El ¨¦xodo albanes
Quien haya estado alguna vez en el ¨²ltimo reducto de la barbarie comunista (como le ocurri¨® a quien esto escribe hace tres meses, en Tirana) puede juzgar la desfachatez que supone tratar el ¨¦xodo de los albaneses con los sutiles distingos de las leyes de emigraci¨®n, distingos entre asilo pol¨ªtico (aceptable) y desesperada huida del hambre y el gulag (no contemplada por nuestras disposiciones legislativas). Los albaneses que se arrojan en nuestros le?osos brazos son todos ellos refugiados pol¨ªticos, si tambi¨¦n entendemos por pol¨ªtica la necesidad de libertad de un pueblo que vive recluido desde hace 45 a?os bajo un r¨¦gimen estalinista. ?ste, como sabemos, se prepara para rematar su burla electoral con nuevas elecciones, sazonadas de reformas, a finales de marzo.Ramiz Alia y los suyos nos anunciar¨¢n una espl¨¦ndida victoria electoral compuesta por una mayor¨ªa de comunistas, una vez m¨¢s, con uno de esos transformismos carnavalescos a la rumana a los que ya estamos acostumbrados. Quiz¨¢ no sea ajena a ese designio la actitud de librarse de los hambrientos, de los protestatarios, de los incontrolables, de los disidentes, para declararse pol¨ªticamente victorioso. Y por ello, el Gobierno alban¨¦s podr¨ªa haber cerrado los Ojos y no haber disparado sobre los infelices pr¨®fugos que se agolpaban en las miserables chalanas que vi en desguace en el puerto de Durazzo, chatarra que, no se sabe c¨®mo, ha flotado hasta Brindisi. Resulta totalmente incomprensible que ciertos comentaristas tachen a esa masa de hombres y mujeres en fuga de turistas incautos que quieren venir a divertirse al m¨ªtico Occidente y a nuestra Las Vegas, Italia, donde encima no. fluyen la leche y la miel. ?Es posible que las madres italianas s¨®lo saquen sus pa?uelos frente al televisor por Cocciolone, Melissa y Bellini? ?Y por qu¨¦ quienes nos gobiernan hacen relampaguear visiones catastr¨®ficas de ingentes emigraciones desde un Este hambriento pero ¨¢vido de nuestros placeres occidentales para poder expulsar a 20.000 albaneses?
?Puede ser verdad que el Estado dimita, seg¨²n las declaraciones de sus hombres m¨¢s responsables, y delegue en las familias italianas el cuidado de hacerse cargo de los fugitivos? Claro, Italia es una rep¨²blica basada en la familia, ?lo hab¨ªamos olvidado!
Esto demuestra, una vez m¨¢s, tristemente, que Italia no tiene un cerebro para pensar una pol¨ªtica exterior aut¨®noma, y que se mueve s¨®lo en los cauces protectores de la ONU, de las coaliciones gigantescas guiadas por EE UU, de los paraguas nucleares ajenos, de la Europa cuyas opciones internacionales son dirigidas por los verdaderos l¨ªderes de Occidente.
Esta gran fuga albanesa de la dictadura, pese a sus oscuros repliegues, ?no era la mejor ocasi¨®n de demostrar, despu¨¦s de la guerra del Golfo, que nuestro pa¨ªs es portavoz de valores de derecho, de justicia, de fraternidad con los oprimidos, en su ¨¢rea, en su casa? No nos parece ver ya la menor memoria hist¨®rica de las relaciones entre Italia y Albania. En la presente hora hemos de recordar que el imperialismo de chicha y nabo de Mussolini coloniz¨® Albania, que la arrebat¨® a las democracias inglesas y francesas, hacia las cuales se volv¨ªa, y que el pa¨ªs se encontr¨® compartiendo la suerte del fascismo mussoliniano cuando le ofrecieron la corona de Albania a V¨ªctor Manuel, rey de Italia y emperador de Etiop¨ªa.
Privada de independencia, y quiz¨¢ cabalmente por ello, Albania se encamin¨® luego, en una ce?ida barrera de acontecimientos hist¨®ricos, a la dictadura de Hoxha. Los albaneses siguieron ligados a Italia a trancas y barrancas, y hablan nuestra lengua. No se entiende muy bien la pasi¨®n por un Kuwait libre sin una pasi¨®n an¨¢loga por una Albania liberada de la dictadura. ?Acaso necesitaremos un discurso de Bush del tipo: "Italianos, el orden mundial se defiende en Albania", o bien una resoluci¨®n del Consejo de Seguridad de la ONU en defensa de los fugitivos albaneses? En diciembre de 1990 escrib¨ª en Il Corriere della Sera que no exist¨ªa s¨®lo "el invierno ruso", sino tambi¨¦n el alban¨¦s. Me pas¨¦ de profeta. En ese momento estaba reunida en el Capitolio, en Roma, una solemne asamblea de la Comunidad Europea que aprob¨® cr¨¦ditos astron¨®micos para salvar a los rusos de la carest¨ªa y para ayudar a Gorbachov a que su perestroika no se mudase en cayasiroika. Italia contribuy¨® masivamente (y a?adi¨® tambi¨¦n una buena tajada de millones del Premio Fiuggi).
No lamentamos nada. Pero ahora ?nos hemos convertido de nuevo en un pa¨ªs desheredado frente al hambre de los albaneses y sus deseos de libertad? ?Somos la Italietta, y no la quinta (o la sexta) potencia industrial del mundo? Son muchas interrogaciones, nada peregrinas, sobre esos montones de cuerpos tendidos bajo toldos de pl¨¢stico, sin esperanza, las que est¨¢n en los ¨¢nimos de la gente que asiste al espect¨¢culo omn¨ªvoro de la televisi¨®n.
Ahora regresan a casa en sus barcos armatostes; son una trata de esclavos que los colonos blancos no han necesitado. El bellaco ultraje de Italia parece hecho aposta para ayudar a la dictadura comunista de Ramiz Alia a ganar las elecciones: %Veis c¨®mo os tratan en vuestra democr¨¢tica Italia? ?Como piojosos, como indeseables!".
Cuando viaj¨¦ a Albania, los j¨®venes me censuraron a menudo con estas palabras: "Para vosotros somos un gueto, nos hab¨¦is borrado de vuestra historia". ?C¨®mo negarlo ahora? Quiz¨¢ sea cierto.
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