Carreta y bueyes
La guerra de Irak ha modificado la naturaleza de las relaciones entre Occidente y los pa¨ªses ¨¢rabes. Las cosas ya nunca volver¨¢n a ser como antes. En realidad, si la crisis estall¨® fue como consecuencia del fin del equilibrio entre los dos bloques. El mundo ¨¢rabe presentaba tres tipos de reg¨ªmenes: autoritarismos prooccidentales, autoritarismos prosovi¨¦ticos y autoritarismos no alineados. Tras la ca¨ªda del bloque sovi¨¦tico, esta l¨®gica estructuradora perdi¨® todo su sentido. En consecuencia, se impone su reestructuraci¨®n. La guerra ha supuesto el comienzo de esta reestructuraci¨®n, y ahora deber¨¢ iniciarse su continuaci¨®n, pero ya no por medios b¨¦licos. Es la cuesti¨®n de c¨®mo ganar la posguerra del Golfo; y de que la ganemos todos, tanto ¨¢rabes como occidentales.Parece ser que las primeras medidas ser¨¢n exclusivamente econ¨®micas. La Europa de los Doce, cuando menos, se propone abordar una especie de Plan Marshall de reconstrucci¨®n, o de ayuda directa al conjunto de los pa¨ªses ¨¢rabes. Ahora bien, limitarse a esto tiene dos peligros evidentes. Primero, el de ser muy f¨¢cilmente interpretable como soborno culpable, destinado a lavar la mala conciencia de los agresores. Y sin duda as¨ª lo interpretar¨¢ el integrismo isl¨¢mico m¨¢s antioccidental, que rechazar¨¢ las limosnas neocoloniales. Por tanto, a este respecto conviene ser muy cuidadosos y dejar muy claro que la ayuda econ¨®mica no se plantea como una indemnizaci¨®n por los da?os del pasado, sino como est¨ªmulo para la reconstrucci¨®n de un espacio futuro enteramente nuevo.
El segundo peligro parece m¨¢s dificil de evitar, dados los prejuicios existentes al respecto. Es el de la ca¨ªda en el economicismo, que reduce a una cuesti¨®n de pobreza / riqueza tanto las causas de un problema como sus posibles soluciones. Este sesgo economicista est¨¢ presente ante todo en los te¨®ricos, pues marxistas y neocl¨¢sicos reducen el comportamiento pol¨ªtico y cultural a mero efecto renta. Pero adem¨¢s est¨¢ tambi¨¦n presente en la propia opini¨®n p¨²blica, tanto occidental como ¨¢rabe, que reduce la cuest¨ª¨®n a un enfrentamiento Norte-Sur. Con lo cual se cierra el c¨ªrculo vicioso del problema. Para el integrismo isl¨¢mico (y para los pacifistas occidentales), el causante de la crisis es el desarrollo capitalista de Occidente. Pero, seg¨²n la percepci¨®n economicista, la ¨²nica salida posible pasa por el desarrollo econ¨®mico de los pa¨ªses ¨¢rabes, que depende precisamente del capitalismo occidental. Y as¨ª se da la paradoja de que el mismo culpable del mal es tambi¨¦n el ¨²nico remedio.
Supongamos, en efecto.., que el desarrollo econ¨®mico fuese la soluci¨®n. ?Bastar¨ªa entonces con inundar de marcos, yenes o d¨®lares a los pa¨ªses ¨¢rabes para que por arte de magia se produjese su autom¨¢tico enriquecimiento duradero? En absoluto. Las subvenciones directas dificilmente inducen el desarrollo, pues, como dice el aforismo, s¨®lo se puede ayudar a quien es capaz de ayudarse a s¨ª mismo. El desarrollo econ¨®mico, una de dos, o surge end¨®genamente por propia iniciativa interna (que de darse puede ser eficazmente asistida con financiaci¨®n externa), o no surge de ning¨²n modo por mucho que se le subvencione desde el exterior. Aqu¨ª tenemos otra muestra de la falacia del integrismo xen¨®fobo, que atribuye a males ex¨®genos (el imperialismo capitalista y neocolonial, por ejemplo) lo que no es sino un fracaso de las propias estructuras internas, por su incapacidad para salir de la trampa del subdesarrollo.
?Cu¨¢les son los obst¨¢culos que impiden el surgimiento end¨®geno del desarrollo aut¨®nomo? Dos son los factores que suelen aducirse como los m¨¢s citados: el freno cultural de alguna forma de tradicionalismo ant¨ªmoderno y la inexistencia del tejido organizativo de una sociedad civil. La primera es la versi¨®n weberiana de la teor¨ªa del desarrollo: s¨®lo una religi¨®n, una cultura o un pensamiento modernizadores (como el calvinismo, por ejemplo) son capaces de iniciar la reestructuraci¨®n hacia una senda de crecimiento autosostenido. Esto explicar¨ªa tanto el ¨¦xito de los pa¨ªses de la cuenca occidental del Pac¨ªfico, liderados por Jap¨®n, como el fracaso de los pa¨ªses ¨¢rabes en aprovechar para el desarrollo sus ingentes rentas procedentes del petr¨®leo. ?Es el Islam, como anta?o el catolicismo contrarref¨®rmista, incompatible con el desarrollo modernizador?
