ?0 es que no hay objetividad? La cuesti¨®n se plantea tanto para los individuos como para los colectivos: ?acaso la forma como yo me juzgo a m¨ª mismo y la forma como los otros me juzgan tienen que ser completamente divergentes?
Este relativismo total tan popular en la filosof¨ªa francesa contempor¨¢nea es, naturalmente, un sinsentido. Pues en tal caso una persona nunca podr¨ªa pedirle consejo a otra. Lo correcto es, por el contrario, esto: cuando una persona ha cometido una injusticia con otra, debe saber que en el futuro tiene que ser cuidadosa con sus consejos. Pero a pesar de todo, en cuanto al juicio mismo, tiene que intentar ser, caso de que se entrometa, tan implacablemente objetiva como sea posible, contra todo, tambi¨¦n contra los propios intereses a corto plazo. Naturalmente, nunca es posible reconocer del todo la situaci¨®n de un individuo o de un colectivo, pero se est¨¢ perdido en el momento en el que se permite que el propio juicio sea desviado, consciente o semiconscientemente, por motivaciones extra?as al tema mismo. Entonces se renuncia incluso a la pretensi¨®n de actuar conforme a lo m¨¢s razonable.
Por tanto, concedo que como jud¨ªo me resulta m¨¢s f¨¢cil ver ciertas cosas, pero o bien mis opiniones son falsas, o bien un alem¨¢n no jud¨ªo tendr¨ªa que poder verlas exactamente igual. De lo dicho resulta que, si la culpa se elaborase racionalmente, la responsabilidad especial que tienen los alemanes, en virtud de su culpa, frente a Israel tendr¨ªa que converger con la responsabilidad especial que tienen los jud¨ªos universalistas en virtud de su copertenencia con Israel. Contrariamente, vale tambi¨¦n que los deseos irracionales de los israel¨ªes (la imposici¨®n de sus intereses a corto plazo) se al¨ªen de forma fatal con los deseos irracionales de los alemanes (perd¨®n de la culpa).
Queda preguntarse por qu¨¦ los alemanes han elaborado tan irracionalmente su culpa en el holocausto. Es precisamente esa elaboraci¨®n irracional la que los dispone a doblegarse en cuanto los israel¨ªes los se?alan con el dedo. Esa actitud de doblegamiento parece ser un fen¨®meno m¨¢s general, aunque en los alemanes es especialmente fuerte, tambi¨¦n frente a los americanos. Ambas cosas est¨¢n en relaci¨®n con la Segunda Guerra Mundial y su final. Frente a los americanos la cuesti¨®n es la solidaridad. Hay seguramente buenas razones para comportarse solidariamente frente a los americanos, pero aqu¨ª se plantea de nuevo la pregunta de si hay dos formas de solidaridad, una racional y adulta y otra irracional e infantil. Esta ¨²ltima puede ser fatal en lo pol¨ªtico como en lo humano.
Si se mira a los dem¨¢s pa¨ªses de Europa occidental, se ve que hab¨ªa otro factor para participar en una guerra injusta. Va a haber un reparto de pasteles, materiales e ideol¨®gicos, y nadie quisiera quedar fuera. Eso muestra una vez m¨¢s lo grande que es el poder de EE UU.
No hubo raz¨®n moral objetiva convincente para esta guerra. Quiz¨¢ haya adem¨¢s muchos que sientan inconscientemente cierto gusto por la guerra y est¨¢n as¨ª en el mismo bote que los americanos, ingleses y franceses, unos algo m¨¢s expl¨ªcitamente, otros m¨¢s reprimidamente. El punto central es, sin embargo, que la guerra se ha vuelto de nuevo respetable en Alemania.
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