Esta versi¨®n culturalista pudiera parecer antieconomicista. Pero no es as¨ª. En efecto, es la versi¨®n de quienes consideran que el desarrollo econ¨®mico de los pa¨ªses musulmanes est¨¢ impedido y obstaculizado por la violenta reacci¨®n que lo opone el fundamentalismo isl¨¢mico. Pero en seguida lo justifican mediante el recurso al economicismo. Primero dicen: el fundamentalismo no es sino una reacci¨®n provocada por el empobrecimiento relativo (efecto renta invertido). Y segundo, concluyen: el fundamentalismo s¨®lo se reducir¨¢ mediante el desarrollo econ¨®mico. Con lo cual el c¨ªrculo vicioso se cierra de nuevo: cuanto menos desarrollo, m¨¢s fundamentalismo; y cuanto m¨¢s fundamentalismo, menos desarrollo.
Sin embargo, frente a esta versi¨®n, se puede considerar (a la luz de los te¨®ricos de la movilizaci¨®n de recursos, con Tilly a la cabeza) que el fundamentalismo actual puede que no sea tanto una reacci¨®n de la comunidad tradicional amenazada por el desarrollo moderno (efecto renta negativo) como una aut¨¦ntica muestra de movilizaciones inducidas por el proceso de modernizaci¨®n (efecto renta positivo), al igual que lo fuera la Reforma protestante en su momento. Las denominadas masas musulmanas no estar¨ªan compuestas por reaccionarios campesinos empobrecidos, sino por ciudadanos urbanizados que movilizan los recursos organizativos del nuevo tejido social que emerge como consecuencia del cambio modemizador.
Con ello accedemos al principal obst¨¢culo que se opone a que los pa¨ªses ¨¢rabes puedan aprovechar mejor sus oportunidades de desarrollo reestructurador: la insuficiencia del tejido organizativo de su Sociedad Civil. La carencia de revoluci¨®n industrial y de revoluci¨®n burguesa o democr¨¢tica hace que su tejido social sea todav¨ªa mayor¨ªtariamente premoderno: clientelista, atomizado, patriarcal, etc¨¦tera. ?C¨®mo mo.dernizarlo, logrando que emerja una potente Sociedad Civil, capaz de liderar con su propia iniciativa espont¨¢nea un desarrollo autosostenido? ?Se logra esto con subvenciones financieras procedentes del exterior? Es este economicismo estrecho el que debe ser superado. Y la soluci¨®n puede estar en el polit¨ªcismo.- para que la carreta acuda al mercado moderno hay que hacerla tirar por bueyes democr¨¢ticos. Lo que hay que fomentar no es tanto el desarrollo econ¨®mico directo como el previo desarrollo pol¨ªtico. Ante todo la Democracia plena. Y s¨®lo despu¨¦s el Mercado, como su natural efecto indirecto. Es ¨¦sta la conocida tesis de Tocqueville sobre el determ¨ªnismo pol¨ªtico de la modernizaci¨®n, cuando afirmaba que "la democracia no proporciona el m¨¢s capaz de los gobiernos, sino aquello que ni siquiera el m¨¢s habilidoso Gobierno consigue hacer: despliega por todo el cuerpo social una actividad incansable y una energ¨ªa inusitada que, por poco favorecidas que est¨¦n, pueden producir maravillas; ¨¦stas son sus verdaderas ventajas" .
Lo cual supone invertir la metodolog¨ªa habitual en el Departamento de Estado de EE UU, que por miedo a la influencia del bloque sovi¨¦tico pospon¨ªa el desarrollo pol¨ªtico supedit¨¢ndolo al desarrollo econ¨®mico, al apoyar autoritarismos prooccidentales con evidentes fracasos. Pues bien, ha llegado el momento de poner los bueyes delante de la carreta. Lo pnionitario es el desarrollo democr¨¢tico, aunque las condiciones econ¨®micas no est¨¦n " maduras para la democracia". En un primer momento esto traer¨¢ indudables victorias electorales del fundamentalismo isl¨¢mico. Pero es la ¨²nica posibilidad de que surja a medio plazo la Sociedad Civil, necesaria para que se produzca el desarrollo autosostenido. Conseguido el poder, todo fundamentalismo se reviste de realismo pol¨ªtico. Y no cabe descartar que el hoy tan oscurantista integrismo termine por desempe?ar un papel de liderazgo modernizador. ?No fue eso, seg¨²n Weber, lo que hizo el fundamental¨ªsmo protestante, liderando el desarrollo del capitalismo?
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